Caos Antes de las Fiestas

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Esla mañana de Nochebuena. El sol está elevándose triunfalmente, anunciando el inicio del día. Las nubes, llenas de espíritu festivo, arrojan su nieve cálidamente hacia los suelos, los cuales poco a poco se teñían de blanco. En las calles, los espectaculares de los edificios, con sus pantallas gigantes y luces neón, proyectaban todo tipo de anuncios navideños, pronosticando la fecha próxima incansablemente. Los niños salían a jugar en sus gruesos abrigos, armando figuras de nieve y arrojándose bolas de nieve entre sí.

En medio de todo ese panorama tan adorable, una pequeña casa, aislada del resto del mundo, tenía una ventana abierta que desprendía un olor delicioso y atrapante. En su interior, estaba un hombre de edad avanzada, con una barba gris y pelo extremadamente canoso. Vestía un suéter navideño con la cara de Santa Claus, y un hakama color verde opaco que le hacía juego, atado con un cinturón. Él se encontraba en su cocina, agachado cerca del horno cuya puerta se abría lentamente liberando un calor agradable al tacto. El hombre adentró ambas manos dentro, extrayendo – con una sonrisa en los labios – una charola repleta de hombrecillos de jengibre, con una apariencia crocante y bastante apetitosa, con caritas felices en sus rostros y botones hechos con crema batida. El hombre los contempló orgulloso, mientras el aroma de las galletas impregnaba cada rincón de su hogar a medida que se aproximaba a servirlas en el comedor, donde se hallaba la fotografía de una mujer de pelo marrón y ojos color cielo, junto a su esposo.

Posteriormente, el provecto se acercó a la pequeña radio moderna que reposaba cerca de la cocina, encendiéndola con un botón. Le insertó una memoria USB con la etiqueta "Frescas para el Invierno" y, tal como él esperaba, empezó a sonar su canción navideña favorita.


- I just want you for my own... - cantaba en voz baja, entre susurros alegres, mirando la fotografía – More than you would ever know...


El hombre partió a la cocina para seguir preparando más comida, cuando de pronto el sonido de pasos bajando las escaleras se hicieron presentes. Se acercaban cada vez más y más, hasta que finalmente develaron a una joven chica enmascarada, de pelo negro y piel blanca, vistiendo su clásico keikogi blanco con rosas rojas, y unos leggins negros que abrazaban sus piernas curvilíneas.

La dama observó el panorama a su alrededor, con una enorme sorpresa en su rostro. La casa entera estaba decorada con serpentinas, confeti y globos pegados a los muros; en la mesa, se hallaban servidos una docena de hombres de jengibre; canciones navideñas llenaban el ambiente y endulzaban sus oídos; y la cocina despendía un aroma indescriptiblemente hipnótico.

La chica dio con su Maestro en este último lugar, quien alegremente colocaba unas cuantas velas en un pequeño pastel de chocolate recién hecho, que había sido puesto en el horno junto a las galletas. Cuando terminó, se dio media vuelta y, con una gran sonrisa y los ojos cerrados en jolgorio, entonó una pequeña melodía.

- Feliz cumpleaños a ti, Feliz cumpleaños a ti... Feliz cumpleaños, nenita mía, Feliz cumpleaños a ti.


El vetusto hombre le extendió a ella el pastel con las diecisiete velas encendidas, invitándola a soplar. La chica se levantó la máscara hasta la altura de la boca y las apagó todas de un santiamén. Después, se reacomodó la indumentaria en su rostro sin decir nada, y miró fijamente a su Maestro.

- ¡Feliz cumpleaños, nena! ¡Y Feliz Nochebuena! – le exclamó, orgulloso y feliz a reventar – Vaya, 19 años... Ya eres toda una señorita, ¿Eh? Parecía ayer cuando te cargaba en mis brazos, tan pequeña y adorable...

La Poetisa - Caos Antes de las FiestasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora