Letargo

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Ese olor.

Era innegable, ese aroma distinguido me provocaba ira, frustración y miedo, pero también tristeza y nostalgia. Era sólo un crío que no comprendía las razones ni el porque llegaban a mi mente pensamientos intrusivos, pero justo en ese momento tenía muchísimo miedo y rabia para prestar atención.

Estaba encerrado en los calabozos del castillo con el miedo en cada poro de mi piel. Ni quisiera podía recordar en que momento pasaba el día o la noche, todo era penumbra, ni sentía con claridad el dolor del peso de los grilletes. Tenía mucho miedo. El pavor me absorbía por completo hasta la locura.


Por culpa de mi insistencia me encontraba en este maldito lugar. El frío invierno, el olor a muerte en cada celda y los gritos de cada sirviente noche tras noche comenzaban a darme motivos suficientes para querer romper en llanto, más las lágrimas no se presentaron.

Las náuseas me invadieron.

La imagen espantosa que tenía de mi madre pronto hizo revolotear sensaciones de agonía desde mi interior. Ese rostro pálido y esos enormes ojos azules alguna vez tuvieron color y me miraron con una gran dulzura, pero ahora, mientras miraba en mi dirección, se encontraban opacos, sin rasgos de vida.

Y era todo culpa mía.

Abrí los ojos con lentitud, ahí estaba mi padre, observandome detenidamente, como si yo fuese su presa antes de ser cazada.

¿Por qué?

Luego escuche lo que parecía ser una risa entrecortada, se repetía una y otra vez ¿acaso se burlaba de mi?


— ¡Que horror!— dijo con la voz ronca —, que le haz echo a tu querida madre, ¿cómo pudiste romperle el cuello de esa manera tan sanguinaria?

El sonido de la noche solo aumentaba la tortura. Pronto me sentí más cohibido. Quería desaparecer y acabar con la pesadilla que venía torturándome con lentitud noche tras noche.

Quería una muerte lenta para que el dolor se grabará en mi alma.

Después de despertar de aquel extraño letargo, mi padre me hizo creer que perdí la cordura y que asesine a madre en un arranque de locura, la misma locura que me provocaba herir a los demás , lo único que recuerdo fue ver su cadáver destrozado enfrente del calabozo donde fui llevado aquella fría noche. Padre estaba echo una furia incontrolable, ordenó que sufriera la peor de las condenas. Nunca ver la luz del día hasta que mi vida terminará  y que por ninguna razón se me permitía tener una muerte rápida.

Era justo.

¡Qué destino más horrible y merecido me esperaba!

Seguía sin comprender por qué creía haber visto un escenario distinto a las palabras de mi padre, algo tétrico que no era de este mundo.

Para ese momento ya nada era tangible, mi cuerpo solo se estremecía, evocándome vagos y lejanos recuerdos del pasado. No valía el esfuerzo. Nadie dispersaria mis dudas.

Pasaron tres años. Tres largos años donde día con día padre se encargó de torturarme personalmente de todas las maneras posibles. El miedo se apoderó de mi. Eran tantas las cicatrices que ya no había espacio para sentir un dolor físico.

Asi pasaron los meses hasta que una noche todo cambio.

Padre no llego como era habitual a realizar su castigo hacía mi.

En su lugar, un hombre alto, con ojos intensos y una mirada magnética, estaba justo delante de mi. Me observó con detenimiento, lamiendose el labio, llevandose a la boca lo que parecía ser sangre. Me dejo atónito y completamente abatido. En lo más profundo de mi mente, sentí curiosidad. ¿Esto qué significaba?

— ¿Q-quien eres?— dije con miedo

— vaya... miren quien sigue con vida — dijo con sarcasmo en su mirada— , creí que el vampiro te mataría pronto.

— ¿vampiro? —

— ehh,  no me digas ¿ acaso eres lento? No sabes que el rey es un maldito chupasangre?—

No entendía nada de lo que me decía aquel sujeto.

— no comprendo, tu ¿quien eres?—

— eso no es lo importante  Príncipe Demon—, estas haciendo las preguntas equivocadas.

— ¿Cómo sabes mi nombre? —

— y sigues pronunciando  las preguntas equivocadas — dijo con aburrimiento en su voz —, estar aquí encerrado definitivamente te dejo dañado ¿ no lo cree asi su alteza?

Aquel hombre sabía absolutamente todo sobre mi.

Entre relatos me contó la verdad de aquella noche, conforme más verdades eran reveladas, yo desperté de mi letargo. La irá invadió mi cuerpo. Aquel rey convertido por voluntad propia en un ser inhumano había desaparecido ese mismo día, los del reino vecino ya sabían la verdad de todo y planeaban destruir el castillo. Fue entonces cuando este misterioso hombre me encontró.

Mis pies comenzaron a adormecerse. En mi débil intento por mantenerme de pie mi cuerpo sucumbió y terminé arrodillado. No supe en que momento comencé a gritar de la frustración. El último deseo de madre me había sido arrebatado. Apreté todavía mis manos a tal punto de lastimarme. Me sentía abatido, enojado y dolido.

Perdí la cordura. Un deseo de muerte me invadió hasta la médula, había sido engañado todos estos años. Mi cuerpo me amenazaba con colapsar si no sacaba toda la rabia dentro de mi.

Quería venganza.

El, por su parte se burló de mi cuerpo tan débil, decía que los humanos eran frágiles y fáciles de romper. Para este punto, sus ojos brillaron con un intenso color carmesí que me provocó aquel mismo miedo que sentí cuando padre me torturaba sin piedad todas las noches.

Sopresivamente, aquellos ojos eran hipnotizantes, mientras más me reflejaba en ellos, veía a un hombre consumido por sus pecados y sin color en su rostro.
La humanidad se había ido. Se la habían quitado. Nos la habían arrebatado.

Tal vez eso fue lo que cambió absolutamente todo, ó quizá, era lo que tanto buscaba con desesperación. Aquellas palabras lo cambiaron todo.

— Entonces, ¿te pudriras aquí o morirás para matar a tu rey? —

Aquellas palabras me dieron valor, escuche a un líder innato, alguna vez el también fue humano. Me ofreció  una vida eterna  para cazar a mi rey, por supuesto tomaría tiempo y era justo lo que necesitaba. Era impredecible saber si un príncipe podría lograr matar a su rey, pero... un vampiro podía matar a otro.

— Será una muerte exquisita —

Aquellas palabras me encadenaban a un hombre que apenas conocía y cuyo rostro no había visto jamás. No poseía otro significado, no merecía darle importancia.

— Bien— , con una sonrisa se preparó.

Nadie respondió.

Pronto un agonizante dolor me atravesó por todo el cuerpo y un inmenso alivió me invadió al instante, sucumbiéndome en una oscuridad profunda directo hacia mi naturaleza: la locura.

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⏰ Última actualización: Dec 24, 2022 ⏰

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