Ahí estaba Hesper, parado en medio de la habitación, con la mirada fija en una ventana. Corenay llevaba un buen rato hiperventilando y soltaba gemidos que Hesper ignoraba con éxito.
Pero la paciencia de Hesper tenía un límite, y cuando Corenay soltó su decimoquinto gemido de la noche, él se volteó enfurecido.
Con una mueca de rabia, le dió una patada en el costado:
—Maldito, si te vas a morir, muérete y deja de molestar.
Completamente enojado, Hesper comenzó a dar vueltas por la habitación. Sabía que Corenay era un vampiro, pero también sabía que su padre era humano, lo que significaba que no era un vampiro completo.
Esto implicaba que los remedios convencionales para humanos tenían una baja probabilidad de funcionar, si es que lo intentaba.
El problema era que él no tenía intención de ayudarlo, y para ser sincero, solo podía pensar en cómo deshacerse de su cadáver después.
—¿Debería cavar una fosa? —se preguntó deteniéndose—. No. Este maldito no merece que pierda mi tiempo con él. Debería simplemente tirar su cuerpo a algún río por ahí. ¿O será que los vampiros se desintegran al morir...?
En el suelo, Corenay abrió los ojos y recobró un poco de consciencia.
—Tu sangre.
Hesper se volteó bruscamente al escucharlo.
—¿La fiebre te ha quemado las dos únicas neuronas que tienes, Corenay?
—Tu sangre —murmuró de nuevo.
Hesper le dio la espalda, negándose a escuchar más.
—Solo muérete de una vez.
—Un vínculo.
Hesper soltó una risa sarcástica.
—Te voy a poner un trapo mojado. Ruega a Dios para que se apiade de ti y no me molestes más. Estoy haciendo mucho por ti —dijo severamente antes de salir de la habitación.
Bajó las escaleras y buscó un trapo y una jarra de agua fría. Luego volvió a subir con los objetos en la mano. Se sentó junto a Corenay en el suelo y, con disgusto, desabotonó su camisa ensangrentada y le quitó los zapatos.
Mirando en otra dirección con renuencia, colocó el trapo húmedo en su frente. Pero al darse cuenta de que el joven estaba desmayado, cruzó los brazos y, con una expresión tensa, cerró los ojos.
La verdad era que no se conocían mucho. Solo se odiaban desde que se vieron por primera vez en la preparatoria. No importaba que fueran de diferentes especies, porque en ese momento él era humano y no sabía nada del mundo sobrenatural.
No fue hasta un año antes de terminar la preparatoria, cuando un lobo lo atacó y estuvo a punto de matarlo, que una figura misteriosa lo salvó. Fue entonces cuando se convirtió en un lobo y descubrió la verdadera identidad de Corenay.
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Eternal loneliness [Historia Corta ]
Short StoryHesper y Corenay se odian desde que se vieron por primera vez. No se conocen más allá de sus nombres. No saben nada de otro más allá de sus distintas especies y del irremediable odio mutuo que sienten. Por años llevaron una enemistad silenciosa dond...