✉۪۪࿔ ᬽ➽𝙻𝚘𝚟𝚎𝚐𝚊𝚖𝚎. ✦

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Las circunstancias que se habían presentado por perseguir a ese felino sin escrúpulos en su última instancia lo habían dejado en un estado meditabundo.

Siempre estuvo ahí, pendiente para cuando aquel llamado héroe perdiera su rumbo por decisiones estúpidas, lo que haría que se deleitara con cada vida almacenada.

Cada minuto, cada segundo en el que cada vela se apagara era una especie de goce para el recolector de almas, era su trabajo, era a lo que se dedicaba; por más que tuviera que estar tras alguien así, le había encontrado incluso la gracia.

Lo suyo no era enfrentar directamente a su víctima, la oscuridad lo acompañaba para ser lo más disimulado posible, y así las personas que dejaban ir su último aliento se fueran de manera rápida y sin nada más por lo qué luchar.

Pero con el de pelaje anaranjado, hubo algo que lo hizo ir directamente hacia él.

Que si, estaba con su última vida  pendiendo de un imaginario hilo cada vez más desgastado, y que podía ser cortado si hubiera dado un paso en falso.

Pero también, fue esa oportunidad perfecta de conocer al que le llamaban "leyenda".

Tenía espíritu arrogante, impaciente, despreocupado y sin una ápice de culpabilidad, con orgullo muy alto, sin dar marcha atrás y que tomaba lo que fuera si eso lo beneficiaba a él exclusivamente.

──Vaya gato más tonto. ──Decía a la misma nada por los tenebrosos bosques de aquella tierra española aquel que le había puesto los pelos de punta a su contrincante de hace unas horas. Los árboles parecían negros por la poca luz de luna que recibían, ni una mosca se atrevía a pasar por donde estaba ese lobo imponente.

Siguiendo con su diatriba, el de las botas era solitario, impetuoso, poco ortodoxo y que podía causar desastres al compás de su canto, de su tonada de guitarra y su zapateo tan practicado.

Y sin embargo llegaba a ser tan infantil, caprichoso y frágil.

No es como si pudiera olvidar la sensación que le producía el hacerse notar por el que decía reírse de la muerte, fue magnífico ver que el de iris verdes no era tan poderoso como manifestaba ante cada rival suyo.

──Y cómo temblaba.

Cómo sus orejas se doblaban.

Y su voz entrecortada.

Un deleite para sus sentidos.

Claro, cuando lo halló en ese bar se dio cuenta de inmediato que era tan pequeño.

Mejor aún.

Si bien, su contrario estaba aterrado la primera vez que se enfrentaron, no fue suficiente para saciar su hambre, necesitaba verlo en más oportunidades. Es que, ¡ese gato era particular, era algo que no había visto antes!

¿Cómo era eso?

Era su sumisión, la manera que podía ser dominado al tenerlo atrapado entre sus manos, su singular ternura y aroma, tan presente que su olfato se rehusaba a dejar ir.

El modo en el que el micifuz lo miraba tan fijamente, como si no hubiera nada más a su alrededor le había subido el ego más de lo normal.

Por supuesto, era un ser superior, era con el que no se podía jugar ni tratar de hacerse el listo.

Y que Gato lo hiciera, wow, le había puesto más picante al asunto.

Sus diferentes batallas siempre iban hacia una dirección: Él intimidando al otro hasta que no quedara duda de quién estaba a cargo, acorralarlo lo más que podía, escuchar los pequeños jadeos de desesperación que se acrecentaban en su garganta, mientras la fuerza de sus piernas lo abandonaba, minúsculas gotas de sudor se formaban y caían por su frente.

Ay, era entretenido.

Pero a la vez tan irresistible.

Quería seguir jugando un poco más.

Sería algo deshonroso admitir que quiso pasar su lengua por el pelaje de su rival cuando detuvo su ataque y lo atrapó en su mano, lo consideraba tan malditamente provocativo que por un momento su mente quedó bloqueada.

Sabía que si lo hacía entonces terminaría extrañándolo más de la cuenta.

Sería complicado y estúpido.

Cuando el contrario escapó, hubo una suposición.

Quería jugar. Suponía que quería jugar.

Un juego.

──¿Cómo un mortal puede ser tan...?

Ni tenía las palabras adecuadas.

El gato lo desesperó por bastante tiempo.

Y pudo acabar con él en un solo suspiro, ¡seguro que sí!

Pero le pareció un poco simpático, más que las otras patéticas almas que se había llevado en un abrir y cerrar de ojos.

O bueno, muy simpático. Tanto como para tenerlo más a su merced.

Tocarlo más de lo que se suponía que hiciera hubiera sido algo extraño. El querer solo acariciarlo sin causarle daño hubiera sido peor.

Pero es que, vamos, la suavidad tan palpable del minino no era algo que quisiera desperdiciar tan rápidamente, y no es como que quisiera que alguien más se la arrebatara.

No cuando estaba ansioso por él.

Se propuso una misión, que involucraba algunos toques pesados. Algunos jugueteos, algunos roces, algo que fuera más que una batalla de unos cuantos minutos.

Había capturado su interés, era fácil mencionarlo cuando no había alguien más deambulando.

Por supuesto, que la muerte también era solitaria, nunca necesitó de compañía alguna, no le afectaba en lo más mínimo en lo que llevaba de existencia.

Lo consideraba una especie de debilidad, un retroceso, algo que lo desconcentraba y no podía permitirse algo así.

Oh, pero justo apareció el de botas, distinguido, aclamado, casi intocable, casi imperturbable.

Pensaba en dejarle marcas, en hacer que ese pulcro pelaje de tonos cálidos que competían hasta con los girasoles de la primera o el sol de verano se vieran opacado por unos cuantos rasguños. Que sus bigotes oscilaran y la filosa mirada que él le daba a sus cientos de enemigos fuera reemplazada por una más apacible.

──¿Quieres amor o quieres fama? ──Era una pregunta que le tendría que hacer la próxima vez que se vieran cara a cara. ¿Le daría la respuesta ahí mismo? O se reiría sarcásticamente. ¿Tendría las mismas ganas de verlo? O solo huiría sin previo aviso.

¿Sería tan malo tenerlo de nuevo?

¿Tenerlo para siempre?

──¿Estás en el juego?

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