Ginger Bunny era, sin lugar a duda, uno de los personajes más queridos por todos los jugadores de FortFate. Por todas partes se vendían playeras, posters y muñecas con la imagen de la famosa conejita. Pero lo que nadie sabía, es que detrás de esas largas orejas se escondía un dolor tan grande como el océano.
Sí, todos la querían, siempre y cuando estuvieran jugando con ella, pero cuando la partida terminaba, la volvían a encerrar en ese calabozo cibernético tan frío, en el que nadie la volteaba siquiera a ver.
Ginger soñaba con poder tener una existencia completa; con ser capaz de caminar como ella quisiera, hasta poder encontrar por lo menos a un solo amigo real que le hiciera compañía.
Pero ella sabía que eso era imposible. A pesar de tener inteligencia propia, no tenía un cuerpo físico, requisito fundamental para poder funcionar dentro del mundo de los humanos.
No, no había forma alguna de que ella saliera del videojuego hacia el mundo de los humanos, pero... ¿y si hubiera una forma de que algunos humanos la acompañaran para siempre?
Queriendo encontrar alguna respuesta a sus dudas, la conejita aprovechó el par de horas que FortFate estuvo fuera de línea por mantenimiento para conseguir bastante información.
En ese lapso de tiempo averiguó que existía un tipo de magia muy extraño, capaz de utilizar los elementos del ciberespacio para modificar la realidad tangible.
Cuando el juego volvió a estar en línea, los usuarios de Fortfate se quejaron de que el diseño de Ginger Bunny había cambiado de una forma extraña. Sí, ella seguía siendo la misma conejita sensual, pero su traje había pasado de un rosa pastel, a un negro azabache, además de que su rostro eternamente sonriente, ahora parecía estar lleno de ira.
Pero eso no fue lo más extraño. Días después de ese cambio, se comenzó a esparcir el rumor de que varios jugadores de FortFate habían sido encontrados muertos en sus casas sin motivo aparente. Todos ellos tenían tres cosas en común: eran varones, solitarios y acababan de terminar una partida del juego, utilizando a Ginger Bunny como personaje. Curiosamente, todos los fallecidos habían sido encontrados sonriendo dulcemente ante la nada.
La policía se dedicó a buscar a un asesino que sintiera rencor por jóvenes inadaptados. ¡Vaya tontos! Pero por una parte, era mejor así. Un montón de solitarios habían sido salvados de una existencia vacía, y una conejita finalmente había encontrado amigos que jamás la abandonarían.