NICOLE [MICRORRELATO -2-]

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Era una noche fría y solitaria de invierno cuando Mery y Jack, decidieron que ya era el momento de salir a cenar fuera de casa, y que esto sirviese para hacer algo distinto en sus rutinas. Ambos, eran dos jóvenes que hace tan solo unos diez años tuvieron a su primera hija, Nicole, a la que dos años después le siguió su hermano de ocho años, Sam.
El matrimonio decidió que esa noche iba a ser única y exclusivamente para ellos. Ambos se merecían un descanso.
Al principio creyeron que dejar durante tres o cuatro horas a sus pequeños hijos solos en casa sería algo horrible viniendo de una pareja tan responsable y ejemplar como eran ellos, pero finalmente hicieron lo que creían que haría cualquier pareja; dejar a los hijos con sus abuelos. Al fin y al cabo, era muy buena idea. O al menos eso creían.
-¡Nicole ven, corre y trae a tu hermano, que nos vamos! -Insistía Mery a su hija. Eran las diez de la noche y la joven pareja llegaba tarde a la mesa que habían reservado en el restaurante que casualmente estaba a tan sólo un par de manzanas de la casa de los abuelos.
-¡Ya vamos! -Contestaba la pequeña.

La pareja llevó a sus pequeños en coche y los dejó donde creían que más seguros iban a estar durante toda esa noche.

Los hermanos se despidieron de sus padres, llamaron al timbre y unos segundos después entraron muy entusiasmados en casa de sus abuelos maternos, tras abrirles la puerta su abuela.
-¡Hola! -Dijeron a coro ambos hermanos dirigiéndose hacía la anciana que se postraba ante ellos con una amplia sonrisa en la cara.
-¿Habéis cenado en casa, verdad? -Preguntó la abuela.
-No, hoy no. -Respondía el más pequeño de los hermanos. -¿Dónde está abuelo? -Insistía hablando el pequeño.
Era una casa enorme, con grandes ventanales y el suelo de madera. A Sam le encantaba pisar el suelo de madera descalzo, en su casa no podía ya que sus padres lo regañaban por pisar sin calcetines las frías baldosas que ellos consideraban más decorativas para su casa.
-Quiso dormirse antes de que llegaseis. -Contestó la abuela de los pequeños, con un aire de tristeza en su voz.
-¡Quiero cenar abuela! -Dijo Nicole mientras los tres iban camino del salón.
-¡Y yo, yo también quiero! -Dijo seguidamente Sam.
La abuela los guió hacia el sillón que había en el fondo del salón.
-A ver chicos, alguno de vosotros tiene que ir a la cocina para traer los cubiertos, que yo ya estoy mayor para hacerlo todo por vosotros. Nicole, ve tú que eres la mayor.
-¿Porqué yo? -Dijo disgustada la pequeña.
-Ya lo dije cariño, eres la mayor.
La pequeña hizo caso a su abuela y fue hacia la cocina. Nicole caminaba por un largo pasillo, un pasillo al que a ella siempre le había tenido un gran respeto, ella lo llamaba 'el pasillo de los espejos ', y como su mismo nombre indica, estaba repleto de espejos de diferentes tamaños y formas, algunos llevan ahí colgados una eternidad y otros eran nuevos, de igual manera ella odiaba tener que pasar por ese espeluznante lugar.
Nicole sin pensarlo dos veces decidió atravesar ese pasillo corriendo. Ella sentía que algo la perseguía, que la vigilaban desde su espalda, notaba la mirada de alguien clavada en su nuca. Nicole tenía miedo. Ella seguía corriendo, no quería voltear la cabeza para mirar hacia atrás. Un escalofrío recorrió cada centímetro de su pequeño cuerpo. Ella ansiaba con todas sus fuerzas llegar a la cocina, si embargo, sus pies decidieron parar en seco frente a uno de los espejos. Ese especialmente era nuevo. Nicole no veía su reflejo en este espejo, no había nada reflejado en él, era oscuro al igual que las pupilas extremadamente dilatadas de la pequeña. Nicole ahogó un grito que brotó de los más profundo de su alma cuando el espejo comenzó a tornarse de gris y acabó reflejando el desfigurao semblante de un anciano.
La pequeña sabía que no podía pasar por ese pasillo, y sin embargo lo hizo, ¿sería por esto?
-¡Cariño! Tu hermano y yo estamos muertos de hambre, ¿encontrastes los cubiertos? -Gritó la abuela.
Nicole no contestaba a su llamada. La abuela desconcertada por la falta de la respuesta de su nieta, fue a buscarla.
-Sam, no te muevas de aqui, ahora vuelvo. -Dijo la abuela dirigiendose a su nieto más pequeño.
La abuela de los pequeños sabía lo estaba pasando y por esa misma razón se lamentaría durante los años que le quedasen de vida.

Postrada frende a la entrada de ese pasillo que tanto miedo le trasmita a Nicole, encuentra el vestido blanco de su nieta tirado en el suelo, y bajo este los zapatos pegados al suelo, imposibles de despegar. En ese pasillo solo había un siniestro cuadro. Un cuadro que reflejaba otros tantos que solo serian vistos por aquella persona inocente que resultase altamente influenciable.
La abuela destrozada, se arrodilló frente a la ropa de lo que antes era su nieta y miró con odio a ese espejo que llebaba tan pocos años allí colgado y que nadie se había atrevido a descolgar por miedo, miedo a mirarse en él, miedo a que este reflejase lo que ellos eran antes en realidad.

Con letras bastantes legibles y tornadas de un líquido rojizo, la abuela leyó en el espejo: "Por tu culpa ellos creen que duermo cada vez que vienen a verme, ahora al menos una estará conmigo".

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