Su nombre era Joan, Joan Peterson. Tenía el cabello blanco con flequillo rosa y siempre despeinado. Ojos oscuros como la noche, uno a menudo tapado por su cabello. Delineador negro y piel casi tan blanca como la nieve.
Tenía una risa estruendosa y brackets. Utilizaba un montón de brazaletes de colores y collares de cuentas. No parecía conocer el miedo. Era, simple y llanamente, genial. Lidia daría lo que fuera por ser al menos un poquito como ella. Pero preferiría aún más estar con ella.
Le gustaba desde la primera vez que la vio, cuando había aparecido así sin más en la escuela. Por lo que sabía, era de Canadá y se había mudado con sus abuelos después de que sus padres hubieran fallecido en un accidente, o al menos eso decían las chicas.
Realmente no tenía idea, y no podía comprender cómo después de haber perdido a sus padres podía seguir siendo tan feliz.De hecho, había muchos rumores en torno a Joan Peterson. Algunos decían que era una criminal buscada que estaba escapando de la policía. Otros decían que era un alien inmortal enviado para estudiar a los humanos. Las más envidiosas decían que se había hecho cirugías plásticas. Y podría seguir hasta la infinitud.
A Lidia no le interesaba ninguno realmente. Ella estaba enamorada de Joan, no de su vida privada. La había conocido cuando tenía 14 años y había caído perdidamente enamorada. Estaban en clase de deportes y tocaba hacer parejas para jugar a algun juego tonto. A Joan todos le preguntaban si quería hacer pareja con ellos, mientras Lidia estaba en una esquina, sola. Aún recordaba cómo la había mirado. Era una mirada que hacía que su corazón amenazara con salir de su pecho. Recordaba cómo había salido de la muchedumbre y le había extendido la mano. Como le preguntaba si quería hacer pareja con ella y como todos la miraban como si no entendieran porque una chica como ella intentaría ser amiga de la niña lesbiana que no hablaba con nadie.
La campana devolvió a Lidia a la realidad. Sacudió la cabeza y tomó sus libros. ¿Qué clase tocaba ahora? Ah sí, drama. Estaba saliendo del salón cuando uno de los amigos de Joan chocó con ella y siguió de largo, haciendo que sus libros cayeran al suelo. Se agacho a recogerlos mascullando algunos insultos, cuando unas botas negras se detuvieron junto a ella. Levantó la cabeza y vio a Joan. Noto que sus mejillas se ponían calientes y volvió a bajar la mirada. Sintió como se ponía de cuclillas junto a ella.
— Fue Thomas, ¿cierto?
Lidia se obligó a mirarla. No intento hablar, porque sabía que solo saldrían ruiditos sin sentido, así que se limitó a asentir. Joan hizo algo parecido a una mueca.
— Lo lamento, puede ser un idiota a veces, pero es buen chico.
Lidia no lo creía, pero no dijo nada y solo siguió levantando sus libros.
— Oye, Lidia, hum... te gustaría ir a, no sé, ¿tomar algo en la tarde?
Lidia tosio. ¿Qué? No. Debió haber escuchado mal. No. No. Hizo un esfuerzo casi sobrehumano para poder formar una frase coherente.
— ¿Tomar... algo?
Joan la miró con esos ojos oscuros y hermosos. Tan hermosos. Asintió de una manera casi tímida, que no le quedaba para nada.
— Podríamos ir a la cafetería, o lo que quieras. Si es que quieres, claro. Si no, no pasa nada.
Lidia parpadeo lentamente y pudo sentir como sus mejillas prácticamente ardían. Trago saliva.
— ¿A qué hora?
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Necklaces
General FictionLidia Thompson es una muchacha relativamente normal. Joan Peterson no lo es para nada. Ocultan muchos secretos bajo la superficie. Secretos que llevan siglos sin ser desvelados. Secretos que podrian llevar a la muerte de ambas. Familias. Envidia. Mu...