You are not Alone | Avatar 2 Fanfic

✧.* 09 *.✧

≪•◦ LA GENTE DEL CIELO ◦•≫

Lo busqué cerca de la orilla, el muelle, el arrecife, y no lo encontré en ninguna parte.

Se hizo tarde y me dirigí hacia una zona tranquila, ya que estaba cansada de caminar.

Al llegar a una palmera grande, vi la estructura de un Na'vi, y claramente era Neteyam. Estaba apoyado con los ojos cerrados, por lo que me acerqué.

— ¿Puedo?— señalé su lado para poder sentarme.

Neteyam no contestó y miró hacia un lado por lo que me senté.

— ¿Qué te pasa?— pregunté intentando hacer contacto visual con él.

— Nada— contestó seco.

— Neteyam...

—... — este se quedó varios segundos en silencio, por lo que me senté delante de él.

— No me mientas y dime qué te pasa porfavor— puse mi mano en su pierna, haciendo que este me mirase porfin—. Dijiste que disfrutabas de mi compañía, pero ahora mismo parece todo lo contrario.

— Porque no la estoy disfrutando— me quedé en blanco al escuchar aquello, pero no iba a seguir insistiendo si le molestaba mi presencia.

Sin decir nada, me levanté de aquel lugar y me marché hacia mi cabaña.

— ¿Por qué llegas tan tarde?— preguntó mi hermano, que era el único despierto.

— Por un niño indignado— le respondí sin mucha gana.

— Veo que te ha puesto de mal humor— susurró riéndose.

— Mucho— me tumbé en mi cama al lado de Tsireya y me dormí.

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Al día siguiente bajé a entrenar como todas las mañanas, y ahí se encontraba Lo'ak esperándonos.

— Buenos días— dijo sonriente.

— Buenas chiquillo— mi hermano corrió hacia él.

— Hola— me reí por la reacción de mi hermano.

Me senté junto a ellos y desayunamos las frutas.

— Vamos chicos, a entrenar— dijo levantándonos—. Empecemos calentando con un cuerpo a cuerpo. Id a por las pesas de brazos, piernas y cintura.

Corrimos hasta la cabaña y cogimos las menos pesadas para luego volver con las pesas puestas.

Al llegar, Lo'ak y yo nos pusimos cara a cara en posición de combate, y este se me abalanzó.

Lo esquivé con facilidad, le pegué un puño en la tripa haciendo que este se encogiese, y por último levanté la pierna para rodearle del cuello y tumbarle al suelo.

— ¡Me rindo! Me rindo, me rindo— me solté de él riéndome, y luego lo ayudé a levantarse—. ¿Estás bien?

— Si, si. Estoy bien— se levantó.