El plan

363 34 22
                                    

“¿Entonces ya me dirá por qué me trajo aquí con mentiras, Huguito?” dijo Mario acomodándose en la silla del restaurante.

“¿Mentiras Mario? te dije que te invitaba a cenar ¿no?” Hugo rió bajo y miró la carta del lugar.

“No, me dijiste que me invitabas porque necesitabas que convenciera a alguna de tus amigas para cerrar un negocio, y hasta hora no veo a ninguna amiga ni ningún negocio y comienzo a preocuparme”.

Una sonrisa pícara creció en la del contrario “me descubriste, Mario, te engañe para que aceptaras una cita conmigo” dijo riendo con cierta ironía y bebió de su cóctel rosado.

Mario arqueó una ceja y se puso serio, no le gustaba la broma, y mucho menos que pareciera que no lo era.

“Ay ya, usted nada más no es nada divertido” suspiró Hugo “Mario, en realidad si lo traje con la intención de que tengamos una cita, pero no es lo que cree, yo tengo a mi chesito su mercé y no tengo la intención de cambiarlo por usted”.

“Ajá, ¿entonces para que querías que viniera?, explícate rápido así puedo irme ya, Hugo”.

“Bueno, bueno, que desesperado...” Hugo bebió nuevamente de su cóctel, algo en él temía decirle la verdad “mire, ya” Hugo cambió su tono de voz a uno serio “lo traje aquí porque aunque respeto y aprecio en cierta medida a Armando, a usted lo aprecio también, y un poco más ya que gracias a ti, Mario, tengo mi puesto en ecomoda... además no veo moralmente correcto de lo que estoy por hablarle”.

Mario frunció el ceño confundido “si antes no había entendido algo, en este momento no entiendo nada Hugo, al grano por favor”.

El contrario asintió “Armando cree que usted es de la comunidad”.

Mario estaba boquiabierto, no sabía de qué color estaba en ese momento, bien podía estar tan rojo como un tómate o blanco como papel, su impresión peleaba con su vergüenza.

“¿Qué?”.

Hugo pidió otros 2 cócteles y asintió “como escuchas, Mario... y mira, no sé si es verdad o no, no me dijiste tú, no voy a indagar más, simplemente te digo que de alguna manera se enteró o lo sospecha, y como buen supuesto macho, tiene miedo de que te enamores de él o algo así”.

Mario escuchó atento, no podía creer lo que Hugo decía “¿qué?” preguntó nuevamente “a ver, bien... sí, entiendo, ¿pero en esta ecuación qué tienes que ver tú, Hugo?”.

Hugo le dió uno de los cócteles que pidió “tómate esto antes de que sigamos, ya me lo agradecerás”.

Mario miró confundido aquella bebida pero tal y como pintaban las cosas no lo pensó mucho, bebió todo el dulce trago “ya está”.

“Me ofreció $300 dólares para salir contigo, prácticamente para enamorarte y poder seguir siendo tu amigo sin temor a que vayas y te enamores de él... supongo”.

Mario le quitó el otro trago y se lo acabó de golpe, no sabía qué decir, se levantó molesto asintiendo y salió del lugar.

Hugo lo observó impresionado, nunca había visto a Mario Calderón tan enojado, pidió que anotarán todo en su cuenta y rápidamente salió del lugar siguiendo al castaño.

“Mario, Mario, Mario, ¿a dónde va con tanta prisa? espéreme” Hugo se puso frente a la puerta del carro que Mario se disponía a abrir.

“Hugo, quítese, tengo que ir a arreglar algo con ese idiota, yo sabía que Armando era bobo pero no creí que llegara a este nivel, por dios, ¿pagarle para que me enamore? como si solo por ser... pues eso, tuviéramos que estar juntos, es un ridículo, cretino”.

“Mario yo concuerdo, es por eso que lo traje aquí para decírselo, para que habláramos... ¿pero qué va a hacer? ¿ir a pegarle al otro? usted no es así... mejor no sea impulsivo y vamos a hablar, he estado pensando en algo bombi desde que Armando me hizo aquella oferta” Hugo sonrió con malicia.

Mario arqueó una ceja, finalmente había despertado su interés, sabía lo inteligente y creativo que era Hugo, finalmente por algo era diseñador, además tenía razón, ¿qué haría? ¿golpear a Armando?... no podría, no ganaría nada tampoco.

[...]

Habían regresado al restaurante, entre miradas de confusión e interés de algunos otros comensales y empleados del lugar.

Habían vuelto a pedir algo de beber y después de todo también algo para comer.

“Bien, Hugo... soy todo oídos”.

Una sonrisa nació en la cara del diseñador.

“Armando está dispuesto a pagar $300 dólares para que yo salga con usted, tonto él que olvida que tengo pareja y que cree que ambos debemos estar juntos solo por nuestros gustos, tonto porque está dispuesto a pagar porque usted no se enamore de él...” Hugo jugó con la cereza del cóctel y siguió explicando “entiendo que esté enojado, pero donde usted ve una acción horrible, yo veo una oportunidad, cada uno ganaremos 150 dólares y 150 dólares, y lo único que debemos hacer es fingir que estamos de romance... ganamos dinero y de paso le damos una lección al cavernícola de su amigo, ¿qué dice?” Hugo propuso orgulloso y lo miró expectante de una respuesta.

Mario lo pensó detenidamente “Yo... pues no suena mal en realidad ¿pero qué conllevaría exactamente fingir que salimos, Hugo?”.

“Bueno, lo que sea necesario para hacerle creer a Armando que somos pareja, nada más, si acaso tomarnos la mano, algún abrazo o un pico en la mejilla, cualquier tontería cursi por más pequeña que sea, le aseguro que su amigo la vería como la mayor prueba de amor”.

Mario quedó en shock, no sabía que responder, Hugo tenía razón, era relativamente fácil darle una lección a Armando, y aunque los pros eran mucho más que los contras que podrían existir, quería tomar su tiempo para pensarlo.

FakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora