"Bueno, ya estamos," repite Ricardo Aimar por quinta vez, esperando que su esposa Mary deje de revisar la cartera buscando los pasajes y el pasaporte. "¿Vamos?"
La mujer posa sus manos cariñosas en los cachetes de su hijo. "Te vas a portar bien ¿sí? Cualquier cosa, tenés el teléfono de papi y de última, llamá al tío José que te viene a ayudar."
"Mary, el pibe tiene veinticuatro años y pelos en las bolas. Vamos." Cansado de las vueltas, toma el hombro de su esposa para forzarla suavemente a que suelte a la 'criaturita' y puedan tomarse el bendito crucero de una vez por todas.
"Sí, má. Anda tranqui." Pablo sonríe y le da un beso en la mejilla. "Pásenla lindo."
Los Aimar son unas de las familias mejor posicionadas del Country Rainbow de Río Cuarto, Córdoba. Pablo, hijo único y malcriado niño bien, a pesar de poder gozar de todos los beneficios que su estatus le da, prefiere el perfil bajo siempre. Eso no le impide ser uno de los jugadores estrella del equipo de fútbol al que asiste religiosamente con sus amigos Román, Esteban, Marcelo, y Walter. Pero él no se la cree, deja que el deporte sea un pasatiempo y nada más. A él lo que le gusta... es el crochet. Es experto en el área y hasta ha ganado competencias de velocidad en el club de mujeres del barrio e incluso a nivel provincial.
Pero claro, la aguja y el hilo son, según las palabras de su padre, un desperdicio de talento para un pibe como él.
Doña Luisa es el ama de llaves que trabaja con los Aimar desde que Pablo tenía cinco años. Una boliviana con un corazón grande como una casa y la fuerza de un tractor. Mete sus bolsas de arpillera en un bolso más grande y busca las llaves para salir. "Voy a hacer unos mandados y vengo en unas horas, mijo. Cualquier cosa me manda mensaje al guasáp, ¿si?"
Pablo asiente con las manos en la espalda, hamacándose en sus talones. "Vaya nomás, doña Luisa que yo me quedo acá."
La mujer asiente y se dirige a la puerta. "Ah, cierto." Se detiene un momento. "En un ratito va a caer el piletero para limpiar. Se llama Lionel. Ábrale por el costado así no pasa por toda la casa, ¿'tamo?" Puta madre, piensa Pablo, pensando que iba a tener la casa para él solo. Cuando sus padres dijeron que se iban de crucero por toda Europa por un mes, él tuvo que contener los gritos de emoción. Un mes entero rascándose olímpicamente sin que nadie le hinche los huevos para que haga algo. "Sí, sí, no hay problema."
La puerta principal de madera torneada se cierra detrás de Doña Luisa y Pablo se va a la cocina. Abre la heladera y saca un frasco de dulce de leche, al cual empieza a darle sin asco. Esto es un sueño dorado hecho realidad, treinta días de libertad absoluta comiendo todo lo que se le canta el orto. Su celular vibra.
[CABEZÓN]: y? ya se fueron?
Pablo sonríe y responde rápido a su amigo Román.
[YO]: Sí, recién. Que hacen?
[CUCHU]: lavando calzones
[MUÑECO]: escucho el tema nuevo de miranda
[CABEZÓN]: ah trolo viejo y peludo muñeco
[MUÑECO]: cerrá el orto
[MURO]: pabluchi, armamos joda en tu casa como habíamos hablado no?
Pablo tipea su respuesta.
[YO]: Obvio pá. Traigan las patys que a la tardecita arranco el fuego
[CUCHU]: esa enano
De repente, el timbre de la puerta suena y Pablo guarda su celular en el bolsillo. Debe ser el tipo de la pileta. Se acerca al visor del timbre y lo que ve es una nariz gigante pegada a la cámara del timbre. El chico frunce el ceño y aprieta el botón del intercomunicador. "¿Quién es?"
"Lionel Scaloni, vengo por la pileta."
"Sí, pase por la puerta de costado, ahora le abro," responde sin demasiada onda.
Cruza el gigantesco living, el comedor con la mesa para doce personas, el jardín de invierno techado y la puerta que da a la sala de juegos para finalmente encontrar la puerta de servicio. Al abrir, todo comienza a moverse en cámara lenta. Pablo abre los ojos gigantes.
El tipo es altísimo. Pelo corto, nariz recta, cejas gruesas, pero bien formadas, ojos penetrantes, perfil griego. Sus ojos bajan un poco para recorrer los bíceps marcados bajo las mangas cortas de la remera azul marino que lleva puesta y cuando sigue más al sur... casi le da un infarto.
"¿Puedo pasar?"
La voz. Dios santo, esa voz. A Pablo se le aflojan las rodillas y balbucea algo mientras se corre para dejarlo pasar. Sin ningún pudor, se detiene a observar la fantástica vista trasera, con un par de glúteos bien marcados en un short azul que, en este momento, el chico considera un incordio. El pibe del country toma aire y cierra la puerta. "Por acá," indica.
Lo guía por la casa hasta el jardín y siente los ojos del recién llegado en la nuca. O tal vez se está haciendo la cabeza y el otro ni pelota que le da.
"Bueno, eh..." Pablo se muerde los labios, gira para un lado, gira para el otro y hace un espectáculo como una quinceañera nerviosa. "Ahí... están las mangueras, mi vieja usa siempre esa, pero yo prefiero la gruesa." Se frena. Eso sonó espantoso. El rubor comienza a subir por su nuca. "Quiero decir, es más rápido para vaciar la pile... y..."
"Sí, entiendo." El otro hombre apenas sonríe y Pablo siente que le empiezan a apretar los jeans cortos que lleva puestos.
"Ah okay, okay. Listo, te dejo entonces."
El chico da media vuelta para huir hacia la casa y en el descuido, se lleva puesto un flota-flota rosa que estaba tirado en el piso. Cae de boca al pasto, clavando los dientes en la tierra y a las puteadas, escupe el barro que se le mete en la boca mientras se levanta. El piletero se da vuelta y amaga para ayudarlo con una mano.
"¿Estás bien?"
"Sí, sí." Pablo esboza una enorme sonrisa, pretendiendo que no pasa nada. Pero algo en la mirada del otro hombre lo deja perplejo. "¿Qué?"
Scaloni levanta un dedo y le señala la boca. Las pupilas de Pablo se dilatan. "Tenés pasto en los paletones."
Pablo ahoga un grito de vergüenza y se lleva la mano a la boca. Asiente dos veces y raja para la casa a mirarse a un espejo. En medio de los dos dientes frontales, un trébol de tres hojas con pasto brasileño. Un asco.
Se lava la boca y se sienta en el inodoro para bajar un poco un cambio y pensar qué hacer. No puede ir a romperle las bolas por cualquier pelotudés pero realmente necesita ver a ese zarpado cuerpo en acción con esos putishorts que le marcan todo. Se le ocurre una idea y sube corriendo a su habitación, saltando de a dos los escalones de mármol. Pasan tres minutos y vuelve al jardín.
El piletero comienza sacando las hojas superficiales con el mediomundo y Pablo arrastra una de las reposeras hasta el medio del jardín, cuestión de que el tipo lo pueda ver bien también. En su otra mano lleva un libro, Puro Fútbol del Negro Fontanarrosa. Se lo regaló su padre hace tres navidades y que jamás tocó hasta ahora. Con movimientos calculados, Pablo se estira sobre la reposera cual dios del olimpo y abre el libro, con sus gafas de sol puestas. Ocultos bajo los vidrios negros, sus ojos no se focalizan en el texto sino en la piel dorada frente suyo.
Scaloni saca con delicadeza las hojas de paraíso que cayeron en el agua y las deja aparte. Luego toma el barrefondo y cuando se agacha un poco para llegar mejor, Pablo baja el libro para admirar el tremendo culo que tiene frente suyo en todo su esplendor. El piletero se frena en seco y gira. Pablo traga saliva y sube el libro de nuevo a la altura de sus ojos.
"¿Está bueno?" pregunta Scaloni, casi divertido.
"S-Sí, bárbaro." Las manos de Pablo tiemblan, pero no piensa levantar la vista del libro. De pronto, por su vista perimetral ve la figura del hombre acercarse y el corazón empieza a latirle a mil. Scaloni posa sus manos en sus caderas y mira para otro lado. "Hace calor ¿no?"
"Uh, s-sí... t-terrible," responde Pablo tratando de sonar lo más casual posible.
"¿Te jode si me saco la remera?"
"Para nada, un placer." Pausa y casi a los gritos prosigue. "¡Q-QUIERO DECIR, SÍ, SÍ, NO HAY PROBLEMA!" El hombre sonríe y sin dudar, levanta el borde de la remera para sacársela y revelar un pecho musculoso y firme, tallado por los mismos dioses. No es un fisicoculturista, lejos de eso. Es un tipo normal pero perfectamente proporcionado. Los rayos del sol acarician la piel tersa, iluminan ese cuerpo de una manera que es casi hipnótica. El chico sigue la línea de abdominales del mayor hasta encontrar el discreto vello que guía hacia el camino a la felicidad, bajo los shorts.
"¿Te puedo decir algo?" la pregunta de Scaloni lo saca de su abstracción.
"¿Hm?" Pablo responde, sus ojos aún embelesados por el monumento de hombre que tiene enfrente.
"Tenés el libro al revés."
Los ojos del cordobés se abren como platos. Mira el texto y tal cual, las letras están al revés. Como si tuviese un resorte en el culo, se para de golpe y sin decir nada más se vuelve caminando rápido hasta la casa, su cara entera cubierta de un color bordó de humillación ¿Es posible que se ponga tan en pelotudo cuando le gusta alguien? Parece que todo se confabula para quedar como el orto ¡Ni que fuese a propósito!
Raja de nuevo al baño y se empapa la cara con agua helada para bajar la temperatura. Se putea a si mismo por lo bajo y se cachetea llamándose 'pelotudo a cuerda' una y otra vez. El celular vibra de nuevo.
[CABEZÓN]: enano, vamos para allá en media hora.
Pablo entra en pánico y tipea a toda velocidad.
[YO]: no no no no no paren
Frunce los labios y trata de pensar rápido una excusa para que sus amigos no vengan a interrumpirle el momento perfecto que tiene para estar a solas con el piletero sensual. La concha de mi hermana. No se le ocurre nada original.
[YO]: se rompió la pileta, una cagada
El grupo empieza a tipear al unísono.
[CABEZÓN]: y??
[CUCHU]: nos pegamos unos manguerazos y a la verga
Pablo normalmente no reaccionaría mal, pero en este momento 'manguera' y 'verga' son términos que asocia directamente a los shorts que vio instantes atrás, los cuales escondían una potente arma de destrucción masiva. Vuelve a la realidad cuando llegan más mensajes.
[MUÑECO]: pero si, nos arreglamos con lo que haya
[MURO]: te cago a baldazos y listo, enano cagón
[YO]: No chicos, en serio, no vengan. La casa es un quilombo.
[CABEZÓN]: boludo vos me estás jodiendo?? estuvimos planeando esto un mes y ahora porque la pileta está rota te tirás atrás??
[CUCHU]: enano trolo
[MUÑECO]: la novedad jajaja
[CUCHU]: ajajajajajaa
Sí, sus amigos son conscientes de la homosexualidad de Pablito pero son lo suficientemente copados como para no decir ni mu a nadie más. Gracias a jebús que le tocaron amigos decentes que lo acompañaron en cada momento de su proceso del despertar sexual.
[YO]: chicos, en serio, no vengan
[CABEZÓN]: enano que pasa??
Desde la ventana del baño, puede ver al animal que exuda sexo por cada poro de su piel mientras empieza a desagotar la pileta y un hilo de baba cae por un costado de su boca.
[YO]: un puma
Silencio en el chat. Román es el primero que tipea.
[CABEZÓN]: lo que?
[MURO]: trajiste al puma rodríguez? Jaaja
[YO]: no no no no
[CUCHU]: no se que mierda pasa
[CUCHU]: pero en media hora estamos allá
[YO]: SE METIO UN PUMA AL COUNTRY PELOTUDOS
[YO]: NO VENGAN
[MUÑECO]: posta????
[CABEZÓN]: dale boludo
[CABEZÓN]: inventate una mejor
Pablo tipea lo más rápido que puede, sus dedos tiemblan sobre el teclado de su iPhone.
[YO] les digo la verdad!! ya llamaron a fauna
[CABEZÓN]: [sticker de Moria Casán riéndose]
[CUCHU]: pará, es en serio?
[YO]: SÍ, PAJERO! No vengan!!!!
[CABEZÓN] chicos, los paso a buscar en el auto en veinte. nos vemos
Unas palmas desde el patio lo sacan de su ensimismamiento. Pablo baja las escaleras tratando de no cagarse de un golpe por lo pelotudo que está y se acomoda los rulos, tratando de ganar un poco de compostura. "Sí, decime."
"¿El cloro por dónde anda?" pregunta Scaloni, secándose el sudor de la frente con una mano.
"En el galpón, fíjate en la segunda estantería a la derecha." Pablo le señala el lugar y el otro agradece, retirándose para seguir con su trabajo. El nivel de pánico que maneja el chico está fuera de los niveles normales. Vuelve a la cocina para tomar un vaso de agua y empieza a caminar en círculos, pensando qué hacer. Los chicos van a venir y lo van a ver como perra en celo, porque si hay algo que sus amigos pueden leer sin problema, es cuando Pablito se emputece con alguien en particular. Y con este tipo quiere todo: cama, gritos, casamiento y pibes si le pinta también. Manda otro mensaje.
[YO]: En serio chicos, no vengan. Lo dejamos para mañana, de verdad.
Nadie responde. Supone que se calmaron y respira con dificultad. Tiene que aprovechar el tiempo que le queda antes de que llegue Doña Luisa. Llena una jarra de cristal con agua fresca y camina hasta el patio con un vaso en mano. "¿Querés algo fresquito para tomar?" ofrece.
Scaloni deja el balde con agua y cloro a medio armar a un costado y le sonríe con un carisma que pocas veces Pablo vio en su vida. "Si, dale. Mil gracias."
El dueño de casa se pregunta, sinceramente, cómo puede ser que haya gente que existe normalmente y pareciera que viven en una propaganda de perfume de Paco Rabanne. Observa detenidamente cómo el agua baja por su garganta, cómo su nuez de Adán se mueve al compás del glu glu y una gota de sudor cae sobre uno de sus pectorales.
"¿Querés algo más?" pregunta.
Scaloni deja el vaso en la mesita al lado y se acerca unos centímetros hacia el rostro de Pablo.
"Si no te molesta, me gustaría probar algo más fuerte."
Pablo pestañea varias veces, nervioso. "Eh... ¿una birrita?"
Como en un sueño que podría tranquilamente haber tenido en una de sus noches de calentura, el más alto se le acerca al oído y le susurra. "No, algo más duro."
...
"Venimos a la casa Aimar," Román le dice al guardia del country. El hombre ya los conoce de memoria, pero hace la llamada de rigor a la casa para asegurarse de que haya alguien para recibirlos.
"No atienden."
"¿Se habrá quedado dormido?" pregunta el Cuchu desde el asiento trasero del Duna modelo 2001.
"No creo," responde Marcelo mirando el celular. "Yo mandé un mensaje hace diez minutos y me marca como visto.
Todos, incluyendo al guardia, se arriman para, efectivamente, ver la tilde color azul en 'leído' del grupo de Whatsapp.
"Debe estar cagando el muy pelotudo," dice Román. "¿Nos deja pasar, don?"
"No puedo hasta que respondan, saben cómo es esto."
Los chicos rebufan en el coche y Román se pone impaciente, hasta que una imagen por el espejo retrovisor le devuelve la alegría. "¡Doña Luisa! Entramos con ella. Dele, dele," ruega.
El guardia saluda a la mujer que vuelve cargada con cuatro bolsas de verduras y lácteos. "¿Qué pasa?"
"Los chicos quieren entrar y no atienden desde la casa," responde el guardia.
"El crío debe estar bañándose. Vienen conmigo, no hay problema."
El Duna con GNC va a paso de hombre al lado de Doña Luisa caminando, porque no entra en el sobrecargado auto. Básicamente se compraron todo el Coto y aparte, los espacios vacíos están rellenos con ellos cuatro. La ama de llaves deja las bolsas en el suelo y los chicos ayudan, juntándoselas mientras ella pone la llave en la cerradura. "¡Mijo, ya estamos!" grita la mujer al abrirse la puerta.
Silencio sepulcral.
Caminan unos pasos y se paran en seco. Los bolsos caen todos al suelo. Walter venía caminando unos pasos atrás, masticando una tira de pan. "¿Qué pasa?" pregunta, confundido por la actitud del grupo, que literalmente se quedó congelado ante el cuadro delante de sus ojos.
Una de las piernas de Pablo está sobre el respaldo del sillón blanco del living mientras que la otra está por debajo, dejándole acceso a su compañero encima suyo. Ambos están completamente desnudos y agitados. El rostro de Scaloni está pintado en tonos de rojo, sus labios húmedos y ojos achinados por el deseo, mientras que Pablo presenta una hermosa colección de chupones desde el cuello hasta la pelvis. El chico pega un grito de horror y se cubre los genitales. "¿Q-QUE MIERDA HACEN ACÁ?"
Román se tapa los ojos con una mano. La mirada de Esteban va desde el choto del otro tipo a las manos de Pablito, y de vuelta al choto del chongo, como si tuviese que hacer algún tipo de cálculo. Marcelo se agarra la cabeza con ambas manos. Walter sigue masticando el pan como si nada pasara.
Doña Luisa rompe el silencio.
"Yo le dije a la señora que lo del crochet era de jotos."Notas:
Un poquito de relax para cortar con tanta seriedad de "Cuerpo Extraño." :)
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La pile de Pablito
HumorPablo Aimar se queda solo por un mes en su casa y planea una joda con sus amigotes. Pero todo se va al carajo cuando llega el piletero sensual a limpiar la piscina de su casa en el country.