Capítulo Cinco: siempre hay otra tormenta

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y trataba de alcanzar su mano, sacarlo de aquella tormenta, más no me permitió ayudarlo por que cuando lo mire a los ojos me soltó la mano, llevándose con él su corazón y el mío.

me di cuenta que aunque intentará salvarlo siempre fallaría por que teníamos tantas grietas en nuestro ser que era imposible arreglar ese jarrón lleno de flores marchitadas.

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