Anthony y yo nos encontrábamos en una cocina que tenía una encimera al estilo americano. Yo estaba sentada sobre la mesa mientras observaba cómo él cocinaba. En realidad, me gustaba mirarlo porque siempre andaba muy concentrado cuando intentaba impresionarme con algún plato que había visto en alguna publicación de Instagram. No nos conocíamos desde hace mucho, pero nos entendíamos bastante bien.
Un ruido seco interrumpió mis pensamientos. Alguien aporreaba la puerta con insistencia y no parecía tener ningún interés en esperar. Abrí la puerta lo más rápido que pude. Una señora un tanto siniestra aguardaba en la puerta.
- ¿Quién es? - preguntó Anthony desde la otra habitación.
- ¿En qué puedo ayudarle? - pregunté a la mujer.
Anthony se acercó a la puerta y se colocó detrás de mí.
- Seguidme... - dijo ella con un tono firme que no admitía un no por respuesta.
- Perdone, ¿está usted perdida? ¿Necesita ayuda? - insistió Anthony.
Una mirada penetrante le quitó las ganas de seguir preguntando.
- ¿Seguirle a dónde? ¿Quién es usted? - decidí preguntarle.
La mujer me agarró el brazo con fuerza y me susurró al oído: <<Niña, cállate y seguidme>>.
- Bien, pero déjeme un segundo que voy a apagar el horno - dijo Anthony. La señora asintió con cierto desdén.
La verdad era que ninguno de los dos nos fiábamos de ella. Anthony volvió rápidamente y salimos del apartamento. La mujer nos señaló el ascensor. Una vez dentro, miré a Anthony. Él me indicó con la mirada que buscase el bolsillo de su pantalón. Rápidamente, me mostró su navaja, aquella que llevaba consigo siempre.
Las puertas del ascensor se abrieron. ¿Dónde estaba el vestíbulo? ¿Qué broma de mal gusto era aquella? Ante nuestros ojos se mostraba un pasadizo con muy poca iluminación. Al llegar al final, había una bajada con un suelo formado por chapas no muy bien soldadas. Parecía la puerta de una nave alienígena de esas que se pueden ver en algunas películas. Para nuestra sorpresa, había un montón de gente saltando de una en una intentando no caerse al vacío, ¿supongo?
- Perdone, pero... ¿qué es esto? ¿A dónde nos llevan? - pregunté asustada.
Pero nadie me escuchó. La señora que nos había acompañado hasta ese momento había desaparecido.
- Anthony, ¿qué hacemos? - susurré mientras lo miraba.
- No sé qué coño es esto, pero solo podemos averiguarlo si llegamos hasta abajo - me dijo no muy convencido mientras observaba el panorama que nos esperaba.
Nos acercamos a las primeras. Eran muy inestables y resbalaban un poco. Además, había varios huecos entre ellas. Un paso en falso y todo se habría acabado.
Anthony miraba las chapas sin dar un paso hacia ellas. Tenía miedo a las alturas y por muy decidido que aparentaba ser por fuera estaba bloqueado.
- Anthony, mírame - dije cogiéndole una mano y mirándole a los ojos. - ¿Recuerdas el parque de tirolinas al que fuimos una vez? Que nunca habías hecho nada parecido y aun así, no te detuviste, solo seguiste avanzando sin pensar. Pues esto es similar. No lo pienses y sigue avanzando. ¿Lo haremos juntos, vale?
Parecía que lo había convencido. Yo, sin embargo, estaba asustada. Espero que, en mi caso, esto no se pareciese a aquel día de las tirolinas, porque entonces solo sería cuestión de segundos que perdiese mi vida sin tener la oportunidad siquiera de decirle a Anthony lo que sentía por él. Solo éramos buenos amigos, pero para mí había empezado a significar algo más.