La primera vez que Satoru paso una noche en la vieja casa donde Megumi y Tsumiki vivían, ya había transcurrido poco mas de un año en que el albino se entrometio en sus vidas.
Megumi no lo odiaba (no demasiado), así que no sentía un particular rechazo hacia el hombre que había impedido su venta al clan Zenin.
Le tenía estima, de echo, gracias a él, Tsumiki no debía pasar por el abandono de nuevo, puesto que no sabria con certeza que hubiera
sido de la chica si su venta se hubiera concluido y hubiera sido botada por no ser de utilidad. Siendo el único acogido en el clan por sus habilidades heredadas, Satoru le aseguro sin vacilar un segundo que dentro del clan no seria feliz y Tsumiki sufriría al ser una carga que no les serviría de nada.El talento era precioso para los clanes de hechiceros y Megumi prefiere quedarse un poco más con su hermana adoptiva que ser una moneda de canjeo para su padre que los abandono hace tiempo.
La madre de Tsumiki se fue, y ellos han estado sobreviviendo desde entonces.
Satoru mejoró considerablemente su calidad de vida, no tenían que preocuparse por el dinero, la escuela o cualquier otra cosa relacionada con la hechicería.
Haci que, la primera vez que Satoru se quedo a dormir, Megumi se sintió algo incómodo. La segunda vez, se sintió inquieto. Y la tercera vez, abrumado, pues el albino había reprochado dormir en su habitación por que la sala era demasiado fría.
Lugar donde durmió las veces anteriores. Las razones de quedarse noches si y noches no es esa casa vieja variaban, pero normalmente se trataba sobre Gojou demasiado cansado de sus misiones al ser un hechicero de grado especial, por lo que, prefería quedarse a pasar la noche entre la fría madera de la casa donde ellos dos residían que hacer el largo viaje hasta la propia.
Así pues, Megumi no pudo reprochar algo, se sintió tonto y avergonzado. Satoru, un hechicero que estaba constantemente ocupado, y que terminaba demasiado cansado de sus misiones, aun así, les visitaba.
Cuando podía simplemente pasar de ellos si estaba ocupado, pero que les visitaba casi diariamente. Aun estando tan cansado.
Y Megumi no pudo quejarse, tampoco cuando comenzó a quedarse por las noches con más regularidad que antes, ni tampoco cuando el albino lo hizo en su habitación.
Las razones por las que se quedaba eran diferentes ahora y en consecuencia, algo cambio, Megumi no quería admitirlo, pero lo hizo cuando Tsumiki le cuestiono sobre si estaba bien con que Satoru durmiera en su habitación.
Megumi tardo un segundo en responder, lo pensó y lo hizo. Solo asintió con la cabeza sin querer decir más, no es que desconfiara del hombre, después de todo. Era molesto y actuaba como un niño de cinco años, pero no era de lo peor.
Decidió ser objetivo y guardarse sus comentarios, después de un tiempo, se acostumbro. La incomodidad inicial se había esfumado y ya no quedaba nada. No le molestaba, por lo que estaba bien, era algo sencillo con lo que no debia pelear, era Satoru, al fin y al cabo.
—¿Qué es lo que haces? —pregunta cuando repentinamente, los largos brazos del albino le rodearon y apegaron al pecho de Satoru.
Los ojos del mayor brillaron con matices de burla y una gran sonrisa se estiro en su cara.
Megumi sintió el aire pesado en sus pulmones, ahí hiban de nuevo. La misma disputa de siempre, Megumi toco el pecho de Gojo con las manos frías, sintiendo el contraste de temperatura.
La piel de Satoru era tibia, cálida y caliente. Un contrate que a Megumi le parecía gracioso, pues el blanco cabello y los ojos azules con las largas pestañas de nieve le recordaban al invierno, a los templados paisajes con montañas nevadas y esponjosas bufandas que protegían a la gente del frío.
Satoru parecía estar echo del mismo invierno. Era peculiar.
—Todo tú estas frío, déjame calentarte —canturra como un crio—. Te puedes resfriar.
—No es necesario, estoy bien — trata de razón con el mayor, pese a sus esfuerzo, era Satoru, no se daría por vencido tan fácil.
Esa era la forma que era él. Terco y de temperatura cálida.
Los brazos le arroparon más que antes, envolviendo su cuerpo frio, mientras el de ojos azules reía y el forcejeaba para liberarse. Megumi se preguntó por que siempre insistía en acercarlo a su pecho y acariciar su cabello, como si fuera un niño demasiado pequeño que podría rodar fuera del futón y lastimarse. Era ridículo, no era tan pequeño como para que lo abrazara.
Gojo tenía su propio futón, pero siempre lo juntaba con el suyo para poderlo abrazar.
—Te dije que estoy bien —chista mientras lo alejaba—. No me abraces.
—Pero Megumi, me aterra la oscuridad, abrázame —lloriquea el albino, sin soltarlo.
—No seas ridículo, eres un adulto. Comportate como tal —exclama molesto.
—Meguumi.
—Dejame.
—No.
—Maldición, no me abraces —insistia aun más.
Megumi se sentía extraño en los brazos de Satoru, pequeño e indefenso. Como un cachorrito recién nacido, podía ser que Satoru le miraba como uno, un pequeño niño débil.
Megumi suspiro, derrotado y cansado, se rindió y desecho la idea de que Satoru le escuchara y lo soltara. Era una lucha perdida. Jadeo exaltado por la lucha de brazos y piernas, Gojo respiraba algo agitado, Megumi dejo salir un gemido cansado y se acerco al pecho del albino.
Bien, dejaria que el tonto de Satoru le abrazara por esta vez. Solo esta vez.
—Gane —reprocha Gojo con arrogancia. Megumi solto un bufido ante tal comentario.
—Cállate.
El mayor río con gracia, Megumi no pudo evitar notar las espesas pestañas albinas chisparse ante la risa. Su mano se acerco al cabello blanco y lo toco con curiosidad. Se imaginaba la nieve derritiendo cuando lo acariciaba.
Los brazos de su compañero le abrazaron. Apegando su cuerpecito delgado a su pecho cálido. Megumi se acurruco, Gojo ronroneo complacido con su repentina curiosidad y apego.
Le parecía gracioso el divertido cambio radical que sufría Megumi después de la típica pelea campal que tenían, discutiendo sobre la misma razón cada noche. Poniéndose callado y cariñoso unos momentos después de su inicial molestia.
—¿Dormimos ya? —Satoru pregunta, viendo como el niño bostezaba después de un rato.
—Mmn.
Satoru le enrollo con sus brazos, admitió poco antes de dormir, que amaba con locura a este niño.
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Cálido Sentimiento | GOFUSHI
FanfictionMegumi descubre cuanto le gusta la calidez de Satoru.