—¡Ayla! Ese arabesque lo quiero más arriba, y haz el favor de levantar el pecho —la voz de la señorita Ivanova retumba por todo el escenario del teatro Rialto y me esfuerzo en contener las lágrimas que amenazan por brotar de mis ojos. Levanto todo lo que puedo la pierna izquierda y puedo sentir cómo me arde la zona lumbar que tras cinco horas de estar trabajando no da más de sí.— Parad la música por favor, mi bailarina no está concentrada.
La música que sale por todos los altavoces del inmenso teatro se para de golpe y suelto un bufido cansada intentando recuperar el aliento. Me tapo la luz del foco que lleva un buen rato dándome en toda la cara y achino los ojos para mirar a mi profesora, estoy preparada para recibir el golpe.
—¿Qué te pasa? No estás en las posiciones que te estamos marcando con los focos. Como no te concentres te buscaré una sustituta. Otra vez por favor.
Tengo ganas de decirle que sí, que si tantas ganas tiene de echarme que se busque a otra bailarina, pero me muerdo la lengua para no decirle todo lo que pienso. Seco el sudor de mi frente suspirando y vuelvo a mi posición inicial cuando empiezan a sonar las primeras notas del Pas de deux de Giselle, el cuál tengo ya bastante aborrecido. De fondo, eclipsando la música, la voz de Ivanova grita cada paso que tengo que hacer «developé a la segunda, piroutte en arabesque, arabesque con brazos en quinta,penché, etc, etc, etc».
Y prometo que lo estoy intentando, que sé lo que tengo que hacer en cada segundo, pero estoy agotada y tengo demasiadas cosas en la cabeza. Llevo demasiadas horas bailando sin parar, necesito comer alguna cosa, el dolor de los dedos de los pies ha dejado de existir ya que no los noto, no veo prácticamente nada a causa de los focos, y para ser sincera, la voz de la señora rusa gritándome no me ayuda para absolutamente nada. Así que ahora mismo, lo que más priorizo es no desmayarme en medio del escenario.
Sigo con la coreografía que tantas veces he repetido estas últimas semanas y llega el momento en el que Marc entra en escena. Marc y yo llevamos siendo novios desde los quince años, pero nunca habíamos podido compartir un pas de deux. Bailamos juntos y me levanta en un salto ágil y delicado, es como si flotara en el aire, con él en el escenario es todo mucho más fácil. Pero es en este preciso instante cuando noto que se me nubla la vista. Ya no escucho la música, los gritos de Ivanova se extinguen, los focos dejan de abrasarme las mejillas y las cálidas manos de Marc sobre mi cintura me dejan caer.
Intento reaccionar pero ya es demasiado tarde, ya estoy en el suelo tras la caída y con el tobillo torcido. Llevo tantos años dedicándome a esto y sabiendo cómo amortiguar cada caída que me he quedado completamente en blanco. La música vuelve a pararse y escucho a mis compañeros sofocar un grito y a Ivanova murmurar algo.
— Dios mío Ayla ¿estás bien? Perdón cariño, en serio, pensaba que sabías que la bajada iba en el siete —se disculpa Marc que se agacha rápido a mi lado.
— No es nada, he apoyado mal el pie —hago una mueca de dolor y me quito la punta sin desatarla, prácticamente arrancándola de mi pie. Retiro la media manchada con algunas gotitas de sangre y observo mi uña del dedo gordo más rota de lo que estaba hace unas horas, además de la hinchazón que está empezando a salirme en el tobillo.
Se hace un corro a nuestro al rededor y todos hacen como si estuvieran preocupados por mí pero en realidad solo quieren cotillear. Podrían estar estudiando Arte Dramático perfectamente, porque su interpretación es de diez. Marc coge mi pie y le da un par de vueltas, comprobando que todo esté bien. Pero es obvio que no lo está.
— Apartad, dejadme verlo —Ivanova disipa a la multitud de bailarinas que hay parloteando a mi al rededor y se acerca a mí negando y con ese aire de superioridad que tanto detesto. Al igual que Marc, coge mi pie y empieza a darle vueltas y toquetearlo con tan poco tacto que me da ganas de abofetearla. —Te he dicho que no estás concentrada. Esto es un esguince. Que alguien la acompañe a la enfermería.
Una lágrima recorre mi mejilla y siento que voy a romperme, pero no puedo dejar que vea que estoy dolida. No puedo darle esa satisfacción.
— Señora no ha sido culpa suya. Lleva ensayando muchas horas, podría habernos pasado a cualquiera de nosotros —Marc me coge con cuidado y me abrazo a él escondiendo mi cara en su hombro. Una vez estamos en las bambalinas rompo a llorar.
— No puedo más, ¡esa mujer me odia!
— Venga no digas eso— acaricia mi cabeza —está agobiada por el estreno del ballet, pero se le pasará.
— No lo entiendes. Ella no te habla cómo me habla a mí, a ninguno de vosotros, no es justo — sollozo y me deja sobre la camilla cuando llegamos a la enfermería.
— Venga Ayla, tampoco te ha hablado tan mal. Voy a ver si ya ha dado el ensayo por terminado, ya son las nueve.
Me quedo callada porque sé que por más que intentara explicárselo no lo entendería, últimamente no hace por entenderme. Siempre me contradice y le resta importancia a las cosas que para mí son muy importantes. Pero intento no pensarlo mucho porque no necesito otro motivo más para hacer crecer a mi ansiedad.
Una vez le cuento lo ocurrido a la enfermera se encarga de inmovilizarme el pie. Me sabe mal que se esté esforzando tanto en colocar la venda para que mi pie quede bien sujeto, cuando está claro que no me va a durar ni un día.
— Bueno, esto ya está. Intenta hacer el máximo reposo posible. Si te duele mucho prueba con algún antiinflamatorio —comenta cuando termina de dejar a mi pobre pie como si fuera una momia.
Le doy las gracias y salgo intentando caminar lo mejor que puedo, ya que entre el dolor que siento y la presión que ejerce el vendaje en prácticamente imposible. Busco con la mirada a Marc y lo veo avanzar hacia mí.
— Ha dicho que podemos irnos a casa pero que mañana por la mañana a las diez hay que estar aquí ya calentados para empezar el ensayo. Venga, te acompaño a casa.
❁ ❁ ❁Hola! Quiero aclarar antes de nada que esta no es una novela sobre el ballet ni la danza, simplemente es un capítulo de introducción a la historia. Gracias por leer🫶🏻

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Nacida de la Luna
Viễn tưởngDos polos opuestos Ayla & Eleonor Una escuela Instituto Medianoche Un destino en común Saber por qué comparten un vínculo sin conocerse