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Esa misma tarde Pablo sintió que capaz Lionel tenía razón y cinco vueltas eran pocas, el salón no era muy grande y si quería dejar que sus alumnos jueguen al fútbol todo lo que quieran, usualmente ocupando toda la hora, no alcanzaba. Por lo que decidió dejarse llevar por la crítica de su compañero, haciendo que todos los adolescentes se quejen por ahora tener que trotar diez.

Él no había tenido intención de ofender a Scaloni con su comentario, se sabe desde siempre que ambos tienen formas distintas de dar la materia. Mientras que a Lionel le gusta que sus alumnos hagan un poco de todo, Pablo le recuerda lo irritante que le resultó cualquier actividad que no sea fútbol en las horas de educación física durante el secundario, por lo que prefiere darles un poco más de libertad.
Para ser sinceros se sentía un poco culpable, la respuesta de su colega, por mas que haya sido la misma que la de el, llevó un tono más pasivo-agresivo. Es por esto que durante la noche, al ya estar más relajado en su casa, decidió hacer uso por primera vez del número de celular del más alto para mandarle un mensaje.

"Hola Lionel, disculpa la hora y la molestia. Quería pedirte disculpas por mí comentario de hoy, estuvo un poco fuera de lugar y me quedé pensando en que podía haberte ofendido lo que no fue mi intención."

Mandó el mensaje y mientras esperaba respuesta, si es que iba a haber alguna, sus nervios aumentaban, tanto que notó cómo su gato se alejó completamente de él. No entendía el porque de tanto nerviosismo. Para su mala suerte se iba a ir a dormir sin que llegue alguna.
Scaloni había leído el mensaje ni bien lo recibió pero no contestó, seguía un poco enojado y cuando se pone así no actúa con claridad.

Ya era miércoles, y tal cómo esperaba, los alumnos de Scaloni pasaron toda la hora quejándose de su dolor muscular a causa de no haber estirado bien la clase anterior.
Cuando terminó uno de ellos se le acercó, "es malo usted profe" Lionel frunció las cejas.

"¿Por qué Enzo?" le preguntó a su alumno, colocando una mano en su cadera.

"Mis amigos de la tarde estaban re enojados porque el profe Aimar los hizo trotar diez vueltas, y dicen que seguro fue porque usted le dijo algo" el menor no le dio tiempo a responder, ya se había ido.
Mirá vos pensó Scaloni. Ahora se sentía un poco, solo un poco mal por no haberle respondido su mensaje.

Esta vez estaban solos en la sala de profesores, Aimar no se había dado cuenta que el otro había entrado, estaba de espaldas sirviéndose, por el olor, una taza de café.

"Pablo" lo llamó Lionel justo cuando éste se daba la vuelta, asustándose y dejando caer la taza al suelo.

"Pero la concha de la lora" puteó el de rulos mientras buscaba algo para secar el desastre.

"Dejame que te ayudo" le pidió Lionel agachándose a juntar pedazos de taza rota mientras Aimar secaba con servilletas el desastre que se había hecho en el piso, por suerte no se había manchado. "Perdón por no responder tu mensaje, lo ví pero estaba haciendo cosas y después me olvidé" mentira "mi comentario también estuvo fuera de lugar".

"No pasa nada Scaloni, olvidate" Pablo se apoyó de brazos cruzados contra la mesa y miró desde arriba a Lionel que todavía estaba agachado, directo a los ojos. Ambos sintieron, sin saberlo, sensaciones parecidas en este momento, lo más cercano a una mariposa en el estómago, pero lo ignoraron, de la misma manera que ignoran siempre la tensión que los rodea, haciéndola pasar por laboral.

Esa misma noche, ya acostado Lionel revisitó el momento y se dio cuenta de lo poco que sabe sobre su compañero, solamente que es oriundo de Río Cuarto y, gracias a los comentarios que escuchó un día de las profesoras de inglés, es soltero.
Sintió curiosidad por saber más sobre él y fue ahí cuando decidió tomar su celular y usar como raras veces había hecho su cuenta de instagram. Encontró el perfil de su colega y suspiró al ver que era privado. Después de una rápida googleada sobre cómo funcionan las solicitudes de seguimiento se dio cuenta que no podía y no iba a hacerlo.
Pero el destino quiso algo distinto, porque cuando estaba a punto de bloquear la pantalla e irse a dormir, su perro saltó a su cama, y se sobresaltó de la misma manera que Pablo, también dejando caer lo que tenía en sus manos. Mala suerte o buena su celular cayó directo sobre su cara, terminando con lo que creyó fue su nariz, apretando el botón azul.

Y tal vez, no eran tan distintos como pensaban, porque del otro lado, Pablo se debatía sobre si hacer o no exactamente lo mismo cuando le llegó la notificación.

sala de profesores | scaloni x aimarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora