'' ¡Una vez más! ''. Dije. Estaba jugando con mi hermana a las cartas, yo siempre perdía, pero amaba estar con ella. Se levantó, me dio un beso en la mejilla y se fue. Mi madre entró en mi habitación. Se acercó a mí y me preguntó:
-¿Cariño con quién hablas?-
-Con mi hermana mamá, pero ya se ha ido.-
Mi madre levantó la vista y miró al espejo que yo señalaba, luego me abrazó y me levantó en sus brazos. Me tumbó en la cama y me acaricio la frente. Me dio las buenas noches y se fue dejando la puerta medio abierta. Yo me di la vuelta y tomé con fuerza mi muñeca favorita, me la regaló mí, ya fallecida, abuela cuando yo cumplí los 5 años. Amo esa muñeca, tiene un pelo rizado rojo muy lindo, la piel blanca, un vestido de flores como el que yo usaba mucho, unos ojos azules como los míos y unos zapatos negros. Mi abuela hizo esa muñeca a mano por mí. Al poco tiempo ella murió en la cama.
Entre tantos pensamientos logré dormir, no sé por cuánto tiempo fue, ni la hora que era, pero escuché unos ruidos. Me levanté y fui al pasillo, la luz estaba encendida. Me acerqué al cuarto de mi madre, de donde provenían los ruidos. Abrí la puerta y encontré a mi hermana mirando fijamente la cama de mis padres. No parecía ella misma. Tenía un cuchillo en la mano y le salía sangre de la boca y de la cabeza, había heridas por todo su cuerpo. Levantó el cuchillo y una fuerte luz me cegó por unos instantes, me fui corriendo a mi cama, estaba muy asustada. Me tapé hasta la cabeza. Comencé a temblar y a llorar, intenté hacer el mínimo ruido para no llamar la atención de mi hermana. A los pocos minutos escuché la puerta del cuarto de mis padres, unos pasos en el pasillo, y unos toques en mi puerta. Me encogí y tapé mi boca, unas manos acariciaron mi espalda y cerré los ojos. Me pareció una eternidad, hasta que esas manos me destaparon y me abrazaron.
Era mi madre. En la puerta estaba mi padre con un vaso de agua. Entre ambos lograron calmarme. Era una niñita muy pequeña asustada. Me bebí aquel vaso de agua y me senté en la cama, le comenté todo lo que había visto a mi madre en lo que mi padre iba a por otro vaso de agua y a por una pequeña luz para encenderla en mi cuarto. Mi madre tan solo se limitó a decirme que fue un sueño malo, una pesadilla. Pero yo sabía lo que había visto. Me levanté y le pregunté a mi madre:
-Mamá ¿por qué no me crees? He visto una luz que salía de tu ventana, y mi hermana estaba de pie a tu lado, mirándote a ti y a papá.-
Volví a llorar de nuevo. Hasta que mi padre me miró con una cara extraña.
-¿Una luz? No había ninguna luz. Ha sido un sueño, no pasa nada, es normal tener a veces pesadillas.-
Me abrazó. Se dio la vuelta y se fue a la cama. Mi madre hizo lo mismo, pero antes colocó aquella luz tan cálida que me tranquilizaba tanto y me mostró al señor Pulgo, era mi perro de peluche, llevaba conmigo desde que era una bebé. Cuando se fueron mis padres de nuevo a su cuarto, miré el pasillo por última vez, mi hermana se encontraba de pie, ahí. No parecía tener ningún daño físico, ni nada parecido, tampoco tenía ningún arma en la mano, se veía normal. Me sonrió y se fue. Me acosté y pasé lo que quedaba de noche con los ojos abiertos.
Por culpa de mi miedo llegué a enfermar, y las cuatro últimas semanas de Navidad... las pasé en el hospital, es decir un mes. No sabía cuándo volvería pero tenía unas ganas increíblemente grandes. El 24 de diciembre mis padres vinieron a verme, los médicos que estaban en la sala dejaron de chequearme para poder estar con mis padres, tenían caras de preocupados, apenas podían ocultarlo con una sonrisa, mi madre era la que peor se veía, llevaba encima consigo misma una tristeza enorme que se reflejaba en sus grandes y caídos párpados, hinchado por llorar, y sus pobres manos temblorosas y su piel tan pálida como la nieve. En cambio mi padre se veía igual de preocupado pero más tranquilo, el sin embargo tenía unas ojeras muy oscuras, y bolsas en los ojos bastante grandes. Había estado buscando la manera de poder curarme tan rápido como fuese posible, estuvieron conmigo toda la noche, y al día siguiente cuando desperté mi padre estaba hablando con los médicos y mi madre durmiendo en mi regazo con su mano apretando la mía fuertemente. Abrió los ojos y me abrazó.