¡ quince !

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El primer día después del incidente, ni Seungmin ni Jeongin aparecieron por el instituto. Hyunjin se sentía raro sin la presencia del omega a su alrededor, sin su brillante sonrisa, sin sus mejillas sonrojadas y sin sus dulces palabras. Se sentía vacío e incompleto, y su humor decayó notoriamente. Le dedicaba miradas asesinas a todo aquel incauto que se atrevía a pasar por su lado, e hizo llorar a un grupo de alumnos de primero por estar parados en frente de su taquilla. Por primera vez, la leyenda del malvado Hwang Hyunjin se estaba haciendo realidad.

El segundo día, el puño de Seungmin rompiendo su nariz le dio la bienvenida. Todo el mundo contempló incrédulo como el omega golpeó al alfa con todas sus fuerzas. El pecho de Seungmin subía y bajaba con furia, y sus puños permanecían apretados a sus costados.

— ¡Tú no mereces ser llamado alfa, Hwang Hyunjin! —el encorelizado grito del omega resonó por todo el instituto.

Hyunjin sostuvo su nariz, sintiendo una fuerte punzada de dolor y la sangre cubrir sus manos. Miró a Seungmin, el chico parecía realmente capaz de matarlo en esos momentos, y él sabía el motivo. Realmente no podía culparle.

— ¿Jeongin está...

— Mal, está mal —acortó Seungmin—. Le has destrozado, se siente usado y roto. ¡¿Qué clase de persona rechaza así a su pareja destinada?! ¡No eres más que un cobarde!

Pareja destinada. Aquellas palabras golpearon a Hyunjin con la fuerza de un martillo neumático. Jeongin también lo había sentido así. Nunca creyó que su propia estupidez pudiera llegar a esos límites.

— ¿Él quería que lo marcara? —preguntó incrédulo.

Seungmin empezaba a creer que quizá Hyunjin no era malo, quizá sólo era imbécil.

— Oh, pero ¡tú...! ¡Claro que quería que lo marcaras, hombre! ¡Está loco por ti, su celo se adelantó por ti! ¡¿Qué te esperabas, un polvo y adiós muy buenas?! —cada vez parecía más enfadado, ni siquiera le importaba la gente que observaba curiosa a su alrededor— ¿Sabes? Nunca me gustaste, pero pensé que incluso tú serías capaz de ver que Jeongin es la persona más maravillosa del mundo. Te había tocado el mejor premio y tú lo has despreciado y has roto su corazón.

Hyunjin se sentía como la mierda más grande de todo el universo, Seungmin tenía razón, era un cobarde y un intento fallido de alfa. Aquellas palabras no le dolieron, porque él sabía que eran ciertas; lo que de verdad le dolía era saber que había herido a Jeongin.

— Sí que lo ví —respondió finalmente.

Seungmin pareció confundido.— ¿Cómo?

— Sí que ví que Jeongin era la persona más maravillosa del mundo, siempre lo ha sido. Lo supe desde el maldito momento en el que entró por la puerta y su aroma me impactó, supe que él estaba hecho para mí, y que mi único propósito en la vida era estar con él. Seungmin, tú no lo entiendes, yo no quería usar a Jeongin. Estoy tan malditamente enamorado de él que a veces creo que estoy perdiendo la cabeza, y sólo quiero protegerlo, meterlo en una caja de cristal para mantenerlo a salvo y que nadie pueda acercarse a él. Porque me vuelvo un cabrón posesivo cuando se trata de Jeongin, porque lo quiero sólo para mí. ¡Claro que sé que es maravilloso, joder! Hasta mi subconsciente lo sabe y me lo recuerda cada noche en sueños. Por eso pensé que nunca querría estar unido a mí. ¡Mierda, si tú mismo lo has dicho! No merezco llamarme alfa, soy un desastre. La gente me teme y soy incapaz de relacionarme con más personas. Pensé que nunca sería suficiente para Jeongin, y ahora... ahora yo le he hecho daño y me gustaría poder hacer que todo el dolor que está sintiendo volviera a mí, pero multiplicado por mil, porque me merezco sufrir por haber herido a lo único bueno que me ha pasado en la vida —dijo, con la desesperación y el más profundo dolor marcando sus palabras.

Seungmin se quedó sin palabras. El público improvisado había comenzado a dispersarse en cuanto dejaron de gritar, y ahora sólo quedaban ellos dos, parados en medio del pasillo, mirándose fijamente.

Si el castaño le contara a alguien que había visto lágrimas anegadas en los ojos de Hwang Hyunjin, no lo habrían creído. La sinceridad arrolladora en las palabras del mayor y el dolor en su mirada, calaron en lo más hondo del omega. Finalmente, suspiró.

— Realmente lo amas, ¿no es así?

Hyunjin asintió lentamente, con una sonrisa triste en sus labios.— Con toda mi alma.

Seungmin sabía que no mentía, por mucho que le costara admitirlo. Podía entender los motivos de Hyunjin por muy estúpidos que fueran. Había querido proteger a Jeongin hasta tal punto que había terminado destrozándolos a los dos.

— ¿Sabes? A pesar de lo que pueda parecer, Jeongin es una de las personas más fuertes que alguna vez he conocido. Su madre trabaja mucho, tanto que apenas está en casa, y él lleva haciéndose cargo de su hermano pequeño desde que su padre murió, aún así se las arregla para ser el mejor de la clase. Siempre afronta la vida con una sonrisa, no importa lo duro que sea el problema que se le presente, él es optimista hasta niveles casi irritantes. No voy a mentirte, Hyunjin, lo has destrozado, nunca lo había visto tan mal. Pero si consigues arreglarlo, estoy seguro de que él podrá hacerle frente a todo lo que supone ser tu compañero.

Hyunjin parpadeó, con la boca abierta.— ¿Me estás diciendo que intente arreglarlo? —preguntó incrédulo.

Seungmin suspiró cansado.— Si por mí fuera, un platillo volante podría venir ahora mismo, abducirte y llevarte a un planeta extraño en el que nunca volveríamos a saber de ti. Pero estamos hablando de Jeongin, y estoy seguro de que no importa lo dolido que se sienta, sigue deseando estar a tu lado.

— Gracias, Seungmin, de verdad. Iré a buscarle ahora mismo.

— Sinceramente, no te lo recomiendo. Ahora está en casa de su tía, y es una mujer de armas tomar. Y por mucho que me gustaría ver como una señora de sesenta años te abre la cabeza con una sartén, no es la reconciliación que Jeongin se merece.

Hyunjin hizo el amago de una sonrisa. Había tomado una decisión. Era antinatural estar separado del amor de su vida, una blasfemia, algo irracional. Él iba a encargarse de ponerle remedio a aquello, aunque tuviera que contar todos los granos de arena del desierto del Sahara para conseguir el perdón de su dulce omega.

── intocable !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora