La confusión se estaba disipando y estaba llegando la rutina. Y esto era un problema. La tostada, cada día menos quemada, de todas las mañanas; el perro de la casera saludando al mediodía, antes dejando su marca en la puerta; la película y la pizza de la noche, sentados en el sofá, con Anxo quedándose siempre dormido a su lado.
Es normal acostumbrarse a algo que haces todos los días. No supondría ningún problema, si no fuera porque Enrique llevaba 20 años con la misma rutina, y quizás no era tan normal que se acostumbrada a una nueva realidad en tan sólo una semana, siete días.
El problema no eran las tostadas, ni el perro, ni la película, ni el sofá (la pizza quizás sí influía mucho). El problema era Anxo, y su pelo al despertarse, y cómo acariciaba al perro aunque se meara en su puerta, y la sonrisa radiante cuando Enrique usaba el spinner, y el bostezo mientras decía que esta vez no se iba a dormir. El problema era que se acababa de quedar dormido en su hombro, y Enrique no se atrevía a hacer el mínimo movimiento. Quedaba una hora de película, y Enrique no creía poder durar tanto tiempo aguantando la respiración.
¿Cómo se le ocurría hacer eso? Enrique le había dicho que se fuera a la cama en cuanto empezó a bostezar. ¿Por qué nunca le hacía caso? Le pasaba todos los días, por dios. Y es que cuando Anxo estaba dormido le obligaba a mirarle, y entonces no se enteraba del resto de la película. Enrique quería verla, de verdad. Pero es que Anxo estaba apoyando la cabeza en su hombro, y ¿cómo iba a concentrarse así?
Y el problema, sobre todo, es que sabía que esto no iba a durar para siempre. Porque en la rutina entraba acercarse todas las tardes al momento final, arreglando la máquina del tiempo.
Cuando acabó la peli, despertó a Anxo, zarandeándole con suavidad. Abrió los ojos lentamente y se le quedó mirando unos segundos, todavía apoyado en su hombro.
- Perdón. – sonrió, y levanto su cabeza, enderezándose en el sofá y frotándose los ojos.
Enrique sintió un vacío al instante, y le asustó la necesidad intensa de coger su cabeza y volver a apoyarla sobre su hombro. Tenía que parar, ¿qué estaba pasando?
No, no. Era una tontería. Sólo era la confusión de estos días. La contaminación le debía estar haciendo algo a su cerebro. Quizás lo que dijo Anxo de que comer la tostada quemada le podía matar era verdad. Sí, seguramente fuera eso. Tenía un tumor en la cabeza por culpa de la maldita tostada y le estaba destrozando la mente.
- ¿Por aquí hay algún médico?
Anxo le miró desconcertado. Enrique se levantó rápido.
- Hoy duermo yo en el colchón.
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Amar a través del tiempo
FanfictionLa confusión se estaba disipando y estaba llegando la rutina. Y esto era un problema.