Memorias de un joven enamorado

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"Un viso color naranja"

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La tarde llega a su fin cuando el sol se pone tras las montañas que rodean Weinen, pueblo en el cual vivo desde que tengo memoria, y en donde nuestras vidas se unieron para siempre, o eso fue lo que quisimos creer.

Por lo que me enteré tardíos años después, ella se mudó debido a los constantes problemas familiares que tuvo allá en su tierra natal. Su padre, quien era piloto en una aerolínea latinoamericana, daba claros indicios de infidelidad. No me imagino la reacción de su madre, luego de confirmar que sus sospechas eran ciertas; el día que todo salió a la luz, Nora, cansada de su esposo incompetente, pidió el divorcio sin titubear, estableciendo así una nueva vida para sus hijos, los hermanos Duffer. Pasados varios días, luego de parar en casa de la abuela, compraron boletos en oferta vía internet; despidieron a familiares y amigos cercanos; empacaron maletas como locos ‒separando lo bueno de lo inservible‒ y se lanzaron a una nueva aventura sin rumbo aparente.

Tiempo después de conocerla nos hicimos buenos amigos, hasta que una noticia cambió nuestra manera de pensar. Los problemas nos perseguían como la brújula al polo, por lo tanto, vimos oportuno tomar una decisión lo más pronto posible; de allí en adelante, no hubo vuelta atrás; nadie podría determinar el desenlace que nuestros actos causarían en un futuro cercano, por eso, sólo nos quedó dar un salto de fe.

Por decir algo sobre Duffer: Ella era tan fría como la nieve, y de ser necesario, candente como la brasa ardiente; sobria en tiempos tempestuosos, y además de ello, sin sentimientos llenos de rencor. Enana de talla, mas no en autoridad y firmeza, pues sólo era cuestión de una motivación adecuada, como para demostrarle al mundo entero de lo que estaba hecha; de un espíritu inquebrantable ante la diaria opresión, pero al tratarse de un hombre, tan débil como una flor. Delgada de pies a cabeza y con poco trasero, repito, poco; pero más importante que eso, poseedora de un gran corazón y un gran talento; habilidosa artista con el grafito; bastaba un lápiz y un papel, y ella era feliz, entreteniendo su vida y la de quién quisiera detenerse a contemplar su arte.

¿Acaso da la impresión de que sé mucho de ella? No deberían entender mal las cosas; no, la verdad es que, nunca la comprendí a plenitud. Importaba poco cuanto lo pensara, cada vigilia me alejaba más, o tal vez, ella lo hacía... No estoy seguro.

Como cualquier ser que posee gran beldad, Teresa era un mapa indescifrable, mi tema de estudio constante. Hubo largas noches en las cuales no pude pegar las pestañas a causa suya, tal vez eso no era amor, pero en su momento sí que lo fue.

«Olvidar no era lo mío. ¿Amar como un loco? Sí».

La plaza del pueblo se ve radiante desde aquí, un pequeño mirador a las afueras del centro mercantil. El sol ‒que pronto ha de ocultarse‒ golpea con deslumbrante fuerza los tejados de Weinen, creando tornasolados visos naranjas alrededor, embelleciendo la vista. Las golondrinas pecho amarillo, aves originarias del ecosistema Weiniano, surcan los cielos en búsqueda de alimento antes de irse a descansar, realizando infinidad de piruetas en el aire. Son innumerables sus cuentas, tanto como para marearme cada vez que intento enumerarlas; bien podrían ser unas trescientas aves, o tal vez, unas decenas más.

Es increíble cómo no cambió todo en tanto tiempo, ya que tal belleza aún sigue impresionando a mis grisáceas pupilas como aquella tarde, cuando dadas las circunstancias, al retirarse el sol y con golondrinas de por medio, nos prometimos amor eterno, Teresa y yo.

Perdido en los recuerdos vividos, a pocas horas de la noche, una voz femenina irrumpió en el preciado momento, dejando mi paladar sin saborear la siguiente memoria, la de mayor importancia y la más hermosa de todas.

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⏰ Última actualización: Dec 21, 2022 ⏰

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