Capítulo 1

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CAPÍTULO 1

—Aquí está su pedido. Que lo disfrute y que tenga una feliz navidad.

Adrien recibió la caja negra con el lazo rosa y salió del abarrotado establecimiento.

El frío calaba, las personas se amontonaban caminando en las calles con premura. Todos buscando un detalle de última hora o estaban ansiosos por llegar a sus casas para escapar del frío.

Claro que la decepción del año estaba presente, las calles no se habían cubierto de nieve y parecía que ese día en especial tampoco iba a ser la excepción. La blanca y pristina noche navideña, quedaría reducida a precipitaciones furiosas nada más, con los cielos encapotados en oscuras nubes que dentro de poco arremecerían con lluvia. O al menos ese era el nada halagador de los pronósticos que había escuchado por la mañana al salir de casa.

Por suerte para él, quedarse varado en su hogar junto con su prometida no era para nada poco alentador. Sobre todo porque sería la primera navidad que pasarían como pareja, sin familia que atender ni responsabilidades a las que estar pendientes; solo ellos, una agradable cena, un intercambio de obsequios que pretendía fuera rápido y luego un salto hacía la habitación donde dejaría la casta diversión de lado y se adentraría a terrenos más perversos.

Sería una desconexión total para ambos durante los próximos dos días donde solo la tendría para él y no compartiría ni su atención ni su tiempo con nadie. Claro que egoísmos como aquellos se lo guardaba para sí mismo. Si alguien pudiera leer sus pensamientos, primero que nada tendría que silenciarlo. Bajo las capas de cortesía y la sonrisa amable existían secretos perversos que solo su novia comprendía, pero lejos de ellos; si alguien pudiera leer sus pensamientos, pensarían que era un inmaduro e infantil. Y no podría culparlos, ni tampoco le importaría en lo más mínimo. Monopolizar a su prometida por algunos días había sido un obsequio muy esperado; había tachado día por día en el calendario, ansioso por la espera.

La dulce y agonizante expectación había valido la pena si el premio final era ella.
Aunque, claro, bien sabía que cualquier esfuerzo valdría la pena si al final del camino se encontraba esa mujer.
Esa era una de las razones por las que le gustaba definirse como un hombre de gustos sencillos, le bastaban muy pocas cosas para ser feliz; comida, agua, un techo sobre su cabeza, una cómoda cama y a su futura esposa.

Simple, terrenal, genuino. Ni más ni menos.

El móvil le sonó y no tardó en sacarlo del bolsillo interior de su abrigo, mientras iba camino a su auto. Rodeó un par de señoras, que iban tomadas del brazo y se detuvieron frente al escaparate de una tienda de ropa alegremente decorada.

—¡Hey, hermano! ¿cómo va todo? — la voz entusiasmada de su amigo Nino, le sacó una pequeña sonrisa.

—Todo bien en este lado del mundo, ¿qué tal están las cosas allá? — preguntó, deteniéndose junto a su coche.

Houston, tenemos un problema [Multiship MLB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora