No.

9 2 1
                                    

Para muchas personas es muy difícil aceptar el rechazo sobretodo cuando se le rechaza a una persona tan altiva como ella. Pues Amelia sentía que le ardía la sangre cuando su familia le decía que no, pues no podían cubrir sus gastos ni lujos. Desde pequeña se vio rodeada de muchas carencias económicas, y a medida que fue creciendo ese estilo de vida le empezaba a molestar. No cabía duda que Amelia era una joven linda, de ojos grises y redondos, su cabello era tan oscuro como la noche. Sus labios bien formados eran tan rojos como el rubí. Volteaba cabezas donde quiera que pasaba, y ella estaba al tanto de eso y le sacaba el mayor provecho. Empezó como una broma en la escuela, sacándole botanas a sus compañeros o haciendo que le cargaran la mochila a la sala de clases.

A sus 14 años mientras regresaba a casa de la escuela, vio a un señor con muchas canas en un auto super lujoso acompañado de una joven muy bella que vestía lo que ella siempre quiso vestir. Sus ojos brillaban, ella quería verse así, y sobre todo andar en un coche así.

                                                                                                          -
Amelia y su familia frecuentaban el nuevo centro comercial en el corazón de la ciudad, no para comprar nada ni mucho menos gastar lo poco que tenían, simplemente para pasar el rato en familia y ver lo lindo que era la gran infraestructura con sus tiendas lujosas y demás. A la Amelia de 7 años se le iban los ojos al ver tantas luces y ropa tan linda, y sobre todo los peluches enormes y tan suaves que vendían.

-mami, mira aquel osito blanco tan lindo, me gusta mucho mami, ¿me lo compras?  -Su mamá con un nudo en la garganta le dijo que costaba demasiado dinero y que, lastimosamente, no se lo podía comprar, pero que si se portaba bien pues quizás Santa le regalaba una muñeca para navidad.
A Amelia se le humedecieron los ojos pues no entendía por qué solo en navidad le prometían comprarle algo.
-pero mami... es un peluche hermoso - le dijo con voz dulce a su madre que se encontraba afligida por lo que cenarían esa noche.
-Amelia, ya te dijo tu mamá que no. - le dijo su padre con voz suave.
-pero mami...- volvió a insistir Amelia.
-  Por última vez no, y no es ¡NO! -gritó su madre sin pensarlo. - Ya te dije que en Navidad tendrás una muñeca nueva.
- Yo no quiero esas muñecas feas del mercado, yo quiero un peluche grande como ese. -señaló Amelia al gran peluche blanco detrás de la vitrina.
-No hay dinero para un oso, entiende que no lo hay.- le dijo su madre desesperada por el berrinche de su hija.
- 'TE ODIO MAMI, TE ODIO! - Amelia salió corriendo del lado de su familia, su papá solo miraba boquiabierto la situación mientras agitaba la cabeza en negación al ver la actitud de su hija.
Mientras Amelia corría, chocó con una mujer que vestía un vestido bellísimo de seda, y unos tacones de suela roja. Amelia se deslumbró y le dijo a la mujer que ella quería unos zapatos igualitos a los de ella. La mujer se agachó y le dijo que para lograr eso, debería de enamorar mucho a un hombre y este le compre todo lo que ella quisiera. Los papás de Amelia la lograron alcanzar y escucharon lo que la elegante mujer le había dicho.
Su papá temeroso de lo que su hija llegase a hacer en un futuro le aconsejo que para lograr ser como la elegante mujer y mucho más s, ella debía de estudiar mucho y trabajar duro para poder ser alguien en la vida. Pues el camino fácil siempre tenia un alto precio.

Y no se equivocó.

                                                                                             -
Amelia se quedó sin habla al ver como el hombre canoso le regalaba un bolso azul precioso a la bella mujer. Ella también quería uno. Y ya estaba harta de pedirle cosas a sus padres y que siempre le dijeran que no. Aunque pensó que esta vez seria diferente ya que iba a cumplir 15 años y pues, ¿quién le puede negar algo a una quinceañera? Había pasado meses planeando su fiesta de quince años, y comentándoselo a sus padres para que ellos entendieran el mensaje y se la hicieran justo como ella quería.
Cuando llego a su humilde casa, se encontró a sus padres llorando.

-Amelia ven, siéntate. Tenemos que hablar contigo. -musitó su padre.
-Dime pa...- alargó ella.
-Pues a como sabrás, ya hace un tiempo he estado considerando la idea de irme al extranjero para poder darles una vida mejor, y resulta que tendré que salir mañana en la mañana. - le dijo su padre con un rostro lleno de tristeza, pues la idea de dejar solas a las mujeres que mas amaba, le partía el corazón.
-Ya era hora, no aguanto mas vivir en la miseria. Me da gusto por ti papi, pero me imagino que antes de irte dejaras el dinero para mi fiesta de ensueño ¿verdad? -dijo Amelia sin importarle que no vería más a su padre.
-Amelia, de verdad que estás mal,  tu padre se va y tú solo piensas en tu fiesta, enserio que no tienes ni un poco de consideración con tu pa...- Mira Angela, me da igual si se va a la China, pero yo merezco una vida mejor y ya es tiempo que me la den. - Le cortó Amelia a su madre.
Su madre no podía creer lo que su hija decía, se molestó tanto al seguir escuchando como Amelia decía que le daba igual lo que sucediera con su padre, que ella solo quería su fiesta de quince años y todos los lujos que se merecía.

Su madre la abofeteó tan fuerte que le dejó la mano pintada en la cara.
Su madre le gritó tan fuerte que hasta los vecinos se dieron cuenta de lo que sucedía.
Su madre, sin titubear, le dijo que se olvidara de su dichosa fiesta y que se fuera haciendo la idea de que no la tendría de ninguna forma ya que no podían costearla.

Y ahí estaba otra vez esa palabra que tanto odiaba. Ya estaba harta, harta de todos, de vivir en la miseria, de no poder tener su fiesta, estaba harta de sus padres y sobretodo estaba harta de que le dijeran que "NO".
Pero ella se prometió esa mañana mientras veía a su padre marcharse y a su madre llorar, se prometió que nunca más nadie le diría que no, pues ella estaba segura que se merecía el mundo entero en la palma de sus manos, y se acordó de lo que la mujer elegante le aconsejó hace años, y así lo haría.

Enamóralos, úsalos y déjalos. - Se repetía Amelia una y otra vez mientras ajustaba más su ropa para hacer resaltar su cuerpo y atraer miradas.

Y si no eres tu, entonces ¿quién?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora