El comienzo de clases era algo tedioso. Daki se había tardado demasiado en arreglarse, tanto que su hermano se había desesperado y le pegó un grito que se escuchó por todo el edificio. Nadie era capaz de enfrentarlos, más allá de los encargados de dicho lugar.
—¡Oigan, es la segunda vez esta semana! ¡Dejen de hacer tanto ruido, molestan a los demás! —y esa ocasión no fue la excepción.
—¡Cállense, maldita sea! ¡No puedo terminar con ustedes gritando!
Estaba de más decir que fueron desalojados, y del siguiente, y el siguiente... Hasta que terminaron por rendirse y pensar que no podrían encontrar un sitio donde quedarse.
—Esto es tu culpa, si no hubieras comenzado a gritar como un demente no estaríamos ahora en la calle. —la lengua filosa de la menor no tardo en señalar a un supuesto culpable, pero Gyutaro no le prestaba atención a sus palabras dolorosas.
—Claro, porque no basta en que tengamos bajas calificaciones y con riesgo de que nos expulsen de la escuela también.
—¡No tiene que ver conmigo, yo si estudio! Eres un flojo y un perezoso, andas ahora saltándote las clases para irte con no sé quién.
La discusión no siguió, Daki tomó su cajetilla de cigarrillos para alejarse lejos de su único ser considerado familia. Se mantuvo cerca de un callejón, irónicamente se encontraban cerca de su escuela.
Cuando por fin consiguió calma por la sustancia de la nicotina, notó la figura de una chica a unos pasos de su posición. Parecía estar perdida.
En otras circunstancias la hubiera ignorado, pero llevaba el uniforme de su conocido centro de estudio. Así que agudizó sus sentidos, escuchando la conversación que se daba con un chico que se le había acercado.
—No debes buscar más, está justo al frente.
—Oh, gracias. No puede ser que no me diera cuenta...
—¿Eres nueva en la cuidad, cierto?
—Uhm, sí. Igual te agradezco por guiarme.
No pudo evitar reírse al ver al sujeto quedarse quieto en su lugar, tenía claras intenciones de coquetear con la castaña.
Esa no fue la última vez, volvieron a toparse varias veces en tiendas o calles.
Así ocurrió hasta que fue presentada en el mismo salón que los hermanos. Daki la observó durante varios días, comiendo sola o quedándose en el aula hasta que volviera a sonar el aviso de una nueva hora de clases.
Entonces un día se acercó.
—¿Te llamas Rosslenne, no? Que nombre tan raro. —cruzó sus brazos. —Soy Daki.
La oji miel le observó, había estado comiendo a escondidas de los profesores.
—No sé quién me lo puso, así que... Supongo que tienes razón. Es un placer.
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𝓢𝓸𝓵 ¦ Senjuro Rengoku
Fanfiction𝖵𝗂𝗏𝗂𝗋 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗀𝗋𝖺𝗇 𝖼𝗎𝗂𝖽𝖺𝖽 𝗇𝗎𝗇𝖼𝖺 𝖿𝗎𝖾 𝖿𝖺́𝖼𝗂𝗅. 𝖱𝗈𝗌𝗌𝗅𝖾𝗇𝗇𝖾 𝗍𝖾𝗇𝖽𝗋𝖺́ 𝗊𝗎𝖾 𝖺𝖽𝖺𝗉𝗍𝖺𝗋𝗌𝖾 𝗅𝗂𝖽𝗂𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖼𝗈𝗇 𝖼𝗎𝖺𝗅𝗊𝗎𝗂𝖾𝗋 𝗍𝗂𝗉𝗈 𝖽𝖾 𝗌𝗂𝗍𝗎𝖺𝖼𝗂𝗈𝗇𝖾𝗌. 𝖲𝗂𝗇 𝖾𝗆𝖻𝖺𝗋𝗀𝗈 𝖺𝗅𝗀𝗈 𝖽𝖾...