Algo era evidente, Arthur Kirkland era un total fracaso en la cocina, y eso estaba confirmado por varios de sus amigos.
Pero habían algunas cosas que sí podía hacer; claro, cosas más fáciles que resolver una ecuación de primaria.
Así que los fines de semana el rubio le daba el gusto a su pareja de seguir durmiendo, mientras él preparaba un desayuno simple.El simple hecho de que no tocaba el piso de la cocina constantemente también hizo que fuera un poco torpe en esta, así que un pequeño movimiento incorrecto hizo que se le cayera la sartén, produciendo un sonido por toda la casa que compartía la pareja.
El inglés rogaba por que su novio no se hubiera despertado.Esperó unos segundos a ver si venía, ya sea a quejarse, preguntar si se encontraba bien, o checar si había quemado la cocina, pero no pasó nada, así que dedujo que milagrosamente no se había despertado.
Soltó un gran suspiro de alivio y siguió con su intento de preparar panqueques.
Habrían pasado unos dos minutos, hasta que escuchó unos pasos atrás suyo. Antes de siquiera poder reaccionar ya estaba sintiendo unos brazos rodeando su cintura y algo apoyándose en su hombro izquierdo, cosa que hizo que se asustara un poco y le diera un escalofrío por todo el cuerpo.
— Con ese ruido despertaste a todo el vecindario — rió levemente — ¿No te hiciste daño, no? — preguntó el francés con cierta preocupación.
— No, no, estoy bien — respondió mientras volteaba su cabeza — Lo siento por despertarte
— No te preocupes — dijo en voz baja.
El francés aprovechó la cercanía y pegó sus labios con los del inglés, le tomó las muñecas y lentamente subió sus dedos para al final entrelazarlos con los del inglés.
Sin duda esa era una de las cosas favoritas de Arthur desde que comenzó a salir con ese hombre, Francis siempre podía convertir un momento común en uno romántico.
Estaba disfrutando tanto el beso, que por unos momentos se olvidó de lo que estaba haciendo antes. Afortunadamente, el francés se separó por unos segundos y de alguna manera eso hizo volver a la realidad al inglés.
— Carajo, el panqueque se va a quemar — volteó su cabeza mientras se libraba de las manos de su pareja.
El otro sólo sonrió levemente, sólo esperaba que ese panqueque no le quitara el dulce sabor del beso.
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1 am y ando escribiendo estas pendejadas JAKSJA, besitos