𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 1: 𝕯𝖎́𝖆𝖘 𝖕𝖆𝖘𝖆𝖉𝖔𝖘.

62 9 14
                                    

Era una noche fría y bastante diferente a las demás. Había luna llena y brillaba más que nunca, iluminando con su hermosa luz los bosques oscuros y fríos. Un siseo sonoro se escuchaba entre los árboles de un bosque cercano; aquel sonido provenía de una lechuza que se encontraba en ese mismo árbol. Este ave, al parecer, estaba observando desde la distancia lo que parecía ser un pequeño pueblo cercano, que podía verse ardiendo en llamas. Desde unos cuantos metros, se podían escuchar los gritos que provenían de aquel lugar. La lechuza nuevamente emitió aquel siseo para luego emprender vuelo mientras el pueblo seguía en llamas.

Los gritos no cesaban, pero no eran simples clamores de los aldeanos pidiendo ayuda, sino que, al parecer, eran gritos de guerra. Algunas casas del pueblo estaban en llamas, otras tenían ventanas rotas, al igual que sus puertas. Por las calles corrían caballos que huían del caos, y al pasar por esas vías se podía ver cómo estaban manchadas de sangre, junto a algunos cadáveres de caballeros y pobladores a los que les faltaban extremidades; sus cuerpos habían sido masacrados sin piedad. Algunos tenían el estómago abierto, como si alguien hubiera extraído todos sus órganos y vísceras, dejándolas esparcidas sobre el suelo. Otros carecían de la mitad del brazo, como si este hubiera sido arrancado, pero lo más notorio eran las mordeduras en sus cuellos, brazos y diversas partes de su cuerpo.

No era lo único, ya que aún había personas en el pueblo: caballeros que luchaban, pero no entre ellos, sino contra los mismos aldeanos. Algunos caballeros se distinguían entre sí, ya que sus armaduras eran muy diferentes y llevaban la bandera de su reino. Curiosamente, no luchaban entre ellos, sino que, al parecer, se ayudaban a combatir a los pobladores del pueblo.

Un escenario sorprendente se estaba desarrollando, y sobre todo un ambiente extraño, ya que era incomprensible todo lo que estaba sucediendo en aquel pueblo que ardía en llamas.

—¡Comandante Tach! ¿Qué hacemos? ¡Esas "cosas" no cesan! Hemos clavado la punta de la lanza en sus corazones, hemos intentado cortarles la garganta con nuestras espadas, y aun así siguen de pie... ¡son los mismos demonios del infierno que han venido por nosotros! —dijo, bastante nervioso y con miedo, uno de los caballeros a su comandante, retrocediendo junto con los demás. Sostenía su espada y escudo con fuerza, aferrándose a aquellas armas mientras que en su mirada se notaba el temor.

Un total de diez caballeros se encontraban en el lugar, retrocediendo. El sitio estaba en llamas y la luz del fuego era lo único que podía iluminar el lugar, junto con el calor que emanaban las llamas, haciendo que aquellos hombres, al llevar puesta su armadura, se sintieran muy incómodos. Gemidos y quejidos se escuchaban, y cada vez eran más fuertes. A la distancia, aquellas "cosas", que eran los aldeanos, caminaban tambaleándose de un lado a otro; algunos de ellos llevaban ropas manchadas de sangre y les faltaban extremidades.

—¡NO TEMAN! ¡Agrúpense, soldados! No deben de temer, no deben llorar, no debemos rendirnos. Mantengan su posición y luchen todos juntos; no debemos caer... tienen amigos y familia que los esperan, que regresen sanos y salvos. Recuerden su entrenamiento si es que quieren vivir —el comandante que lideraba a aquellos caballeros intentaba mantener su espíritu y ánimo ante la tensa y crítica situación en la que se encontraban. Él tampoco comprendía con exactitud qué les pasaba a aquellos aldeanos, ni mucho menos cómo era posible que seguían con vida después de haberles atacado con sus armas; pero lo que importaba en esos momentos era seguir con vida.

Aquellas "cosas" seguían viniendo por varios lados. Los caballeros, al escuchar las palabras de su comandante, sintieron un poco de esperanza y, más que nada, motivos para continuar luchando. Dejarían de retroceder para agruparse en una posición ofensiva. Aquel grupo de caballeros había presenciado todos los horrores cometidos por aquellas "cosas", y no serían los próximos en caer. Los gemidos y quejidos se intensificaban, mientras que cada vez avanzaban más hacia ellos. ¿Qué les esperaba?

El Amanecer De Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora