Una última vez

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Nunca pensé que aquello que hemos vivido se convertiría en una lección de vida, nunca pensé que aquella noche, sería la velada la cual me costaría olvidar.

Cuando la vi a los ojos aquella vez, con el olor a café, mi mente se paró, a recordar aquella noche la cual me enamoró.

Sentada en un Bar Jazz con un vestido reluciente, pero con aspecto triste y sola con una copa de vino.

Yo enfocado en la sintonía de aquellos instrumentos, que todos a la par hacían una melodía, de esos que te daban ganas de bailar, que todo tu cuerpo se sacudiera a pesar de no haber ritmo sino solo seguir a la música.

Mientras iba por otro trago de whisky, la vi, deslumbraba entre todos, ya que era alta, con tez blanca, cabello café y una sonrisa que no se podía describir.

Al verla ahí, no quería molestarla ni incomodarla, así que agarré una servilleta con una pluma y le escribí.

- Buenas Noches, Madam -

- Me gustaría invitarle un trago, ¿me permite ese honor? -

- ¿Me permite sentarme junto a usted a hacerle reír y conocerla el resto de su velada? -

En aquellos momentos ella desapareció, y veo la oportunidad de acercarme a su lugar, y en el transcurso me robaba una rosa y la ponía en su lugar.

Caminando lentamente me apartaba de ahí y me dirigía a la barra a seguir disfrutando de la noche, y la música.

Minutos después ella se acercaba a su mesa, se sentaba y bebía de su vino, al ver la servilleta ella se volteaba a todos lados y buscaba al dueño de aquella nota.

Con una mano paró a un mesero y le preguntó a lo que él se acercó a su oído y le dijo unas palabras.

Al ver que ella no volvía a verme, pensaba que lo había estropeado, hasta que escuchó una voz gentil, suave y dulce, que me habla.

-  Caballero, con gusto, le aceptó un trago -

-  Muchísimas Gracias Madam -

-  Y, disculpe el atrevimiento a esta pregunta, pero ¿Le puedo ayudar en algo? ¿Me permite sacarle una sonrisa en lo que resta de la velada? -

-  Muchísimas Gracias, todo bien solo cansada de mi turno en el hospital. Soy doctora, no se preocupe usted, ya me saco una sonrisa al ver su nota, al menos sé que no soy un alma invisible -

-  Discúlpeme, pero usted invisible no se puede, usted no lo es, usted es fuego entre velas -

-  Muchas Gracias -

-  Perdone mi falta de educación, ¿Cuál es su nombre? -

-  No se preocupe, mi nombre es Ximena, y ¿Cuál es su nombre caballero? -

-  Claro, mi nombre es Alessandro, un nombre bastante curioso, o como yo lo describo un nombre poderoso pero bastante largo -

-  Un nombre bastante sofisticado, pero bastante lindo -

-  Lo mismo digo madam -

Después de eso, seguimos platicando hasta que, mi intuición del momento, me decía que la tenía que invitar a bailar a pesar de que mis pies no fueran los más coordinados, tenía que hacerlo sin pensarlo, la agarré de la mano.

- Srta. Ximena, ¿le gustaría bailar? - - Claro que si, me encantaría -

Bailamos un buen rato, hasta que, en una canción lenta, le preguntaba:

- Me permite agarrarla de la cintura -

A lo que ella asentía con la cabeza y se acercaba a mi oído y me decía:

- No te vayas por favor, quédate -

Yo, en ese momento, sabía que ella era diferente, que era única y que había atrapado mi corazón.

- No querida yo no me iré a ningún lado -

Al terminar esas palabras nuestros labios se estaban rozando, y con la sintonía de la melodía cada vez éramos uno mismo.

A la par de las horas y entre copas y risas, aquel lugar nos corrió y nos cerró sus puertas, pero eso no nos detuvo a seguir conociéndonos uno del otro.

-  ¿A dónde le gustaría ir Srta. Ximena? -

-  A donde los copos de hielos se iluminan con el brillo de la luna -

Caminamos unas cuadras, pero no como cualquier caminata si no éramos nosotros dos y nadie más.

Llegamos a un parque donde el reflejo de la luna iluminaba todo el parque.

Ella, al ver que todo estaba cubierto de nieve, sin dudarlo, se aventaba a ser angelito.

- Wuwu, Ven Alessandro acompáñame a ver la luna -
- ¿Qué increíble, no? -

- Claro que sí querida -

Seguimos acostados un rato hasta que ella se moría de frío y le daba mi blaizer se lo ponía, y platicando sentados en la nieve nos quedamos viéndonos fijamente.

-  ¿Por qué demostrar los sentimientos es difícil?

-  Porque a veces la verdad de nuestra mente y tu corazón es muy distinta, ya que el corazón va a querer decir un sentimiento puro, pero, en cambio, el cerebro te va a hacer cuestionar de ti; Y eso es lo complicado del amor.

Al instante ella se quedó pensativa y nos quedamos callados.

-  Entonces el encontrarnos fue por algo -

-  Tal vez fue por algo, pero nunca lo sabremos, ya que el estar aquí los dos es por algo que no sabemos el porqué -

-  La verdad no lo quiero descubrir, solo quiero disfrutar la velada con usted -

-  Venga conmigo, sé qué podemos hacer -

Ella agarrada de mi mano la llevaba a la mitad del parque, puesto que ahí había un kiosco, en donde se podía ver la vista de la ciudad

- Querida Damisela, ¿le gustaría bailar una última vez con su servidor? -

- Claro que si caballero me gustaría, bailar con usted esta última vez -

Mientras bailábamos una melodía tranquila, ella ponía su cabeza en mi pecho, y yo le daba un beso en su frente.

Me miraba y se acercaba a mis labios, y al final, después de todo está velada, nuestros labios se pudieron juntar.

Al final de la canción, por la hora, nos fuimos caminando hasta la estación de tren para que ella pudiera irse a su casa, mientras caminábamos había parecido que el frío y el mundo se habían ido, éramos ella y yo.

Cuando llegamos, a la estación me dijo

- Caballero Alessandro, Muchas gracias por preocuparse por mí, y por esta linda velada usted no sabe como me hizo entender el amor.

A esas horas y por el momento que estábamos disfrutando, nunca nos acordamos de pasar nuestros números, no pensamos en las consecuencias que ese simple detalle nos costaría.

- Damisela Ximena, Gracias a usted por aceptar, y por esta increíble velada, y usted me hizo volver a sentir lo que es amar. Nos estaremos viendo pronto.

Y nunca pensé que aquella vez viéndola en ese tren sería la última vez que vería a aquella chica, la cual en una sola noche me hizo entender que era realmente un sentimiento de amor, la cual me enamoró en una velada y me dejó soñando.

Poco a poco comenzaba a oler a café, regresaba al presente, donde nos estábamos viendo a los ojos y ella me sonreía y yo le devolvía la sonrisa.

Hasta que escuchó una voz de un hombre diciéndole - Vámonos mi amor, ya está tu café, toma -

A lo cual ella le respondía

- Gracias Amor -

En ese momento ella se levantaba y se iba hacia la salida, hasta que antes de salir me percataba que ella llevaba mi blaizer, y con una sonrisa se despedía de mí, a lo cual yo asentía con la cabeza y le daba una última sonrisa.

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora