1- LUMINISCENCIA

1 1 0
                                    

A veces, si cierro los ojos, puedo imaginar que mi vida es un libro en el que la historia se divide en varios capítulos. Los diez primeros narran gran parte de mi infancia y preadolescencia en tan solo unos pequeños flashes. El primer diente, el primer paso, la primera palabra, la primera caída al aprender a montar en bicicleta. Veo a papá enseñándome, a mi hermana animándome a seguir pedaleando y a mamá preocupada por si me caía.

Lo que comprendería muchos años después es que quizá de eso trata la vida, de seguir avanzando, de no parar, de superar todos los obstáculos a pesar de que se presenten algunos baches que hagan que todo parezca más complicado.

Los cinco siguientes capítulos los tengo borrosos. Estos narran los acontecimientos más importantes que hoy en día marcan la clase de persona que soy. El amor en la mirada de papá hacia mamá, las discusiones que terminaban en un «lo siento» o en un «te quiero», las miradas, los gritos, las peleas entre hermanas.

Es entonces cuando Alice empieza a destacar. Pasa de ser la «hermana mayor» a ser simplemente ella: la que aprueba todo, la que más sonríe, la que más amigos tiene, la que mejores notas saca, la de las matrículas de honor.

Y luego estoy yo: Haley. La que no sonríe tanto, la que no puede parar quieta, la que se queda en casa leyendo, la que no tiene tantos amigos porque solo acepta a personas que aporten y no hagan daño, la que aprueba siempre al límite... Tal vez por eso me he sentido siempre tan invisible.

Los últimos meses formarían parte del nudo de mi historia, en la que me enamoro, tropiezo, hago amigos, tropiezo de nuevo, aprendo, vuelvo a tropezar y termino dirigiéndome hacia donde toda la historia se seguirá desarrollando.

Pero quizá por motivos inimaginables.





Podría afirmar que era una persona que odiaba los cambios y todo lo que conllevaban: hacer maletas, despedirme del lugar en el que llevaba viviendo durante veintidós años y decir adiós, o hasta pronto, a mis seres queridos. Aunque nada de eso habría ocurrido de no haber sido por mí.

—¿Tienes todo en el coche? —me preguntó mamá, asegurándose de que no olvidaba nada.

Giré la cabeza sin poder dejar de pensar en lo mucho que no quería irme y me quité las lágrimas que caían por mis mejillas, enfadada.

—Esta es la última maleta —murmuré de mala gana.

Soltó un suspiro y caminó de vuelta a casa en busca de papá. Cerré el maletero y me metí en el coche a esperar a que decidieran salir. Unos minutos más tarde, me extrañó que solo saliese de casa mamá, pero intenté que no notase la decepción en mi rostro.

—Papá no va a poder venir, Haley —dijo nada más subir al coche, y me ahorré el suspiro. Jamás iba a poder perdonarme.

—No te preocupes, no pasa nada —contesté, intentando que dejara de sentirse mal; ella no tenía culpa de nada.

—Toma, pon música mientras nos incorporamos a la carretera.

Cogí el móvil que me daba y no dudé en buscar la playlist que últimamente estaba escuchando y que sería la que iba a sonar durante las dos horas de trayecto que teníamos por delante. Mamá sonrió imperceptiblemente al escuchar la canción, pero no hizo ningún comentario.

Durante todo el viaje, nuestra única conversación fue divagar sobre las canciones y las letras, hasta que poco a poco empecé a reconocer el camino por el que hacía tanto tiempo que no pasaba. Mamá tomó el desvío a la derecha para adentrarnos en un sendero de piedra rodeado de naturaleza que nos dio la bienvenida a Bangalow, una pequeña ciudad situada en una colina de Northern Rivers, al sur de New Wales. Pasamos de largo por el centro de la ciudad para internarnos en una carretera que dio inicio a un extenso bosque, cuyos árboles tapaban los campos de las personas que vivían alejadas de la ciudad. Poco a poco fuimos internándonos en él hasta que mamá cogió un nuevo desvío a la izquierda y, a lo lejos, vi la que iba a ser mi casa durante los próximos meses.

La última constelación que contamos EN FÍSICO EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora