1. Empezar por el principio.

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Enero 2022.

Ainoa.

Sus palabras todavía revolotean por mi cabeza cuando llego a casa, con el corazón acelerado y las mejillas sonrojadas por la agitación del momento. Sigo sintiendo el calor de la rabia por todo mi cuerpo, esa rabia que sigue a la discusión, cuando empiezas a pensar en todo lo que podrías haber dicho, cuando a tu mente empiezan a llegar todas las respuestas ingeniosas que no se te ocurrieron en aquel momento. No sé a vosotros, pero a mí que mi cerebro me haga eso solo consigue enfadarme más. La rabia se transforma en un líquido burbujeante que se vuelve más peligroso cuanto más salpica. Es un veneno a la espera, calentándose para volverse más letal si cabe.

Tengo que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para no cometer más errores ese día. Porque, seamos sinceros, ¿y lo fácil que sería coger ahora mismo mi teléfono, escribirle cuatro cosas en un estúpido mensaje de WhatsApp, y mandar todo a tomar por culo? Perdonad mi vocabulario, ya os he dicho que la rabia todavía me está dominando. Lo dicho, ¿no sería facilísimo? Vosotros sabéis que sí, y yo también lo sé. Pero un mensaje de WhatsApp me metió en este lío, así que quizás no sea lo más sensato.

Ya que estamos siendo sinceros, os diré que en realidad no quiero hacerlo. Y si quiero que me creáis, porque os aseguro que quiero que me creáis —de aquí podría surgir una bonita amistad, ¿sabéis? En realidad, soy una chica muy maja y... bueno, que me lío...— si quiero que me creáis tengo que ser sincera con vosotros desde el principio. Porque, ¿qué sentido tiene que empiece a contaros las cosas por la mitad? Ninguno, lo sé. Disculpadme. Seguro que no habéis entendido nada de lo que he dicho... Dios mío, Ainoa, si es que es imposible seguir el hilo contigo... —no me juzguéis, tiendo a hablar conmigo misma—.

Entonces, si os voy a meter en el jaleo este en el que os estoy metiendo (aunque, por supuesto, tenéis libertad absoluta para iros cuando queráis), creo que sería justo para todos que empezase las cosas desde el principio. Claro está que no me voy a remontar a la época de los dinosaurios, porque, aunque son muy majos y todo eso, creo que no tienen mucho que ver con la historia que habéis venido a leer. No. Yo creo que con que nos remontemos un par de meses atrás es más que suficiente.

Todo empezó hace nueve meses (sí, esto es como un embarazo, acaba de explotar). Vale. Dejadme que pare otra vez. Si de verdad estáis seguros de que os queréis quedar, tenéis que saber desde el principio que no soy una persona que se exprese muy bien. Ya habréis podido notar que me interrumpo a mí misma cada dos palabras, pero no es algo que pueda solucionar con facilidad. Son las consecuencias de lo que pasó hace nueve meses y medio, así que... Bueno, solo os pido que os quedéis para el principio, que intentéis entenderme, y después ya podréis decidir si merece la pena aguantar todas las interrupciones e intervenciones sin sentido, o es mejor irse. Todo empezó hace nueve meses, en una comisaría de policía.

No, no, no. No empecéis a imaginaros cosas raras, que yo no soy una delincuente ni nada que se le parezca. Si estaba allí, es porque me había pasado una cosa bastante fea y fui a poner una denuncia. "Bastante". Vaya mierda de adverbio he elegido para ese adjetivo. Bastante... No, bastante no. Una cosa horrible. Una cosa de mierda. Una cosa que no debería pasarle a nadie. Todavía no hay confianza como para que os cuente lo que me pasó, pero os prometo que si os quedáis os lo contaré. Solo tenéis que dejarme coger fuerzas para hacerlo.

Bueno... acabo de notar que ya os he soltado la primera mentira. Está claro que la historia de una persona no empieza así, de la nada. En algún momento tuve que nacer y esas cosas, pero contaros todo eso sería como remontarnos a la época de los dinosaurios, cosa que hemos dicho que no voy a hacer. Pero supongo que tampoco le hace daño a nadie que me presente, tenéis razón.

Yo tampoco. (#YT2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora