Capítulo 6) Seis meses

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El Lamborghini de Sebastián giró a la derecha por última vez aparcandose frente a una casa gigantesca con enormes edificaciones arquitectónicas

El Lamborghini de Sebastián giró a la derecha por última vez aparcandose frente a una casa gigantesca con enormes edificaciones arquitectónicas

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-¿Qué haces? -exclamó Sophia viendo la acciones de Sebastián

-Tenemos por costumbre cargar a la novia para entrar a la villa al momento de la luna de miel - respondió él mientras atravesaba el umbral.

Sophia le echó los brazos al cuello, sus pechos rozando el torso de Sebastián, su perfume envolviéndolo. Intentó no mirar su boca, intentó no recordar lo que había sentido al besarla, pero su sabor se había quedado con él. Era una potente poción, tan adictiva como una droga. Probarla una vez no era suficiente, nunca sería suficiente. Pero siempre lo había sabido. Había luchado contra ello durante mucho tiempo hasta esa noche en sus aposentos...

La deseaba, pensó mientras la dejaba en el suelo.

Anhelaba volver a tocar su cuerpo y adentrarse en su interior de una sola embestida.

La oyó contener el aliento y vio que sus pupilas se dilataban cuando sus ojos se encontraron. La barrera de la ropa no era barrera en absoluto; al contrario, era como si estuvieran desnudos.

-¿Era necesario? -le preguntó ella rodando los ojos, seguía furiosa por la discusión de ayer-

-Por supuesto -respondió Sebastián.

-Nadie está mirando ahora, de modo que podemos volver a pelearnos como siempre.

Sebastián sonrió, colocando una mano en su trasero.

- Me gusta abrazarte. Y a ti también te gusta, ¿verdad?

Sus ojos eran piscinas de un tormentoso azul.

-Esto no era parte del plan -dijo ella, pero no dio un paso atrás. Al contrario, se acercó un poco más.

-¿No? Lo habías planeado desde el principio. -. ¿Y qué mejor manera que llevándome a tu cama lo antes posible?

-Yo no he planeado nada -replicó Sophia, sin aliento-.

Sebastián besó sus dedos, con las uñas pintadas de un rosa pálido. Estaban tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo. Olía a verano, a jazmín y a tentación. El roce de su piel no debería afectarlo de ese modo, pero era como si hubiera metido la mano bajo su pantalón para tocarlo...

Sebastián inclinó la cabeza para besarla por segunda vez ese día y, por segunda vez en su vida, fue como estar en medio de un terremoto.

Sabía dulce, a algo prohibido. No se cansaba de ella. La besaba con avaricia, como una bestia salvaje y hambrienta.

El deseo lo abrumó de tal forma que pensó que iba a explotar. Sintió que ella mordía su labio inferior y le devolvió el mordisco, deseándola como no había deseado nada en toda su vida. Jamás había deseado una mujer como lo hacía con Sophia Sanetti.

¡Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor!©/COMPLETA✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora