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Quackity observó con tanto dolor y tristeza a Luzu, no era la primera vez que actuaba de esa forma tan violenta, pero si la primera al punto de empujarlo por sus hombros contra la pared y provocar en Quackity un fuerte dolor de espalda. 

"Luzu, por favor..."

Alcanzó a susurrar. Quackity sabía que estaba mal, que en una relación no podía dejar que ese tipo de cosas acontecieran, pero dejo pasar tanto que ahora el grado de violencia se había elevado, y a pesar de saberlo, no podía aprender, o quizás, no quería aprender. 

"Por favor, sólo detente..."

Nuevamente susurró con ojos llorosos. Luzu le estaba dando la espalda mientras respiraba pesadamente. Sus hombros se elevaban ante cada inhalación y exhalación que realizaba.

Quackity pasó por su garganta la saliva, en vagos intentos de ocultar ese nudo tan horrendo que se había formado en su garganta como tantas veces anteriores. 

Luzu lo engañó, otra vez.

Y es que no importaba cuantas veces Rubius quisiera abrirle los ojos a Quackity; él estaba cegado, estaba aferrado a un pasado donde habían sido felices, felicidad que poco a poco se fue desmoronando. Aquellos nulos intentos de querer recobrar ese amor eran tan inútiles, ya no había forma en la que pudieran volver a lo que una vez tuvieron. 

"Luzu..."

Sin pensarlo, Quackity se acercó a la espalda del mayor, paseó su mano por su espalda, con miedo. 

"¡Quítame las manos de encima!" 

Luzu lo encaro, observandole con el ceño fruncido y algunas gotas de sudor escurriendo de su rostro y cuello.

"¡No deberías estar aquí, lo arruinaste!"

Y como un saco de trapo, empujó a Quackity contra la pared nuevamente, encerrandolo con ambos de sus brazos y mirándolo con furia. 

"¿Y qué se supone que arruiné? ¡¿Tu maldito polvo de 5 minutos?!"

No se supo el momento en el que el rostro de Quackity estaba húmedo por sus lágrimas que no contuvo más.  Y si había algo que debilitaba en cierto grado a Luzu, era ver llorar a Quackity. 

"No, no, a ver, no quise decir eso, yo-...."

"Luzu, tú nunca quieres decir nada, nunca quieres decirme nada, me lo prometiste, me dijiste que sería la última vez, que te ibas a esforzar por lo nuestro..."

¿Aún era posible llamar "nuestro" ese lío de gritos, enojo, empujones y lágrimas?

Quackity estaba temblando, y en un segundo los dedos de Luzu se encontraban acariciando las mejillas del menor, retiraba con cuidado las saladas lagrimas del ajeno, y le sonrió de una forma tan dulce, que Quackity olvidó por completo esos empujones y gritos recibidos hace unos minutos. 

"No llores más, ¿vale?, podemos ignorar esto, ¿te parece? Tú no viste nada, yo no hice nada, fue solo un desliz, y estamos bien, ¿qué tal?"

Y es que el apego de Quackity era tan evidente, que solo asintió a las palabras de Luzu, como un  cachorro que entiende las ordenes de su dueño. Sorbió su nariz e hizo lo posible por sonreír. ¿A quién engañaba realmente con esa actitud? 

"Lo siento...lo siento, lo siento, tuve que avisar que llegaría a esta hora, debí imaginar que estarías ocupad-..."

Esas palabras quedaron en el aire, Luzu tomo su rostro con cuidado y beso sus labios. Y es que, Quackity no dejaba de temblar. Él sabía que en ese momento era miserable, llevo sus cortos brazos a los hombros del mayor y se abrazó a él, como una pluma tan ligera que flota en el aire, Luzu lo tomó entre sus brazos y lo llevó a la cama donde anteriormente había estado con alguien más, lo recostó y regó cortos besos en su rostro y manos.

Mirándolo a los ojos, sonriendole con supuesto cariño y sinceridad. 

"Lo prometo, esta será la última vez, no volverá a ocurrir"

Y Quackity se guardo las lágrimas para desahogarse con alguien más. Y creyó nuevamente, en quién creía, era el amor de su vida. 

Otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora