O3

903 132 35
                                    

Gavi es llamado por sus padres para que bajara del cuarto y terminará de una buena vez con su berrinche. Ha entrado a la sala más por obligación que por gusto, pero el gesto molesto que arrugaba su ceño se disolvió casi enseguida cuando un abrasador aroma inundó sus fosas nasales. Era un omega, y un omega que olía delicioso. El olor a mora azul que impregnaba el pasillo le recordaba a esos sábados por la mañana cuando su madre hacía waffles y los decoraba con fruta fresca, su favorita, claro, eran las moras.

Al inicio estaba enojado porque se enteró que hoy su hermana mayor introducía a su novio a la familia. Apenas se había presentado como alfa y ya había conseguido un omega. Y Gavi estaba celoso, porque ya no sería el centro de atención de Anna. Pero ahora viendo al joven adulto, con esos ojos azul y acuosos que le dejaban reflejarse en ellos cuando lo enfocó, supo que él era el ser humano más bello que había pisado la tierra.

Tenía recién seis años, aún le faltaba demasiado para saber su segundo género pero no era un impedimento para el crush que desarrolló hacía el mayor. Lo tuvo todo ese tiempo en la mira, esperando ansioso cumplir la mayoría de edad y con suerte, ser un alfa también.

Durante esos años que convivió con Robert estuvo llenándose de fantasías, incrementando cada vez más con el pasar de sus etapas. La peor fue, sin duda, la pubertad. Aquella ocasión cuando con quince años tuvo su primer sueño húmedo y descubriendo una enorme ereccion al imaginarse en escenarios comprometedores con su cuñado. Se quiso negar, obvio, sin embargo sus impulsos fueron en potencia y terminó manchando los boxers con aroma a mora azul que dejó olvidados el mayor en el baño.

Pecó, y le gustó.

Cuando Anna y Robert tuvieron a sus hijas, el amor que se prometían pareció ir en picada. Las peleas fueron más constantes, los celos y los arrebatos. Escuchar al omega sollozar luego de que su hermana saliera azotando la puerta le daba migajas de esperanzas, una chispa que era alimentada con remordimiento, pues sabía que era un dolor que le afectaba.

A la edad de treinta y tres años, Robert rompió el lazo con Anna y al año, Gavi se presentó como alfa. Simplemente era el destino, y él lo sabía. Incluso Lewandowski, comprendía que la alfa española sólo era el camino que lo unió con su destinado, pero era un terco, un orgulloso.

De cualquier forma, Gavi no se iba a dar por vencido y aún si tenía que usar sus feromonas en contra del omega así sería. Lo tendría bajo suyo, gimoteando de placer y suplicando entre lágrimas por una marca, y se la daría con gusto. Sus colmillos comenzaban a molestar sólo con pensar en la idea y recordar la leve cicatriz que pintaba la piel pálida de Robert. Pronto serían sus dientes los que dejaran una dulce mordida en la curvatura del cuello ajeno.

Presionó su entrepierna, con la mirada perdida sobre su plato frío. Había dejado de prestar atención a las voces chillonas y agudas de Sofía y Sandra cuando se perdió en sus recuerdos.

Dio un vistazo de reojo al omega, quien detectó sus feromonas de excitación y enseguida enrojecio. Robert le miraba con un destello de decepción y miedo, cómo si temiera realmente en que no se pudiera controlar frente a las gemelas. Se mordió los labios, pues seguro que no lo podría manejar conforme pasaran las horas.

-- Niñas, vayan a lavar sus dientes y luego a la cama.

Ordenó el mayor, comenzando a recoger los cubiertos. Las niñas salieron corriendo con sus vestidos color pastel y subieron por las escaleras entre risillas cómplices, listas para hacer una travesura más tarde.

Las observó perderse y regresó su foco de atención al omega cuando escucho la llave del lavadero abrirse.

Se asomó algo cohibido, esperando el regaño que nunca llegó. Robert parecía molesto por cómo fregaba los trastes pero no salía palabra de sus labios sellados.

-- ¿Sucede algo?

-- T-tú también ve a lavarte. Anna dijo que tienes tarea de la universidad.

Un tartamudeo al inicio le indico que Robert no estaba bien, pero cuando se acercó para escuchar con detenimiento sus sollozos no percibió nada.

-- P-perdón, no te quería incomodar, ni a las niñas.

Se disculpo tocando el hombro del polaco, y su tacto se sintió como fuego para el contrario. Se dio media vuelta, alterado, con el rostro sonrojado y las pupilas dilatadas. Estaba entrando en celo.

-- Vete de aquí, Pablo.

Mascullo.

Ya era tarde, Gavi inhalo con fuerza y se deleitó sin vergüenza con las feromonas. No podía creer que aún con eso Robert se negaba a aceptar que estaban hechos el uno para el otro. Su propio aroma a roble fue lo que desató su celo.

-- Déjame ayudarte. Yo puedo aliviar ese dolor.

Con descaro lo tomó por la cintura, acercando ambos cuerpos y provocando una deliciosa fricción entre sus miembros semi erectos. Deslizó una de sus manos por su espalda baja y la posó con fuerza sobre su glúteo, apretando y sacando un gemido involuntario del omega.

Robert se sorprendió de su propia respuesta y mordió sin cuidado su labio inferior buscando callar esos bufidos insolentes. Miró con reprensión al menos, negando con la cabeza que no quería su ayuda y sobre todo, que se detuviera.

-- No lo hagas más difícil, Lewy, sabes que tu entrada pide por mi, casi puedo sentirla contraerse y dejar salir a chorros tu lubricante.

Se puso de puntillas para poder robarle un beso, pero un grito en el piso de arriba lo detuvo.

-- Dad, Sofia doesn't want to wear her pajamas!

Robert sólo necesitaba eso para recuperar su fuerza de voluntad que amenazaba con dejarse llevar y ahora si, con fuerza suficiente empujó a Gavi lejos de sí mismo.

-- No vuelvas a hacer eso.

Lo regaño antes de salir en busca de sus supresores y por supuesto a ver a sus hijas.

















N/A

Creo que hay errores, los checo luego jaja.










Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 23, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Elijo Estar Contigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora