Una tierna caricia

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De forma vaga recordaba el día, cuando se dio cuenta que sus ojos ya no percibían de la misma forma a su hermano. 

El aire tibio proveniente del desierto se filtraba entre los muros del templo de su padre, a pesar de la ligera humedad proveniente del Nilo el aire no perdía el tinte seco que arrastraba del desierto mismo haciendo incómodo respirar, pequeñas cantidades de arena formaban una fina capa roja en el suelo arrastrada de forma imperceptible por la corriente de aire seco.

La felicidad inundaba cada rincón de su ser, aunque débil había logrado mover  las arenas del desierto. Poco antes del amanecer sus manos lograron mover a voluntad un pequeño puñado de tierra roja, logrando que ésta adoptara la forma de un pilar poroso y apenas con la fuerza suficiente para mantenerse en pie unos segundos.

La primera manifestación tangible de su poder divino, ahogado en felicidad corrió al estudio de su padre encontrando en lugar en un absoluto silencio. Temeroso de ser atrapado por su padre o algún sirviente apresuró sus pasos en dirección a la mesa de piedra ubicada cerca de una enorme ventana, tomando con torpe rapidez un par de papiros y tinta huyó tan rápido como le era posible, escondiéndose en el jardín.

La suave hierba bordeando el cauce del río crujido bajo su peso, teniendo gran cautela escondió su cuerpo detrás de los altos juncos.

Sus dedos torpes apenas pudieron dibujar la forma de aquel pilar poroso y escribir de forma clara cada momento previo a tan importante suceso, debía registrar todo de forma cuidadosa de esa forma su padre y hermano  podrían compartir su felicidad ante la manifestación tardía de su divinidad.

Con la tinta fresca en el papiro y algunas gotas manchando sus dedos, tomó con gran cuidado el pergamino observando orgulloso los finos trazos plasmados entre las ásperas fibras. Una sonrisa se formó entre sus labios, aquel dibujo sería la prueba visual de su logró pudiera o no lograr replicar tal suceso frente a su padre y hermano.

Apretando el pergamino contra su pecho recorrió ágil el largo pasillo de piedra pulida buscando con la mirada a su hermano, emocionado por compartir su descubrimiento acerca de los poderes despertando en su cuerpo ansiaba contar su maravillosa hazaña. La lenta maduración de su cuerpo había retardado la aparición de sus bendiciones como dios a diferencia de Horus quien había tenido su despertar como dios 5 años antes.

 Aunque su corazón guardaba cierto resentimiento por quedarse atrás de su pequeño hermano en su desarrollo, realmente sentía alegría ante los logros de Horus y más de una vez su cabeza formuló la misma pregunta ¿Qué dones como dios poseía?. Horus había demostrado un manejo extraordinario del fuego y una torpe clarividencia, en cambio  los dones de su padre abarcaban la creación de las insuperables  aguas del nilo, mismas aguas que daban vida al mismo Egipto y contaba con la bendición de adoptar una forma animal con la que podía domar al resto de los cocodrilos que habitaban en el Nilo.

Ahora que podía manejar débilmente las arenas del creciente desierto, significaba que era un dios importante ¿o no?. El vasto desierto crecía cada año y él era el único capaz de mover las arenas rojas a su antojo, si su hermano era el futuro sol, él  debía ser un dios destino a proteger a ese sol.

Su mirada vago a los rayos del sol filtrándose por las cortinas translúcidas, la luz apenas alcanzaba a filtrarse por las ventanas a pesar de la hora tan avanzada del día, los rayos solares no lograban entrar al templo. Si su deducción era correcta Horus debería estar refrescando se cerca del cauce del río, una suave risa escapó de sus labios al imaginar a su hermano pequeño sudando y quejándose por su poca resistencia al abrasador calor del desierto.

Cegado por la felicidad sus piernas prácticamente volaron al atravesar el pasillo, sus oídos captaron el ruido del agua en movimiento y su nariz percibió tenuemente el olor al fondo húmedo, indicando su proximidad al borde del río Nilo.

Serpiente del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora