El Príncipe

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Él era el Príncipe, con solo decir su nombre entre las personas causaba un silencio sepulcral, todo en él gritaba peligro. Lamentablemente, me vine a enterar cuando ya era demasiado tarde.

Necesitaba un trabajo desesperadamente, creí en las palabras de las doñitas de mi vecindad: un joven empresario buscaba personal de limpieza, ofrecía buena paga y hospedaje. El día que llegué a la mansión, aunque en realidad parecía un palacio, mi mandíbula se abrió exageradamente, estaba sorprendida por la cantidad de lujos y elegancia que podía tener solo la fachada de un lugar.

Cerca del portón, unos hombres armados me pararon.

- ¿Qué busca señorita? - ambos daban miedo, causando que mi cuerpo se estremeciera en un escalofrío. Su tono era demandante, y el hecho de que estaban armados no ayudaba a mi temor. Debí salir corriendo de ese lugar en ese momento.

- Vengo por el puesto de trabajo, me dijeron que aquí era - respondí aparentando firmeza. La mirada de ambos escaneó mi cuerpo, yo solo me cubrí con mis brazos.

- Claro - chiflo -. ¡Déjenla pasar! - El portón de la casa abrió, apresuré el paso para alejarme de ellos. - ¡Eh, niña! - volteé a verlo con temor -. Pregunta por doña Rosa, ella te ayudará.

Asentí y seguí con mi camino hasta llegar a la puerta de la casa. Inhale y exhale profundamente cinco veces antes de tocar. Pensé en los beneficios de obtener el trabajo y con eso en mente toqué la puerta. Me abrió una señora mayor de edad, su rostro trato de poner una sonrisa amable.

- Buenos días, mi nombre es Nayeli. Vengo por el trabajo de sirvienta.

- Si niña, ven sígueme.

La seguí hasta rodear la propiedad, pasando por los bellos jardines y la enorme alberca, mi niña interior deseaba correr y aventarse a la alberca, aunque no supiera nadar. Luego, caminamos por un campo enorme, donde parecían cultivar una planta que no había visto antes, supuse que mi posible futuro jefe sería agricultor. Finalmente, llegamos a una sección con casitas chiquitas, donde la señora me invito a pasar a lo que parecía ser su casa.

- Cómo habrás visto la propiedad es enorme. - yo asentí varias veces, seguía deslumbrada por lo inmenso que era - Entonces nuestro Patrón necesita de más manos para poder mantener todo en orden.

- Yo puedo ser de gran ayuda, sé cocinar, barrer, leer, de todo. Lo que usted quiera, solo debe decirlo y yo lo haré, incluso...

La señora alzó su mano, indicando que parará de hablar, yo me callé inmediatamente, esperando a que hablará.

- Muy bien, niña. ¿Tienes familia? - esa pregunta punzó mi corazón.

- No, señora. - bajé la mirada para que no viera la tristeza que inundó mi rostro.

- ¿Amigos? ¿Novio?

- No señora como cree. - solté una risita por su última pregunta. - Me he dedicado a trabajar y eso es lo que haré si me da la oportunidad.

- Este trabajo no es tan fácil como se ve, te daré un plazo de una semana. Si eres capaz, podremos ampliar tu contrato.

Estaba feliz, tal vez lo que seguía de feliz, significaba que por fin tendría un empleo bien, aunque solo fuera por una semana. Esto significaba que en un futuro sería más fácil salir adelante.

- No le fallaré señito.

- Vuelve mañana, te daremos tu habitación por esta semana, así como tu uniforme. Además, tendrás que firmar un contrato de confidencialidad.

ᴏɴᴇ ꜱʜᴏᴛꜱ | Namor - RafaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora