Park Jimin, un chico solitario y con severos problemas mentales, vive en un mundo en su cabeza donde todos le mienten, encontrándose con voces distorsionadas que lo llevan a la locura una y otra vez sin cesar. Queriendo escapar de aquella oscuridad...
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☆
El muchacho rubio continúo su curso caminando con rapidez por las calles de Busan.
Ya sabía dónde estaba viviendo actualmente su amigo Jeon Jungkook. Quien se había casado.
¿Cómo supo? Se enteró antes de entrar a ese desagradable lugar.
Al estar muy metido en sus pensamientos choco con alguien, que al mirar su rostro abrió los ojos de par en par.
— ¿Jimin...? —nombró al contrario algo asombrado.
El rubio alzó la mirada para encontrarse con la de su viejo amigo Jungkook.
— Jungkook... —lo miro sorprendido. Se dieron un abrazo para separarse.
— ¿Que sucedió? Oh Dios, los chicos y yo fuimos a tu casa, tu madre nos dijo que estabas en un hospital. —hablo con preocupación el pelinegro.
Es una estúpida mentirosa, dijo que no hablaría con nadie de eso. Pensó el rubio con enfado.
— Si... Estuve allí... Pero pude salir. —afirma mirándolo.
— Que bueno, y una pregunta... ¿Por qué tu madre hizo eso? —pregunto confundido.
Te quería llevar a las mentiras...
Escucho la voz y miro hacia el suelo.
— No lo sé... —hablo con seriedad.
— Amigo... Puedes contarme, tranquilo... Confía. —habla tomando su hombro.
No confíes... Te está mintiendo Jimin... Solo hace eso, el también piensa que estás... Demente.
El rubio miro a su amigo serio.
— Me tengo que ir... —dice frío para levantarse.
— Jimin... Amigo no puedes estar solo por ahí... Vamos, puedes quedarte en mi casa, a mi esposa no le molestará. —angustiado habla.
El rubio lo miro con desconfianza. Para negar.
No podía... No podía confiar, no quería caer en la mentiras.
Lo miro son seriedad...
Era su amigo de la infancia...
¿Cómo no podía tan siquiera confiar algo en él? Pasaron por mucho juntos. Estuvieron en los peores momentos.
— Está bien... —murmura el pelirubio, el dientes de conejo sonrió.
(...)
Llegaron en la camioneta del pelinegro, para bajar y dirigirse a una linda casa, era sencilla y de color gris claro, que con solo verla expresaba calidez y armonía. Se adentraron a esta con tranquilidad.
— Perdón si hay algo de desorden, mi esposa y yo solemos salir mucho. —Habla algo avergonzado.