Prólogo

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Hace muchos años, existía un gran reino y como no, este era gobernado por un poderoso rey, el monarca tuvo la dicha de tener 4 hijos, 3 niños y una niña, todos gozaban de excelente salud, pero nuestro relato gira en torno al más pequeño, el menor de los hermanos, al ser el último en la línea de sucesión, era quien menos posibilidades tenía de que pudiera reinar algún día, puesto que también sus hermanos eran los que gozaban de la atención de las princesas al tener fama de ser habilidosos guerreros.

Fue entonces que el pequeño príncipe fue enviado a un reino vecino, llevándole un encargo al dueño de esas tierras, durante su recorrido por el castillo se topo con la hija de aquel hombre, tan dulce y amable, que no hizo falta mucho para que el chico cayera rendido a su pies. El tiempo pasaba con rapidez mientras se hacían los preparativos para su viaje de regreso, ambos pasaban horas juntos, especialmente en uno de los jardines del rey, fue allí que la damisela declaró su amor por el príncipe quien no podía estar más encantado con ella, tomando su mano jurando lealtad eterna a el cariño que se tenían.

Retraso el viaje a propósito, mandando cartas a su padre para que esté no se preocupará, siguió corriendo el tiempo y el príncipe se puso de rodillas a la muchacha pidiendo su mano pues no podía seguir aplazando el regreso a su nación.

Cuando su matrimonio fue anunciado ante el monarca frente al trono, pidiendo aprobación de dicha unión entre ambos jóvenes, no hubo punto de comparación para la gran celebración que hubo para celebrar la gran noticia, un baile fue organizado en el amplio salón del castillo con toda la nobleza para festejar que su ultimo hijo iba a casarse con una princesa y no cualquier princesa, ella era la hija de uno de los reinos aliados, de los más allegados y leales que tenían.

El príncipe ya había pedido la mano de la joven a su padre, quien había quedado encantado con el muchacho, lo había visto cuando apenas había empezado a caminar en una de sus visitas a su territorio y se mantenía informado de su habilidad como líder en las historias que compartía con su padre regularmente. No tenia duda de que era el mejor partido que podía su hija encontrar. Claro que la muchacha tenia un encanto singular, era una sacerdotisa muy amada por su pueblo y la gente, la bondad que vivía en su corazón hacia que se sintiera cercana hasta con el más pequeño.

Prontamente la boda fue celebrada en uno de los balcones del castillo, desde los nobles, hasta los trabajadores y campesinos fueron testigos del amor que allí se profeso, que quedo sellado en un primer beso como marido y mujer hasta que la muerte los separe. Nuevamente el espíritu festivo lleno las calles, los cocineros y sirvientes dejaron alimento a la disposición de los invitados, sin distinciones a pedido de la princesa, quería que todos gozaran de la felicidad que ella sentía.

Pasaron los meses y como si el corazón del príncipe no podía ser llenado con más bendiciones, llego su primer primogénito, el nuevo príncipe de Terrabonuazia y posteriormente heredaría su puesto como rey. Presento a su hijo al pueblo cuando cumplió la semana de nacido, Drako era un hermoso niño de cabellos castaños oscuros, llegaron regalos para el pequeño de todas partes y las bendiciones le prometían felicidad, dicha y prosperidad.

Lamentablemente, las desgracias llegaban siempre en el peor momento, una terrible enfermedad estaba contagiando al pueblo, los más débiles caían de forma rápida y sin poder ayudarles. Con rapidez se expandió en todo el reino, la salud del rey fue de las primeras en verse gravemente afectada, por su avanzada edad; la princesa decidió cuidarlo por su cuenta a pesar de las suplicas de su marido por que no se expusiera de esa manera. Una semana fue lo que logro aguantar el rey, en ese tiempo, el príncipe se había hecho cargo de su bebé con ayuda de algunas sirvientas.

Apenas pudieron pasar dos días de luto para el difunto rey, cuando la ahora reina cayo también enferma, al nuevo monarca le fue impedido el paso a ver a su esposa por pedido de ella, temía que terminara por enfermar al amor de su vida y a su pequeño.

Su estado fue empeorando hasta el día en que finalmente se le dio paso al rey a la habitación donde descansaba, postrada en la cama tan pálida y delgada, su corazón se partió en mil pedazos, ambos sabían que seria la ultima vez que se verían.

Con dolor sus almas se despidieron una de la otra, se habían casado hasta que la muerte los separase mas no esperaban que ese momento llegara tan pronto a sus vidas.

El reino se tiño de negro con la perdida de ambos integrantes de la realeza, el nuevo rey se oculto en su castillo durante un año, atendiendo desde el interior las demandas que su puesto le exigía, su hijo, el príncipe, se mantenía oculto detrás de esas paredes, solo unos pocos sirvientes eran capaces de ver su rostro pues el rey había ordenado que llevara un velo que impidiera que la enfermedad le atacara.

Como era de esperarse, el rey tuvo otro matrimonio pues hacia falta una reina, a diferencia de su anterior esposa, era una boda arreglada, vista únicamente por los intereses de ambos líderes aunque eso no significaba que no se llevarán bien, Xena tenía claro que lo único que deseaba de aquella unión era tener un primogénito que heredará sus tierras, cosa en la que estuvo completamente de acuerdo el rey que no le interesaba reinar en la nación ajena.

Otros meses pasaron cuando la nueva reina dio a luz a otro niño, Juan, hermano del príncipe Drako y próximo rey de sus tierras. Ambos fueron criados bajo su manto como iguales, cosa que los volvió bastante unidos, pues ella no tenía motivos para tener algún tipo de rencor hacia el mayor.

De vez en cuando, cada uno se llevaba a su heredero, enseñándole a cada uno a cómo liderar a su pueblo.

Drako tomo como suyo aquel velo desde muy pequeño , usándolo de manera diaria, los comentarios y cuchicheos de los sirvientes llegaron a sus oídos, las miradas que se posaban sobre su rostro las pocas veces que se encontraba descubierto le causaban recelo, llegando al punto de que prefería evitar andar sin aquella prenda para evitar los ojos curiosos del reino.

Claro que esto no pasaría desapercibido por el pueblo ¿Por qué el heredero del trono mantenía aquel secreto? Los rumores corrieron y las malas lenguas apuraron, desde ser un simple adorno estético hasta la habladuría de que había sido castigado por algún dios (rumor que se expandió y tomó mayor fuerza), cosa que causó el recelo del pueblo hacia el príncipe, pues jamás podrían desafiar a la furia de los dioses por su fuerte creencia religiosa.

La imagen pública empezó a apuntar mal para el joven heredero, teniendo que mantener una postura perfecta para no seguir siendo criticado, mas no sabía que a pesar de sus esfuerzos las cosas podían complicarse más de lo que esperaba.

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[PRÓXIMAMENTE]

El Príncipe Sin RostroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora