BORRADOR
Se formó un pequeño río de gotas de agua entre las baldosas grises del suelo. Miré al cielo, intentando seguir el recorrido de una de las gotas. Mientras cientos de ellas desaparecían en su contacto con el suelo, yo sólo me fijaba en algunas de ellas. Esta vez elegí fijarme en una que, por alguna razón, decidió acabar en mis zapatos. Apareció de la nada, de un parpadeo. Por más que abriera los ojos, no conseguía ver bien de dónde salían cada una de las gotas. Sólo veía una profunda y oscura masa gris que, desafiante, hacía que cayeran miles de gotas más. De uno de los balcones que se veían desde la calle, empezó a sonar una pieza de violín. Empezó siendo una simple nota, seguida de otra, formando así una melodía triste y grave. Justo en el momento en el que la pieza de violín empezó a seguir su curso, aparté la mirada del cielo y la clavé enseguida en el balcón. No había nadie, pero el ventanal de la casa estaba abierto de par en par, con unas grandes cortinas blancas revoloteando y jugando con la lluvia. Me alejé de la puerta de mi casa, acercándome a la solitaria carretera y así ver con más detalle el balcón de la casa de enfrente. Tan sólo cuatro notas eran precisas para romper el silencio que envolvía la ciudad, triste y desolada. No había un alma por la calle, excepto yo. No había nadie que me mirase mal por disfrutar de un día de lluvia sin que un paraguas me lo impidiese, no había nadie más paseando por la calle Abendorth.
-Siento la tardanza, estaba buscando mi cazadora con capucha y no está por ninguna parte. - Luca interrumpió la música.
Hice un gesto con mis manos para que bajara la voz, pues yo quería seguir escuchando aquel violín e intentar ver de quién se trataba, qué aspecto tenía. Si había algo interesante en una chica como yo, es que era muy curiosa. Me gustaba mirar a la gente, observar cada detalle y preguntarme cómo serían sus vidas. Solía inventar historias imaginarias en mi cabeza. En el caso del violinista, me imaginé a un hombre mayor. Tenía barba de color gris, vivía solo y frecuentaba la cafetería de la esquina de nuestra calle. Pero seguía sin aparecer nadie en ese balcón, y no pude saber si esa persona era o no como me la imaginaba.
-Denisse, ¿me estás escuchando? ¡Deja de espiar a la violinista! -Dejé de fijarme en el balcón y miré directamente a Luca.
-¿Quién es ella? -Pregunté.
-¡Somos vecinos, vives aquí! ¿Nunca has visto salir de esa casa a una pareja joven? La chica es profesora en el conservatorio de Luft y el chico trabaja en una peluquería para perros.
-Nunca había visto a nadie. Para mí, tú eres mi único vecino, Luca.
-Denisse, eres muy observadora. No me puedo creer que hayas descubierto ahora mismo quiénes son tus vecinos de enfrente.
-Ellos no me interesan, me interesa la música que estaba sonando. -Todas mis expectativas, rotas. No había ningún hombre mayor viviendo en esa casa.
Luca no era sólo mi vecino, era mi mejor amigo, como un hermano para mí. Él era un chico de lo más normal, algo exótico al ser sus padres italianos, pero sin demasiadas rarezas. Era agradable, atento, alegre. Era todo lo contrario a mí. Él me consideraba una persona peculiar, muy diferente al resto. Otra de las cosas que me diferenciaban era mi afición por coleccionar fotografías tomadas por mí. Llevaba mi cámara a todas partes, y aprovechaba cada momento para tomar imágenes y pegar las mejores en una pared de mi habitación. Además, tenía un exitoso blog en Internet donde publicaba todas ellas. Luca salía en la mayoría, porque aunque él lo negaba, era muy fotogénico. Aunque nunca se lo había dicho, me parecía un chaval guapísimo. Llevaba ropa muy común, el pelo despeinado y tenía unos ojos verdes que hacían de mis fotografías algo más.
Esa misma tarde nos dispusimos a ir hacia el bosque de las afueras de Luft, la ciudad, el cual no estaba demasiado lejos. Quería capturar una imagen en la que se reflejara cada gota de agua, cada detalle de un día frío y gris. Algo que destacaba de mi ciudad -más bien era un pueblo o una villa- era el clima. Era la zona más fría de toda Alemania, y era muy raro ver un día de Sol en invierno u otoño. Aún así, el Sol tampoco destacaba demasiado en verano. Pero yo no me quejaba, la lluvia era algo que, al contrario que Luca, realmente disfrutaba, sobretodo a la hora de salir a la calle a hacer fotografías. Luft era especial.
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Schizein
ParanormalEsta novela está disponible en todas las librerías de España y en Amazon para el resto del mundo.