O1

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Robert siente la pesada mirada detrás de su nuca, ahí dónde la marca de su antigua alfa cicatrizaba. Es insistente, demandante, casi obligando a que volteé, pero él no lo hace, continúa enfocado en las niñas que juegan feliz con sus nuevos juguetes.

Sabe quien es, y sabe lo que quiere, por eso evita a toda costa tener un contacto con él. Pero las feromonas son impetuosas, pesadas, llenando cada rincón de la sala y comenzando a molestar en las pequeñas narices de sus cachorras. No quiere llamar la atención de Anna y preocuparla, así que se dirige al umbral de la entrada, allá donde el alfa le mira con fastidio.

Se acerca firme pero tranquilo, queriendo aminorar el humor de Gavi.

-- ¿Qué sucede, Pablo? ¿Te puedo ayudar en algo?

Dice con el español más legible que ha podido aprender de los años que estuvo casado con su esposa.

El pequeño alfa se encoge con su presencia, no sabe controlar aún su aroma y en muchas ocasiones lo ha dejado salir sin darse cuenta, revelando vergonzoso su sentir.

Robert sabe que es lo que quiere, pero no puede dárselo, lo han discutido varias veces de forma privada pero el chico se empeñaba en seguir su descuidado cortejo. Siente lástima.

-- Mi omega...

Unos orbes chocolates le miran desde abajo, vacilante, hablando en un hilo de voz para que no escuche su hermana mayor. Se relame los labios y los presiona en una sagaz línea.

El mayor suspira con pesadumbre. Niega decaído y le toma por los hombros. Tal vez no era la mejor acción para el caso, pero quería hacerlo entrar en razón.

-- Pablo, no sigas... Te vas a lastimar a ti mismo.

-- ¿Qué te detiene? Ya estás divorciado, tu marca se está borrando.

Era un crió obstinado, tenía que aceptarlo.

-- Te llevó muchos años, necesitas una omega de tu edad, que pueda ofrecerte lo que yo ya no puedo...

Habla mirando de reojo a las gemelas, refiriéndose a darle más cachorros. Pero sus mejores épocas han pasado, ya es un omega maduro y sus probabilidades de embarazo son nulas. Además, no podía considerar en serio unirse a alguien con quien tenía una brecha de edad tan desmedida. Simplemente era imposible.

Escuchan los pasos ataconados de Anna y se separan acojonados. Robert se cuestiona su actitud recelosa, cómo si estuvieran ocultando algo, tal vez así era, sólo que él se negaba a verlo. Prefería mentirse infaliblemente antes que aceptar que ese extraño interés no era tan unilateral cómo quería hacer creer.

Regresa a lugar cuando Gavi se escapa en dirección a las escaleras. No tiene sentido ir por él, alimentaria falsas esperanzas.

Un sentimiento conocido se instala, removiendo su interior. Es su omega que ha quedado alterado por las notas altas de roble que desprendió el alfa menor. Se regaña mentalmente, no puede creer que ha reaccionado ante las feromonas de Gavi. Presiona su entrepierna y sonrojado se arrellana sobre el sillón y finge serenidad ante la presencia de la alfa.

Anna le sonríe en un gesto amable, agradeciendo por cuidar este fin de semana a las niñas en la casa de su madre. Tenía una cita urgente fuera de Barcelona y sabía que podía contar siempre con el apoyo de su ex marido. Ambos eran lo suficientemente maduros para entender que su relación no debía afectar la crianza de las cachorras y que debían comportarse a la altura.

Se despiden, recordando que ante cualquier emergencia le llamaran. Sale con una maleta y su bolsa personal de viaje, agitando su mano aún arriba del auto.

Elimina su sonrisa cuando se aleja, odiando tener que cuidar en parte también a Gavi, pues apenas había cumplido la mayoría de edad y su hermana no confiaba en dejarlo sólo. Serían dos infinitos días.














N/A

Me gustan las relaciones prohibidas, cuestionables, inmorales y funables.

ADVERTENCIAS

Lenguaje altisonante, escenas subidas de tono, Robert omega y Gavi alfa, diferencia de edad: 17 años. Y es un AU, no son futbolistas aquí.










Elijo Estar Contigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora