CAPÍTULO 1

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LA CLIENTA

LISA

Ser una clienta perfecta era un arte: un delicado equilibrio entre obtener lo que necesitabas y asegurarte de que estabas «progresando» a puerta cerrada de la forma en la que necesitaba el equipo de marketing. O eso había oído.

Ese día finalizaba el plazo de dos meses que tenía de prueba mi experta en marketing, que me estaba mirando desde el otro lado del escritorio como si estuviera luchando para decir alguna palabra.

—¿Tiene la garganta seca, Heather? —Señalé el vaso de agua que había entre nosotros—. ¿Por eso sigue mirando el agua?

—La sigo mirando porque espero que lo que voy a preguntarle no sea cierto.— Cogió el vaso y se bebió la mitad de un trago—. Un periodista de The NewYork Times me ha llamado a las tres de la mañana para informarme de que alguien con quien usted salía…

—Nunca he salido con nadie —le interrumpí.

—Vale. —Levantó las manos—. Alguien con quien follaba. ¿Mejor así?

—Mucho mejor.

—A lo que íbamos —continuó—: esa persona parece que va a hablar con un colega de dicho reportero para hacer una declaración sobre usted, el hombre que sigue negándose a hacer entrevistas con los medios.

—Dudo mucho que posea alguna información valiosa. —Me recliné en la silla—. Normalmente no hablo de mi vida personal con quien sea que esté follando.
—Vale, es bueno saberlo. —Su voz destilaba sarcasmo—. Pues la información que tiene esa persona es muy personal, y la está usando para que el público vea qué tipo de mujer es usted en realidad a puerta cerrada. Les ha proporcionado algunos de los mensajes que le ha enviado en el pasado. —Se puso las gafas y miró sus anotaciones—. Aquí están los cuatro mensajes más llamativos: uno, «Estoy deseando follarte la boca este fin de semana»; dos,«¿Estás mojada ahora mismo?»; tres, «Me encanta la forma en la que te lo tragas»; cuatro, «Dime lo mojado que tienes el coño ahora mismo».

Sonreí.

—¿Y cuál es el problema?

—El problema es que su empresa espera lanzar una iniciativa mundial a lo largo de los dos próximos años. No puede permitirse una mala prensa como esa, así que he hablado con el encargado de sus finanzas, que ha acordado pagar una suma importante para silenciar la historia.

—Entonces, y una vez más, ¿cuál es el problema?

—Que va a necesitar un nuevo experto en marketing. —Se puso de pie—. Yo renuncio en este mismo momento. Muchas gracias por haber contratado a mi empresa y hacer que me arriesgara de esta manera por usted.

—De nada. —Me puse de pie para estrecharle la mano. Había estado en esta posición demasiadas veces como para hacerle más preguntas o cuestionarme si podría haber hecho algo de manera diferente, o incluso preocuparme por su abrupta renuncia. En el momento en que saliera de mi despacho, tendría a otro experto en marketing entrando en el edificio para ocupar su lugar.

—Le deseo lo mejor, señora Manoban. De verdad —dijo—. Espero que encuentre la firma de marketing adecuada, una que esté mejor preparada para adaptarse a su negocio y a su enorme… —me miró la entrepierna y se sonrojó.— ego.

—Lo haré. —Le solté la mano—. También le deseo la mejor suerte del mundo, Heather.

Todavía sonrojada, miró mis pantalones por última vez antes de salir de mi despacho. En el momento en el que las puertas se cerraron, cogí el teléfono y llamé a mi asistente personal y secretaria, Linda.

—¿Sí, señora Manoban? —respondió ella—. ¿Qué necesita?

—Necesito que me consiga una nueva firma de marketing. Heather ha renunciado.

LA CLIENTA | JENLISA ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora