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Narra Fabián Hoffman

Ya habíamos salido de Canadá  en dirección a Holanda. No sabíamos que iba a pasar exactamente, esto era algo muy peligroso, aún que habían muchos hombres corríamos riesgo de que Albert apareciera.

Se supone que Albert está en otro país haciendo sus negocios, eso es lo que informaron las personas aquí infiltradas.

Luca va junto a mi, el no va a entrar a la casa, va a estar a unos metros de la mansión para encargarse de recibir a mi hijo y Elena. El está extraño, más bien diría confiado, y eso me transmite una vibra aún mas nerviosa.

Los hombres entraran en la mansión y la cubrirán, buscarán a todos y por último mi hijo y Elena, así sacarlos será más seguro. 

—Ahora —habla el capitán por el radio. Me mira a mi y a Luca —En cuanto recibamos la señal entran

Asentimos.

Cuando dieron la señal, corrí con el equipo en dirección a la casa, uno de los hombres pateó la puerta y entré en la casa de primero apuntando. Al doblar la esquina en dirección a un pasillo un hombre venía con arma.

Salí del lugar detrás de la pared y empujé sus muñecas hacia arriba para empujar su cuerpo con el mío y hacerlo caer al suelo. Apunté y le disparé en la cara. No me detuve ni a verlo un segundo.

Cada que salía un hombre por el pasillo disparaba rápido. Los demás me seguían. Cuando llegamos a la sala estaban los demás del escuadrón.

—Ya está confirmada la ubicación del niño y la mujer —habló el líder del grupo en el que me encontraba

—¿Dónde?

—Ya tienen a casi todos los hombres neutralizados, solo falta revisar aún más los alrededores, e ir por el niño y la mujer —me miró y yo asentí —Ahora.

Corrimos y rodeamos la casa. Esto había sido muy, muy fácil a mi parecer, no estaba tranquilo, no si no veía a Albert muerto. Si él estuviera aquí la misión hubiera sido aún más exitosa, pero su ubicación ahora es incierta; capturaron a todos los hombres que están aquí, o la mayoría al menos, y los interrogaran. 

Al llegar al gran patio, cuyo lugar estaba lleno de hombres del FBI los cuales tenían a los capturados en el suelo, y algunos, por no decir muchos, estaban sin vida en el suelo.

—Arriba... —me indicó el agente

Acompañado de otros tres, entramos a la mansión. Tenía un estilo muy, muy hogareño a decir verdad, las paredes tenían un color crema que te hacía sentir en calma, los pisos de madera clara, y el aroma a pan. Me confundía, era Albert el que le tenía ese estilo a la casa? ¿O era Elena la encargada de ello?

—Ahí —apuntó uno de los agentes

Abrió la puerta. Adentro habían como diez hombres, armados, alrededor de Elena y Jake, los cuales estaban abrazados y él tenía la cabeza metida entre los brazos de ella.

Me quedé helado. Mirándolos. Elena seguía igual, no se veía cambiada en nada, y eso que habían pasado casi nueve años. Aún que lucía agotada.

Poco a poco se desprendió del niño lentamente, lo puso detrás de ella mientras me miraba atentamente. 

—Fabián... —dijo y sus ojos se cristalizaron

—Elena. —sin poder evitarlo la abracé enseguida, mientras la oía llorar

Acaricié su cabello. El niño nos veía, tenía las mejillas mojadas

—Mamá —habló por primera vez

Elena se separó de mí y lo observó. Se agachó a su altura y lo abrazó fuertemente

—Todo está bien cariño —le decía al oído

—¿Quién es él? —preguntó mirándome

Nuestros ojos se conectaron, y pude sentir una paz. Comprobé que era igual a Grecia, en los ojos, sus aspectos, su mentón, la forma de su boca. Conocía a Grecia en todos los aspectos, por eso pude ver lo mucho que nuestro hijo se parecía a ella.

—Te... Te lo diré luego cielo —habló Elena con voz áspera

De ahora en adelante, no sabía lo que pasaría de ahí en adelante, y sentí miedo. Un verdadero miedo, Albert Campbell no se va a quedar de brazos cruzados al saber esto, le quitamos a Elena, una mujer que nunca fue suya, y mi hijo, un niño que nunca debió robar.

Salimos de la casa. A unos metros estaba Luca, quien al ver a su madre rompió en llanto.. Nos subimos en una camioneta. Elena iba abrazada de su hijo. Jake iba a mi lado, él miraba todo sin entender, pues solo era un niño de ocho años, estaba confundido. Lo miré y le sonreí un poco. 

—Mamá —llamó a Elena, y está lo miró —¿A dónde vamos? ¿Dónde está papá? —hablaba un poco enfadado

Ella se incorpora en su sitio y lo miró atentamente.

—Estos hombres... Nos salvaron cielo —el niño frunció el ceño

—Pero papá se va a enojar mucho cuando vea la casa y que se llevaron a varios de los guardias. Además no podemos salir de la mansión, mamá...

—Te lo explicaré todo cielo... Te lo juro... —besó sus mejillas y se lo puso en las piernas

El niño no era ajeno a todo como yo pensaba, estaba al tanto de todo; pero también estaba preocupado por Albert, por cómo reaccionaría al ver todo y ver qué ellos no están en la casa

Llegamos a una pista, donde los cuatro deberíamos ir a Vancouver lo antes posible. No podíamos quedarnos más tiempo en este país, ya que no conocíamos la ubicación exacta de Albert.

Al subir al avión, Elena se fue a bañar en un baño que había disponible, no paraba de llorar, el niño no quiso ir, él estaba serio y aún enojado. Luca lo miró.

Estábamos de pie a un par de metros dónde el estaba sentado, con los brazos cruzados y el entrecejo fruncido.

—Se parece a mi hermana —dijo con una leve sonrisa —Aunque veo que el carácter es como tu —lo mire mal —Voy a hablar con el capitán —salió un segundo

A pasos lentos me acerque a él, me senté en frente, me miró y se removió en su asiento, incómodo

—Hola —sacudí mi mano frente a él

—Hola —habló cortante la pequeña versión masculina de mi esposa

No sabía que decirle, por dónde empezar. La verdad no quería ser yo quien le explicará de qué mentira venía. Solo tenía ocho años.

—¿A dónde vamos? 

—A Vancouver —rasque mi nuca —¿Estás bien?

Tardó unos segundos en responder pero finalmente habló. 

—Mamá dijo que algún día esto iba a pasar —bajo la cabeza —Porque papá hace algunas cosas malas...

—¿Ella te dijo eso? —hable asombrado la verdad

Asintió

—Ella dijo que alguna vez pasaría

—¿De verdad?

—Pero nadie puede saberlo —me miro dejándome admirar el verde de sus ojos —Mi mamá me lo dijo en secreto de papá

Fruncí el ceño

—¿Por qué me lo dices?

—Mamá dijo su nombre y lo abrazó, creo que usted es amigo de mamá ¿No?

Asentí levemente

En tampoco tiempo que tenía de verlo, ya lo había subestimado por completo. Jake era un niño mucho más listo de lo que creía. Sabía más de lo que creía. Aún que no podía esperar menos de alguien que estaba siendo criado por Albert Campbell, un mafioso.











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