parte única.

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“¡Ma! Estoy saliendo.” Gritó Julián desde abajo, mirándose en el espejo una última vez en el espejo mientras se arreglaba el cabello, listo para irse.

Vestía un par de pantalones cortos de mezclilla que por poco le dejaba ver su alma y una remera transparente dejando ver sus piercings en sus pezones.

Se sonrió en el espejo y salió de la casa sin esperar la respuesta de su madre.

Eran las 16:00 pm y Julián caminaba tranquilamente viendo algunos traficantes de droga y nenes jugando en la calle, siguió su camino distraído hasta la casa de su amigo Rodrigo. Vió las miradas no tan discretas de algunos hombres en su culo y sonrió, subiendo más los pantalones cortos.

Pasó por un callejón sucio y arrugó la nariz al ver a unos adictos tirados allí, cruzó la calle y llegó a la casa de su amigo, tocó la puerta y esperó. Julián era el más conocido y la princesita del barrio, su padre era uno de los criminales más buscados de la provincia, era un hombre brutal y muy peligroso. Julián ni siquiera recuerda la última vez que lo vió, estaba muy ocupado.

Julián amaba su vida y no podía negarlo, siempre tuvo todo lo que siempre quiso desde niño, su madre era una mujer maravillosa y casi nunca le negaba nada a su hijo, a Julián no le importaba lo que hiciera su padre, tampoco lo que dijera la gente de su vida y su familia, él era feliz y eso era suficiente. Siempre fue un consentido y era difícil escuchar un no de la gente, su belleza era de otro mundo y lo sabía, utilizandola para tratar siempre de tener todo lo que deseaba.

Con sus 19 años, Julián ya ha hecho demasiado en ese barrio. Le encantaba la adrenalina y por eso siempre se arriesgaba por placer y la sensación de hacer algo que podría cagarle la vida. Sabía que algún día podría irse bien a la mierda, pero no le importaba, estaba viviendo su mejor vida.

“Que onda, Juli, ¿vamos?” Salió de sus pensamientos cuando su amigo lo arrastró al lugar de siempre, una placita que quedaba justo en el centro del barrio, habían varios kioskos y era muy concurrida la mayoría de los días. Los chicos pasaron la mayor parte de la tarde hablando, bailando y chamuyando con los narcos que pasaban a cada rato.

Julián se estaba riendo de algo que Rodrigo había dicho cuando lo vió. Vestía un pantalón negro y una camisa blanca, en su hombro izquierdo colgaba un rifle y en su cintura dos clocks, fumaba un porro y su cabello por más viento que pasara, se encontraba intacto.

Estaba todo sudado por el sol brillante y Julián casi babeó mientras ajustaba su pequeña cadena de oro alrededor de su cuello. Sus ojos oscuros observaban el movimiento de los comerciantes, y Julián sintió que se estaba mojando cuando colocó sus grandes manos sobre las armas en su cintura.

“Ay…” Suspiró mirando los tatuajes en el definido cuerpo. Rodrigo se dio cuenta y miró en la dirección en la que miraba Juliant, riendo suavemente sacudiendo la cabeza en negación.

“Sabes que no se lo puedes entregar, ¿verdad?” Dijo él sin dejar de sonreír.

“Lamentablemente.” Dijo Julián enojado.

Enzo Fernández era el traficante de drogas y la mano derecha de su papá, razón por la cual Julián no podía tener nada que ver con él. Su viejo nunca lo dejaría y lo mataría si soñaba que Enzo le había puesto un dedo encima.

Julián ha estado enamorado de Enzo desde que tenía 15 años. Era perfecto, respetado y muy conocido. Enzo tenía una reputación de sinvergüenza y por lo que Julián escuchó en las jodas, sabía cómo hacerte feliz.

El muchacho sueña con el día en que pueda sentir esas manos tan firmes sobre él y poder disfrutar de todo con el hombre. Poder tener un poco de lo que tanto hablaban las chicas, Julián se excitaba con solo pensar en las posibilidades, sin importarle ni un poco su papá.

Ultraviolence ☆ Enzo x Julián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora