Vecino

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El delicioso olor a tomate y queso derretido indudaba la cocina, lo que le indicaba a Marco que la comida estaba lista. Sacó del horno el refractario de vidrio y lo colocó sobre la mesa.

Cortó una rebanada, e hilos de jugoso queso se desbordaron de ella. Disfrutó del sabor de la leche fresca, y de la suave y esponjosa pasta. Su paladar estuvo deacuerdo en que la lasaña habia quedado perfecta.

Tocaron a su timbre y mientras se quitaba el guante de cocina se preguntó quien podría ser. Niguno de sus hermanos le habia avisado que lo visitaría y no esperaba ningun paquete de algo que hubiera comprado en línea.

Cuando abrió la puerta en lugar de ver a alguno de sus hermanos -que lo visitaban con bastante frecuencia-  se encontró con un chico bastante joven. Tenia cabello color azabache y bonitas pecas en su rostro que lo hacian lucir infantil, vestía una camisa holgada de color narnja y unos pantalones grises deportivos.

Se veia bastante informal y cómodo.

Lo observó con detenimiento, era bastante bonito y joven, con una complexión delgada y rostro de ángel, Marco pudo percibir su suave y dulce olor de omega, y quedó encantado, a su lobo le gustó aquel chico.

—Eh... Lo siento, esto es vergonzoso, pero tu comida huele deliciosa y... con mi embarazo los antojos son terribles... -El chico colocó sus manos en su estómago y Marco pudo ver que al menos tenía tres meses de embarazo, su estómago apenas estaba grande. —¿Te importaría compartir un poco?

El sonrojo en sus mejillas pecosas lo hacía lucir increíblemente adorable, su vergüenza y cuanto le habia costado decirlo hizo que Marco se derritiera.

¿Como podia negarse? Negarle un antojo a una persona embarazada seria lo mas terrible que podría hacer.

—No es molestia, hice bastante comida, espera aqui. -Le pidió mientras entraba a su casa con rapidez.

Marco agradeció haber hecho suficiente comida para compartir. Su refractario era grande por lo que habia hecho mucha comida, tenia planeado repartirlo el dia siguiente en el trabajo con sus hermanos, pero eso ya no sería necesario.

Marco sirvió la mitad de lasaña en un tuper grande y cerró con tapa para que se mantuviera el calor de la comida recién hecha.

—Aqui, está. -Marco regresó con el omega que lo esperaba en su puerta aún algo apenado.

Cuando el rostro del omega se iluminó al tomar la comida Marco se sintió satisfecho.

—Muchas gracias, lamento haber interrumpido tu comida. -Agradeció radiante.

Marco cayó por su cara bonita, ese chico era precioso y su estómago abultada era adorable. La maternidad le sentaba bien.

—No es nada, me halaga que el olor de mi comida te haya gustado. -Marco intentó restarle importancia —¿Vives cerca? No te habia visto antes.

—Me mudé ayer a la casa de al lado.

Marco se sorprendió cuando el pequeño omega señaló la casa en la que vivía su mas antipático vecino; un anciano gruñon y cascarrabias que jamás habia respondido a sus saludos, excepto cuando dejaba salir ese bufido de clara molestia que Marco dudaba fuera un saludo.

—¿Compraste la casa?

—No, me mudé con mi abuelo -El omega explicó.

—¡¿Él es tu abuelo?! -Preguntó Incrédulo.

¡No se parecían en nada! El omega era un ángel y el anciano un cascarrabias de dos metros con rostro aterrador. Totalmente distintos.

—Si, vivía lejos con una amiga cercana de mi abuelo, pero tras mi embarazo decidí volver.

Mi vecino omegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora