Gio

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A diferencia de lo que muchos creían, Giovanni no era un mujeriego, ni mucho menos una persona superficial. A pesar de ser un hombre demasiado guapo y con demasiado dinero, jamás se dejaba deslumbrar por lujos ni por mujeres ya que sabia que todas andaban detrás de lo mismo. Pero, de vez en cuando se permitía salir a disfrutar de su bien trabajado dinero, y gastaba sin pensarlo, así como planeaba hacerlo esa noche.

-Hola.-respondió un poco seco, pues sabia lo que ella andaba buscando.
-Mucho gusto, ¿cómo te llamas?-le preguntó Amelia con los ojos brillantes ante hombre tan hermoso.

Giovanni no respondió y se dio la vuelta para continuar con su camino. Esto obviamente no fue algo agradable para Amelia, pues nadie la dejaba con la palabra con la boca, pero eso se lo dejó pasar ya que ella pudo notar la ropa que el traía puesta y del carro que se bajó, sin duda alguna, no era un hombre cualquiera, ni mucho menos sencillo de conquistar, debía de hacerse ver muy deseada, intrigante, respetuosa y sobre todo obediente, ella tenia la noción de que a esos hombres poderosos le gustaban las mujeres dóciles.

-¿Te las estás pasando bien?.-insistió Amelia.

A Giovanni no te impresionaba su insistencia porque ya sabia lo que andaba buscando y eso no iba con él, así que no le respondió. Pese a que Amelia andaba radiante esa noche, lucia un vestido verde oscuro hasta la rodilla, con un escote leve que dejaba ver lo blanco que eran sus pechos. El labial rojo hacia un contraste perfecto con sus ojos grises y redondos, y el cabello ondulado le daba una gran profundidad a su rostro. Definitivamente es muy guapa.-pensó para si mismo Giovanni.-pero es igual a todas.

Permiso.- le contestó tajante y desapareció en la multitud.

A Amelia le ardía el rostro de la vergüenza y sobretodo de la cólera. Nadie la había rechazado, y su actitud le hizo recordar a sus padres, que todo le negaban, y ella se prometio que Giovanni de Leon iba a ser suyo sin importar qué.

Bueno, una presa difícil de roer, pero no imposible.-concluyó.

Giovanni era un hombre muy conocido, y super deseado. Así que no le era difícil encontrar pareja ni mucho menos llamar la atención de todo el mundo. Se sentó en una silla de la barra que permitía ver la pista de baile. Pidió un trago de vodka, y lo disfrutó mientras veía como las chicas bailaban sensualmente mientras le guiñaban el ojo.- patético.-pensó él. Aun así se permitió seguir viendo ya que no tenia nada mejor que hacer.  Y entonces la volvió a ver, y Amelia hacia justamente lo contrario, no bailaba, sino que estaba de pie en un circulo de gente, mientras le contaba al saber qué cosa, pero que los hacía reír. Le dio mucha curiosidad saber qué  podría decir ella para tenerlos tan cautivados. Una mujer de la noche usualmente no es tan interesante.- pensó Giovanni. Y la verdad que la curiosidad le estaba picando en la nuca ya.

Y ahí yacía el error.

Amelia no era una mujer de la noche, sino una mujer estudiada que le gustaba  vivir bien pero sin esforzarse mucho. Ambiciosa dirían unos, puta la llamaban otros, pero ella daba su compañía a cambio de lujos y vaya que si sabia entretener.

                                                                                                      *
Giovanni de Leon había nacido en la cumbre del dinero, tenia todo lo que cualquier niño desease, pero el no le pedia nada a la vida, solamente quería a su familia unida y a su madre con salud. Pues ella padecía de cáncer de seno, y se encontraba muchas veces en el hospital, por lo cual, el pequeño Giovanni no la miraba mucho. Su padre estaba en la cabecilla de las empresas de la familia, y con la ausencia de su mano derecha, casi nunca pasaba tiempo en casa. Pues todo era trabajo y hospital. Los padres de Giovanni eran gente muy culta, social y muy pero muy noble. Le habían enseñado a su hijo el valor de la vida, y de que había mucho mas en la vida que el dinero, que no se dejase deslumbrar por lo superficial ni mucho menos por las cosas que las personas llegaban a hacer por dinero. Eso el lo había entendido muy bien.

Angela de Leon falleció un día antes de que Giovanni regresase de la escuela a la que había sido internado en Italia. Tenia 16 años, y él nunca iba a olvidar lo que su madre le había enseñado y lo mucho que la iba a extrañar.

El fallecimiento de su madre lo hizo un hombre frio con las mujeres ya que el pensaba que todas lo buscaban por su dinero. Se enfocó en sus estudios, y mas tarde en la empresa. Y eso era lo único que giraba en la mente de Giovanni, o al menos eso pensaba él.

Su padre, don Lorenzo de Leon, era un hombre alto, formidable, y a pesar de tener cincuenta y tantos, se consideraba en la alta sociedad como un hombre muy deseado, pero a eso a él le importaba poco, pues él solo vivía con la memoria de su difunta esposa, y con las esperanzas de que su único hijo le diera algún día muchos nietos, así como lo quería también su mujer.

Una semana antes de que Gio- a como lo llamaba su mamá- regresase de Italia, había discutido con su padre por el mismo asunto de la herencia. Él no estaba listo para sentar cabeza pues decía que la mujer que escogiese debía de ser desinteresada como su madre y con el mismo corazón bondadoso. Y él  sabia que por su posición social, le iba a ser muy difícil encontrar a esa mujer.

Jamás  pensó Giovanni poder encontrar tal mujer, o ¿tal vez si?

                                                                                                                   *
Giovanni no aguantaba más, quería saber de qué hablaba ya que el circulo cada vez crecía más. Se acercó a la multitud y escuchó a Amelia narrar una historia de la manera más  cómica e inocente diría el. Sabia que los hombres ahí la escuchaban para poder tener una oportunidad con ella, y las mujeres se quedaban ahí para poder tener mas acceso a los hombres ya que Amelia sin duda alguna se robaba las miradas de casi todos.-menos de mi- pensó  incrédulo, pues ya se encontraba casi a la par de ella preguntándole si quería un trago. 

Esta vez, Amelia decidió que las cosas serian a su modo. Ella sabia que a un hombre como Giovanni solamente se le podía llegar a través de la conversación, de jugar con su mente, y ella estaba dispuesta a seguir con su juego así que sin más pensarlo, Amelia terminó su anécdota. Se abrió de paso entre la multitud y salió con pasos grandes de la disco sin voltear atrás por unos segundos.

Giovanni confundido por su reacción le siguió el paso, y al salir la quedó viendo. Ella sabiendo lo que hacia, se volteó tan sutilmente hasta tenerlo de frente y solamente le susurró -Buenas noches, Gio.

Y eso era más que suficiente para Giovanni, esos ojos grises definitivamente eran diferentes, ninguna mujer lo había dejado así, como un témpano, pensante. Ni mucho menos, ninguna mujer (aparte de su madre), lo había llamado Gio.

Y si no eres tu, entonces ¿quién?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora