A pesar de que mis padres me dijeron que todo estaría bien, yo sabía que estaban muy equivocados.
Ya solo me quedaba subir a empacar las últimas cosas , que prácticamente era recoger todo lo de mi habitación, y eso implicaba vaciarla por completo. POR COMPLETO. Dios, no me creía que nos íbamos. ¿En serio teníamos que hacerlo?
Antes de subir , decidí sentarme en el sofá y relajarme un poco. Estaba agotada. Todo este royo de la mudanza me había destrozado, porque aparte de que las mudanzas ya son bastante jodidas, me tocaba lidiar con el hecho de que lo iba a dejar todo atrás.
La cabeza me daba vueltas y sentía que me iba a explotar de un momento a otro. Escuchar la voz de mi madre no me relajaba mucho, la verdad. Lo supe en cuanto oí que me llamaba.
—¡Madison! ¿A qué esperas para recoger tu cuarto? —la escuché gritar desde el piso de arriba.
Suspiré pero no dije nada. Simplemente me levanté del sofá y subí las escaleras con pocas ganas. Llegué a la puerta de la habitación de mis padres , ya que supuse que mi madre se encontraba ahí, acabando de guardar las últimas cosas. Creo que no se dio cuenta de mi presencia, porqué justo en ese momento me volvió a llamar.
—¡MADISON! ¡SUBE AHORA MISMO O TE JUR...!
—Mamá, estoy detrás tuya —traté de decirlo de la forma más pacífica posible, porque ya no me quedaban fuerzas ni para gritar.
—Oh, perdóname, no me había dado cuenta.
—No me digas —ironicé y mi madre me puso una mueca.
—Bueno, ¿vas a recoger tu cuarto o no?
—Creo que si me pongo a recoger mi habitación ahora, me voy a desplomar en el suelo. Si quieres te ayudo con lo que quede por recoger aquí, que ya veo que no queda mucho. Te prometo que mañana dejo la habitación limpia y vacía. No quedará ni un granito de polvo.
¿Es una tontería decir que iba a echar de menos mi habitación? Creo que no. Es lo típico que le puede pasar a un adolescente que se ha pasado toda su vida en un mismo sitio, ¿no?
—Bueno, está bien. Pero lo has prometido, ¿eh? —el tono acusante con el que me lo dijo era para hacerme saber que como no lo hiciera, la bronca que me caería no sería pequeña.
Le dediqué una pequeña sonrisa y me adentré en la habitación , acercándome a ella. Observé detenidamente lo que estaba tratando de hacer. Pude ver que estaba intentando averiguar lo que encontraba por los cajones. Por cada cosa rara que encontraba, le echaba la culpa a papá, como de costumbre.
—Pero ¿qué es esto? ¡Parece que lleva aquí mas de cien años! —sujetaba entre el dedo pulgar y el índice una cosa que ni yo pude ver lo que era porque estaba bastante roto y lleno de polvo.
—A lo mejor no quiere tirarlo por si llega el caso de que vale mucho dinero y nos hacemos ricos —traté de bromear con la situación, pero mi madre hizo caso omiso ya que seguía sacando cosas del cajón sin parar.
—¡Tu padre no puede tener nada en condiciones! ¡Seguro que son cosas que le han regalado y las tiene olvidadas como si nada!
Iba a responder , pero saltó ella enseguida con otra cosa.
—No me lo puedo creer. ¡Esto se lo regalé yo! —dijo sujetando algo que parecía un reloj algo dañado. Seguramente llevaba mucho tiempo guardado en el cajón—. Este año no le pienso regalar nada bonito, le voy a comprar lo mas feo que vea. ¿Qué es lo que más odia tu padre?
—Leer, sin duda —no dudé mucho en decirlo porque esa ya me la sabía. A mi padre no le gustaba nada leer, cosa que a mi y a mi madre nos encantaba.
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Mi única razón
Teen FictionUn nuevo comienzo nunca es fácil. Lo estás dejando todo atrás y tienes que volver a empezar de cero. Para Madison esto fue más complicado de lo que ella imaginaba. Nueva ciudad, nuevo ambiente... De un día para otro, su vida había dado un giro de c...