—¿Grace?—. Dijo ya que no esperaba mi llamada.—¿Hola? ¿Eres tú?—.
—Ma...te...—Dije entre sollozos balbuceando e intentando respirar.
—Ey, ey, ¿Qué pasa Grace?, ¿Porque lloras?, ¿Te han hecho daño o algo?—. Dijo Mateo asustado.
—Me han... Yo...—. Dije intentando aguantar las lágrimas.
No podía hablar ni respirar, y él lo notó.
—Es complicado de decir...—. Dije esta vez llorando y sorbiendo sonoramente por la nariz. —Seguramente pienses que estoy loca. Lo siento, lo siento, lo siento de verdad... Lo siento, no era mi intención—. Continué.
—Grace, realmente no sé como ayudarte, pero tranquilízate, coge aire y...—. Me dijo cortándose a él mismo.— ¿Estás en tu casa?¿Estás sola?—.
—Sí—. Respondí aún con el llanto delicado.
—No te muevas, voy para allá—. Me dijo.
Cerré los ojos y él colgó la llamada. Me recogí el pelo con un moño y me fui a lavar la cara para tranquilizarme. Aún temblaba, y la falta de aire seguía ahí. Volví al lavabo y me senté en el suelo, con la cabeza y la espalda apoyadas en la pared. Notaba las lágrimas caer por mis mejillas, mientras la imagen de Marco con mi supuesta mejor amiga se reflejaban en mi mente.
Pasaron cinco minutos y escuché el timbre de la puerta. Solo abrir la puerta, vi a Mateo con el móvil en las manos. Y yo me abalancé sobre él abrazándolo con los ojos llenos de lágrimas y de ojeras por el cansancio acumulado. Necesitaba un abrazo. Ese simple acto que para algunos puede parecer una tontería o una cosa insignificante, a mi me llenaba, me daba paz, tranquilidad y llenaba los huecos de mi corazón.
Tal vez se lo tomara mal, o simplemente le había incomodado, pero necesitaba a alguien, necesitaba a alguien a mi lado, necesitaba un pilar al que sujetarme y un hombro en el cual poder llorar sin miedo a ser juzgada. No sabía si Mateo era el tipo de persona que necesitaba, pero en aquel momento, en ese instante, necesitaba a alguien en el cual poder desahogarme, ya que sentía que me caía y me derrumbaba por momentos.
Necesitaba a alguien que me diera la mano y no la soltara. Necesitaba un pilar estable. Pero sabía que en el caso de que él se derrumbara, tendría que ser consciente de que yo lo haría con él. Caería junto a él, ya que él ahora era el que me sostenía.
Pero contra todo pronóstico y cumpliendo todas y cada una de mis expectativas fijadas en él en ese momento, Mateo me devolvió el abrazo. Un acto cálido y reconfortante que me llenó, y cerró algunas de mis heridas. Mateo estaba sanando cosas que él no había roto, y me sentía mal por él, me sentía culpable, porque él no merecía sostenerme, merecía ser feliz y tener total libertad, pero tenía un presentimiento de que si me aferraba a él nunca más podría soltarlo y eso le podría perjudicar.
—Gracias por venir—. Dije balbuceando, sorbiendo la nariz y separándome de aquel abrazo.
—No tienes porque dármelas—. Dijo intentando tranquilizarme mientras con los pulgares me limpiaba las lágrimas y me ponía un mechón detrás de la oreja.— Deberás.
—Lo siento por llamarte, me sabe mal, pero es que no sabia que hacer y no supe como actuar, mi vista se nubló y...—me cortó.
—No te disculpes de verdad, necesitabas a alguien, así que las gracias te las tendría que dar yo a ti por aceptarme sin prejuicios, no tú a mi. ¿Vale?—.
Las lágrimas pararon de caer de mis mejillas y me sonroje un poco al escuchar sus palabras, pero para que él no la notase mi cabeza se dirigió al suelo.
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Nadie como él
RomanceGrace está rota. Desde que lo dejo con su novio ya no es la misma, y esa idea le aterra. Y eso ha marcado un antes y un después en ella misma. De eso ya hace 9 meses, pero sigue sin superarlo, cuando lo que él hizo fue dejarla por otra chica la cual...