Sucedió una noche, cientos de años atrás, cuando aún podías sentarte en la hierba fresca de rocío y ver las estrellas. Donde luego edificaron todas esas ciudades, llenas primero de casas humildes y ahora plagadas de edificios delirantemente altos desafiando a los dioses con su envergadura.
-Uno no gana nada si les planta cara, aunque parezcan haberse olvidado del mundo que crearon.
El dependiente que le extendía comida para llevar le miró extrañado.
-¿Perdón?
-Nada. Divagaciones.
Boun salió a la calle. Divagaciones de un alma vieja en un cuerpo joven.
Había nacido en un año que no recordaba porque entonces todo estaba por ser creado. Su madre era una sacerdotisa humana del templo a un Dios ya caído y olvidado hace siglos. Un Dios pagano de la fecundidad y la fertilidad. En realidad, pensó mientras esperaba pacientemente para cruzar un paso de cebra con la multitud, era una lástima no conservar imágenes de su madre y que las únicas que conservaba de su padre fueran figurillas de arcilla con un pene descomunal y erecto.
Se le daba bien perderse entre la gente. Le gustaba esa ruidosa multitud, esa humanidad que vivía sin miedo a los castigos de dioses y que se comportaban con absoluta libertad.
A veces, notaba la presencia de alguna criatura sobrenatural o de otro inmortal. Entonces solía escabullirse, feliz en su invisibilidad. Por eso se vestía con una estética gótica, para alejar de él a los demás.
Además, combinaba con sus labios. La pigmentación permanente de sus labios había sido un añadido al castigo.
En aquellos tiempos el castigo era frecuente y los dioses causaban miedo, moviéndose entre los humanos mostrando su cara bondadosa guardándose la cara furiosa para cuando algo les contrariaba.
La madre de Boun empezó a negarse a que él se formase como semidiós. Si no le educaban en la pubertad sería un chico normal, quizás uno con más lujuria y habilidades en la cama. Podría entonces haber teñido hijos y no estar solo.
Sus padres estaban discutiendo aquel día. Fuera del templo llovía. Boun tenía unos diez años y llevaba una túnica blanca de iniciación.
-Consigue que sea un elemental de la naturaleza -suplicaba su madre.
-Solo soy un dios menor. Hay cientos como yo. Pero mi padre es uno de los originales y Boun ha nacido con mucho poder.
Ese día no había pasado nada. Pasaron los años y Boun creció sin amigos, jugando sin saberlo a aumentar sus poderes y su magia.
Entonces, el día de su veinte cumpleaños, vinieron a buscarle.
Dieron igual los llantos de su madre, le llevaron a un templo donde le formarían como Dios del amor y el sexo.
Al principio veía esto como un buen futuro y no entendía los reparos de su madre. Se sentiría muy orgullosa cuando lo viera, con una piel que resplandecía.
Hasta que llegó la hora de ejercer como dios. Tenía que hacer que varias parejas que los dioses habían predestinado previamente cayesen enamorados con su aliento mágico. Solo tenía que pronunciar unas palabras y centrar todo su poder.
Entonces llegó la última pareja. Conocía al hombre, de cuando aún salía con su madre al pueblo.
Era un bravucón y su primera esposa le había dejado por violento.
Se negó ante sus superiores. Daba igual cuánto incienso y ofrendas hubiese ofrecido.
-Ha sido muy generoso.
-No importa. Es un maltratador.
-Hoy quisiste unir para siempre a dos hombres. Eso no es posible. Pueden estar juntos pero cada uno debe tener su esposa para procrear.
-El amor nace en el alma, puedo ver cuando están predestinados.
Mantuvo algunas palabras más altas que otras y entonces llegó el castigo.
Le condenaron a vivir como proscrito sin ser venerado y a la inmortalidad. Tenía que unir a personas pero nunca se lo reconocerían.
-Y ya que tanto te preocupa el verdadero amor, a partir de ahora no solo habrá hombres y mujeres. Habrá alfas y omegas y nacerán predestinados. Tendrás que ayudarles.
-¿Durante cuánto...?
-Para siempre, a no ser de que exista una persona que te ame con honestidad sabiendo lo que eres. Si puedes formar una familia, serás libre,
Libre para ser mortal. Libre para no tener ese instinto insano por unir almas.
Ya habían pasado cientos de años. No había un alma gemela para el.
Vivía condenado a ser un inmortal en un mundo donde nadie recordaba ya a sus superiores pero seguía maldito.
Tenía un deseo sexual muy elevado, que satisfacía como podía. Sus labios conservaban ese color negro y no había encontrado una forma de morir.
No, su alma gemela nunca llegaría.
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Empyream ||BounPrem||Omegaverse
FanfictionBoun es un semidiós caído en desgracia que solo puede ser salvado por el amor verdadero. Lleva miles de años buscándolo. Será ese joven enigmático que acaba de conocer ese alma?