14.

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Cuando Nayeon vio a Jihyo, con unas profundas ojeras y una forzada mueca que simulaba una sonrisa, intuyó que no traía buenas noticias. Se sentó frente a ella, separadas por aquel plástico transparente, y con su mano ya sin el molesto yeso, tomó el teléfono que les permitía comunicarse.

—Hola, Nayeon. —Saludó Jihyo con un dejo de agotamiento en su voz. Nayeon quiso preguntar por el motivo de su expresión fatigada y melancólica, sin embargo, no lo hizo. Estaba segura que forzar a Jihyo a hablar no era el camino para ayudar a su amiga.

—Hola, Jihyo... No te he visto en un buen tiempo. —Sonrió—. ¿Todo bien? ¿Cómo está mi mamá?

Jihyo asintió y permaneció unos cuantos segundos en silencio. Agachó la mirada y rehuyó de las preguntas de Nayeon cuanto pudo. La coreana quería decirle que no se preocupara, que todo tenía solución. No lo hizo, no podía ser una hipócrita. Había cosas que no tenían solución.

—He tenido algunos problemas y yo, solo... Uhm. Lo siento, Nayeon. —Jihyo rascó su nuca y con un encogimiento de hombros, soltó un suspiro—. Negaron la apelación.

—¿Qué?

—Negaron la apelación a tu sentencia. Hice todo lo que estuvo en mis manos, lo juro. No tengo cara para verte.

—Hey. Ji, tranquila. Está bien. —Nayeon tragó sus lágrimas. Si Jihyo no había conseguido la apelación, solamente le quedaba esperar a cumplir un año de sentencia y solicitar a la libertad condicional por buena conducta.

—Tu madre reaccionó tan mal. La hubieras visto... Dios, no tienes idea, Nayeon. Ella estaba segura de que aceptarían la apelación y saldrías de aquí.

—Ji, sé que no es tu culpa y que has hecho todo para sacarme de aquí, no quiero que te martirices.

—¿Cómo me pides eso? Eres como mi hermana y estás aquí... —Jihyo soltó el teléfono y llevó ambas manos a su rostro, restregando las yemas de sus dedos sobre sus ojos que ya la traicionaban, húmedos.

Nayeon mordió su mejilla interna. La culpa estaba provocando calambres en su vientre. ¿Entonces era su culpa? El lamentable estado de Jihyo era su maldita culpa. Quiso llorar. Al parecer no era más que una carga para su mejor amiga y su madre. Pasaron más de dos minutos antes de que Jihyo se recompusiera y tomara nuevamente el intercomunicador. Nayeon respiró hondo, llenándose el pecho de aire en un intento por tomar valor. No quería confesarle a Jihyo lo que ocurría con ella al interior de la penitenciaría, pero debía hacerlo. Prefería dejar su orgullo a un lado si eso significaba darle un poco de tranquilidad a la única amiga que había velado por ella.

—Estoy bien, Jihyo.

—No me mientas

—No lo hago. Muchas cosas han ocurrido en estos seis meses, no tienes idea, pero te diré algo, nadie me ha violado... Y estoy mejor de lo que imaginas.

—¿Qué? —Arqueó una ceja, reacia a las palabras de Nayeon.

—Tengo algo así como... —La palabra "dueña" fue lo primero que vino a su cabeza—. Una novia. Es una chica ruda y mala, pero me cuida.

Seguramente Mina se burlaría si hubiera escuchado eso.

—Nayeon. Ya perdiste la razón. Se te fundió. ¿Cómo vas a tener una novia en esta mierda de lugar? Es una prisión, por amor a Dios. Está lleno de convictas criminales, no me digas que tú...

—La tengo. Y estoy bien. No te lo digo para que me juzgues, lo hago porque quiero que dejes de atormentarte... No estoy siendo abusada o golpeada. Incluso me alimento bien.

Jihyo bufó e inclinó su rostro hacia el techo, negando con la cabeza sin apartar su vista de la luz incandescente que las alumbraba.

—Nayeon, ¿recuerdas la vez que te dieron en la cabeza con un fierro porque te pillaron de rodillas entre las piernas de la novia de tu cuñada? Esa con la que se iba a casar.

♡ Prisionera | MINAYEONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora