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Un pequeño niño rubio, cualquiera lo confundiría con una mujer, por las hermosas facciones de su delicado rostro, por sus pómulos levantados y sus ojos azules, pero un azul tan profundo que te podrías perder en ellos.

Su cabello rubio era lo que más destaca a la vista, al ser tan largo y sedoso pero la sorpresa mayor es que era un niño, y uno con un carácter muy audaz. La palabra reto no existía para él, también impulsivo, cosa que dicen que heredó de su madre...

Pero este pequeño audaz no había logrado conocerla, desde que tuvo memoria, siempre estuvo en ese orfanato. Aunque intentara preguntar por su madre, o por si una de las señoras se acordaba de ella, todos lo evadían, nadie le respondía esa pequeña duda al crío.

Quería por lo menos entender el porqué su madre lo dejó en aquel lugar. ¿Habrá muerto al darle a luz? ¿No tenía el suficiente dinero para mantenerlo? O simplemente no quiso un niño en su vida. Aunque la respuesta fuera mala, lo que si podría ser, quería una respuesta a todas sus dudas.

Suspiró, había pasado otro día, y no había logrado encontrar información alguna sobre su madre. Sus esperanzas desaparecían con los días...

Solo una vez, solo una vez escucho hablar de su madre, la directora del orfanato con su asistente; las dos hablaban tristemente de una mujer rubia y de ojos azules que tuvo un final trágico. Eso le dio aún más curiosidad, ¿que habrá hecho su madre para ser recordada así? O que no habrá hecho.

Cada vez le pesaban más sus párpados, mañana era un nuevo día, un nuevo día en ese lugar; que la verdad lo amaba, era su hogar, tenía todo lo que pudiera pedir. Para lo poco que le daban, para él era suficiente, comida, juguetes, atención, amigos.

Hasta que por fin, pudo descansar.

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[Sasori] ¿Otra vez en tus líos? -se burló el pelirrojo, estaba en la puerta de la oficina de la rectora.

[Deidara] Ah, no fue nada esta vez -no miró al pelirrojo, estaba molesto de que ese niño fuera a quejarse y Sasori no ayudaba.

[Sasori] Te dije que dejaras de fastidiar a los niños pequeños, algún día alguien te delataría. Deidara, entiende, ya no eres un crío; la otra vez que jugaste con los niños, uno terminó con quemaduras -siguió a su amigo.

[Deidara] ¡Era su culpa! Yo le dije que tuviera cuidado -hizo un mohín de enojo, corrió la suerte de que nadie se enterara, aparte de que tuvo que darle uno de sus dulces al niño para que guardara el secreto.

[Sasori]¡Deidara! ¡El niño tenía tan solo cinco años! -le reprendió el mayor.

[Deidara] ¡Ya nunca más les enseñaré mi arte, hm! -detuvo su paso.

[Sasori] Deidara, por favor, me preocupo por ti -dio un suspiro-. Si sigues con ese comportamiento, nadie te adoptará y lo sabes muy bien; no quiero que te quedes solo...

[Deidara] Por favor, Sasori, yo ya le dije, yo si quiero salir de este lugar y lo haré contigo; créame, el día que usted se vaya, lo acompañaré -sonrió, se le notaba tan confiado, ya que Sasori era uno de los mayores del orfanato, él apenas tenía siete años.

Claro, era más probable que adoptaran a Deidara, Sasori lo sabía muy bien; Deidara era un niño encantador cuando quería serlo, alegre, carismático, imperativo, realmente perfecto para una familia... sin hablar de su físico, un niño rubio de ojos azules, ¡realmente algo único! A diferencia de él, él era más callado, más serio, sin contar que ya tenía doce años... nadie va a querer un niño de esa edad.

Pero aún así, no quería que Deidara dejara su esperanza de ser adoptado; lo conocía, sabía que quería el amor de una familia, que no deja de buscar alguna pista de lo que le sucedió a su madre... a mucha diferencia de él, que si la conoció, y también conoció el dolor de la pérdida. Pasaban los días y Sasori le recalcaba al rubio que habían veces que mejor era no conocer a su madre, así no sufriría lo mismo que sufrió el pelirrojo, ver como te quitan lo más preciado de tu vida.

Juego prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora