Invierno

676 80 80
                                    

Not Afraid

Voy a ser lo que me propongo, 
Sin duda
Y todos aquellos 
Que me miran sobre el hombro,
Voy a derribarlos
Not Afraid – Eminem

Cada cuatro años se celebraba el mundial de fútbol, la justa deportiva más importante del mundo, donde los aficionados corean gritos y porras a sus equipos, donde los límites entre naciones se borraban por completo uniéndolas en un solo lugar para volverse uno. Uno de los deportes más bellos que sacaba lo mejor y peor de su gente, donde las rivalidades se volvían más notorias, donde te hacías amigo del enemigo, era un momento de fiesta que duraba un mes, una competencia que se encontraba en su máxima celebración. 

Era cuestión de instantes para que se supiera quien sería el nuevo campeón del mundo, la gente empezaba a tomar su lugar en las gradas, se podía respirar el ambiente festivo en cada rostro pintado, cada bandera ondeada y cada grito a nombre de su país y su selección. 

Mientras en la cancha la gente se desgastaba los pulmones en porras para animar el lugar, donde la música y la fiesta se llevaba a cabo en espera del silbatazo inicial, en los vestidores el ambiente era uno completamente diferente. 

Tras las puertas de metal se alcanzaban a escuchar los murmullos de la gente mientras los jugadores tomaban los últimos momentos para concentrarse en lo que sería tal vez el momento más importante de sus vidas. 

Para Guillermo “Memo” Ochoa, no era tan diferente, el silencio le ayudaba a relajarse, su mente hasta hace unos días era una maraña de pensamientos autodestructivos que le erizaban los nervios, había recibido menos goles que el último mundial, había certeza de que serían ganadores, el trabajo en equipo era impecable y una buena dirección es lo que los ha mantenido hasta aquí, que los ha llevado hasta este momento. 

El barullo se sigue escuchando en la lejanía amortiguado por la puerta de metal que se abrió dejando entrar al técnico Rafa Márquez, que con una sonrisa llegó a darles las últimas palabras antes de partir a la cancha. 

Memo Ochoa apenas y escuchaba, su mente divagaba en los recuerdos y la sensación de calidez que el anillo de plata entre sus dedos le proporcionaba, era un regalo tan especial del que no se quería separar ni para dormir, se había vuelto su amuleto de la buena suerte y en este momento le estaba trayendo la calma ante la incertidumbre de lo que pasara en los próximos 90 minutos. 

—No olviden muchachos, son grandes, han logrado un milagro, hasta hace unas semanas nadie creería que llegaríamos tan lejos, que llegaríamos al tan afamado quinto partido, este es su momento y sin importar el resultado, estoy orgulloso de ustedes, de lo que lograron. Ganen  o pierdan, sus nombres estarán escritos con las leyendas. 

Los jugadores vestidos con las características playeras verde esmeralda se levantaron con enormes sonrisas, los nervios se fueron dispersando, el calor de la emoción empezaba a calentar sus extremidades y el corazón les palpitaba de alegría. 

Memo los veía, estaba tan feliz por ellos, ya que para algunos este era su debut mundialista, para otros este era el último que podrían discutir. Este era su momento. 

Se volverían leyendas. 

—¡Salgan a ganar! ¡Que se escuche por todo el mundo el grito de guerra mexicano! 

—¡A huevo! ¡Esta es por México! – grito Lozano, se le unió Vega, Herrera y Guardado, empezaron a vitorear un ¡México! ¡México! desde el corazón y a un solo paso salieron ha dar su última pelea. 

—Esta es por ti también— murmuró Memo besando el anillo, colocándolo en la cadena que colgaba de su cuello y la escondió bajo la playera color escarlata que traía el escudo de la selección y en la espalda en un amarillo chillante el número 13.

Not Afraid Donde viven las historias. Descúbrelo ahora