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No entendía como había logrado estar en esa situación, sentada sobre el regazo de la temida sombra de Haddonfield, el corpulento y musculoso hombre la mantenía aprisionada entre sus fuertes brazos, con su rostro enterrado en la curvatura de su cuello, ambos estaban en una de las esquinas de aquella habitación, manteniéndose lo bastante alejados de la puerta. 

Aún les faltaban unos treinta minutos antes de que los guardias lo vengan a buscar para volver a sus respectivas habitaciones. 

-Uhm...¿Michael? -murmuró removiéndose sobre su regazo, su cuerpo tensándose y sorprendiéndose de sobre manera al sentir un endurecido bulto presionando contra sus nalgas 

Un gruñido fue todo lo que recibió como respuesta, su agarre se volvió mas firme, manteniéndola inmóvil en su lugar. 

-Quieta

Su voz rasposa y masculina logró descolocarla nuevamente, sintió una leve punzada en su intimidad,  signo de que comenzaba a excitarse.

Carajo, ¿Cómo podía excitarse tan solo con escuchar su voz?

-No falta mucho para que vengan los guardias... -le dijo suavemente, en un intento por hacerlo entrar en razón, quizás si le decía aquello lograría que Myers la soltara

-Loomis vendrá en cualquier momento -volvió a decir 

Sin embargo, Michael no se movió, siguió olfateando su cuello, deleitándose con el suave aroma a fresas silvestres que la chica poseía, sus grandes manos se mantenían firmes sobre la silueta de la bella chica.

Le gustaba tenerla cerca, le brindaba una paz que jamás sintió con nadie. 

Soltó un bufido fastidiado al escuchar pasos aproximándose a la habitación, su tiempo se había acabado. 

A regañadientes la dejó ir, viendo como la chica se levantaba de su regazo, alisando su largo cabello con sus dedos

-Eres raro

Michael emitió un pequeño gruñido, observándola expectante 

-Pero me gustas -le sonríe, volteándose para volver a su esquina justo en el instante en que la puerta se abrió, dando paso al doctor Loomis y cuatro guardias 

-Es hora de volver a sus habitaciones -Loomis los observó con curiosidad, ___ sonreía animada y Michael estaba extrañamente calmado 

-Genial, quiero dormir -___ camina hacía uno de los guardias quien coloca unas esposas sobre sus muñecas 

Los otros tres guardias se acercan a Michael, colocándole las esposas en sus muñecas y tobillos.

Los llevaron a sus respectivos cuartos, encerrándolos para luego retirarse, el doctor Loomis se acercó, asomándose por las pequeñas ventanillas que habían en las puertas

-Vendré dentro de unos minutos a darles sus medicamentos 

-Y me aseguraré de que los ingieran -añade, dando una mirada penetrante a la castaña quien blanquea sus ojos con molestia 

-Como diga señor loquero -suspira dejándose caer sobre su cama

Michael quien se encontraba sentado en su cama tan solo asiente, sin mirar al doctor, su mente estaba perdida, recordando la calidez del cuerpo de la joven contra el suyo, como sus manos parecían encajar a la perfección alrededor de su perfecta cintura, el dulzor de su aroma y el exquisito sabor de su piel. 

Sin duda aquella chica sería su perdición. 

(...)

Se encontraban en la hora de la cena, los pacientes iban pasando por orden de pasillo, por lo que ahora, la chica se encontraba junto a sus compañeros de celdas. 

Enfermizo amor -Michael Myers-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora