Capítulo 04: Thomas tiene un problema

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Angus


11 de octubre 06:37am.


Esa mañana decidí pasar por la mansión de Thomas para llevarle unas cosas que uno de mis hermanos de crianza me había pedido. Thomas era un hechicero, uno muy fuerte además. Cuando perdí a mis padres siendo tan solo un niño estuve vagando por las calles, robando para comer, luchando con animales para tener un lugar donde dormir y escondiéndome de monstruos o cualquier tipo de cosa rara que deseara hacerme daño. Hasta que un día, cuando tenía 12 años entré a robar en la gran mansión, era toda lujosa, muebles increíbles, bustos en repisas, armaduras de caballeros medievales, plantas aromáticas en macetas colgantes. El día que entré ahí fue como si hubiera entrado a otro mundo, yo era un harapiento y delgado niño que acababa de irrumpir en una modesta y lujosa mansión equipada con todo tipo de cosas que nunca había visto. Recordé la sensación que recorrió mi cuerpo al estar ahí por primera vez, me daba la impresión de estar en una especie de museo o algo así, estaba tan maravillado que olvidé completamente lo que estaba haciendo ahí, buscar algo de comida y por qué no algo de valor, ustedes saben. Pero Thomas se despertó y me pilló cuando apreciaba una obra de arte estilo gótico, fue tan raro, ni siquiera estaba enojado, más bien parecía como sorprendido. Y yo también, pensé que iba a sacarme a patadas, pero no, solo preguntó si me gustaba la pintura, mi pequeño cuerpo estaba tenso y sudaba un montón y aun así asentí. Luego me preguntó cómo había entrado, yo le dije que ya había estudiado los puntos débiles de la casa y había una pequeña ventana que siempre dejaba medio abierta para que unas plantas especiales recibieran el frío viento de la noche, además era la única parte de la mansión que no tenía runas mágicas que la protegían. El hechicero reveló que nunca lo había hecho porque no pensó que existiera algo o alguien que pudiera escabullirse por ese pequeño espacio, por lo menos algo o alguien de lo que preocuparse.


Thomas se echó a reír y aplaudió, me invitó a comer, a darme una ducha, a pasar la noche y a medida que iban pasando las horas, a medida que nos íbamos conociendo aún más, un hechicero muy fuerte que había luchado con un montón de cosas y un niño que perdió todo y había pasado de todo, me preguntó si quería vivir ahí. Formulé la pregunta en mi mente, ¿debía aceptar? Pero en aquellos días solo podía pensar en acabar con los monstruos, no solo los que habían matado a mi familia, a todos. Así que solo dije: ¿puede enseñarme a ser fuerte? El hechicero sonrió, eso lo dijo todo. A partir de ahí Thomas me enseñó muchas cosas, luchar cuerpo a cuerpo, a disparar, a usar la habilidad con más fuerza, me enseñó lo peligrosa que podía ser la magia, pero a la vez lo increíble que podía ser, me enseñó cómo preparar hierbas medicinales por si las necesitaba. Me leyó cuentos para poder dormir, cuando me despertaba en las madrugadas por las pesadillas él iba y me consolaba. Me educó en la gran mansión, historia, matemáticas, física, química, biología, astronomía, aprendí tanto, incluso a cocinar. Con el pasar de los años Thomas fue encontrando más niños como yo que lo habían perdido todo. Los fue llevando a la mansión donde nos convertimos en una alegre y extraña familia. Luego decidí hacer algo más, algo que cambiara la ciudad, decidí formar los cazadores, como el grupo que contaban las historias de antaño, así que salí a reclutar, pero antes investigué en el Consejo sobre personas que presentaran signos de ser diferentes, que pudieran tener una habilidad. Luego de buscar y rebuscar por toda la ciudad encontré a los muchachos y formamos el grupo, el Consejo al ver la misión de erradicar los monstruos que teníamos planeado llevar a cabo nos regaló un enorme castillo como base de operaciones y ahí me mudé con mis nuevos hermanos. No sin olvidar las personas que había dejado en la gran mansión. Ahora tenía una enorme familia y no me quejaba para nada.


Aparqué frente a la enorme mansión que se extendía por todo el terreno. Antes de salir cogí la mochila donde llevaba las cosas, al cerrar la puerta y empezar a caminar me percaté de que la calle estaba tan tranquila esa mañana, que extraño. Siempre había alguien haciendo cualquier cosa fuera de su casa a esas horas. Arreglando el coche, pintando el porche, regando las plantas, sacando al perro, incluso sentarse debajo de un árbol con un libro en la mano y una taza de café en la otra, pero no, ese día no había nadie. Caminé hacia el grueso tronco del árbol que ahí se hallaba, ahí había una máscara de madera barnizada en color purpura, en la frente tenía una runa en forma de H recostada, la mueca que creaba era de sorpresa. Pasé el pulgar derecho por las mejillas de la careta recordando porque había una máscara ahí y en todos los árboles en la calle, no por nada era conocida como "la calle de las máscaras".

La cripta de los recuerdos perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora