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Franco fingía que no veía ni escuchaba nada, mientras hacía cualquier otra cosa con los ojos y las manos.

──¿Podés darme un latte? ── Preguntó de forma cansada el muchacho moreno, Gonzalo sonreía de oreja a oreja al chico, quién se irrita minuto a minuto con esa sonrisa socarrona.

──¿Latte? mh. ── Hizo una mueca momentáneamente, después volvió a sonreír. ── No, no nos queda, ¿te puedo ofrecer otra cosa?

──Entonces, no sé, ¿café? ── Probablemente dentro de poco le daría una piña a Gonza, porque él la estaba pasando mal y su amigo sonreía de oreja a oreja.

──¿Con crema, solo o con leche?

Gruñó, pero de todas formas volvió a responder. ──Con leche.

──Y sí, te encanta. ── Martínez murmuró, Franco soltó una risa ahogada.

──¿Qué dijiste?

──Qué si lo quiere para llevar o para consumir acá.

── Lo quiero para llev... ── Antes de que termine, Gonzalo se fue para la parte de atrás a buscar la leche o para escupirle el café, por lo que el morocho lo miró a él. ──¿Qué dijo?

──De qué si le gustaría con azúcar. ── Armani no iba a dejar tirado a un amigo. ──Para hacer tiempo, ¿quiere que le vaya cobrando?

Con un asentimiento dijo el monto del café con leche, recibió la plata y al estar justa, simplemente le dio el ticket. Cuando Gonza volvió, le volvió a sonreír, de esa forma burlona que hacía, diciendo un "tenga un buen día". El cliente se fue envuelto en rabia, pero igualmente agradeció el café antes de irse.

──Un día el señor Demichelis te va a rajar por ser así con los clientes. ── Franco dijo con toda la seriedad del mundo, después se carcajeo. ──Sos un tarado, un día te van a echar, el señor Marcelo está de vacaciones para defenderte.

──Yo no necesito que me defiendan, ¡yo puedo solo, solín, sólito!

Las mañanas suelen ser entre muy movidas y desiertas, siempre hay gente que labura viniendo muy temprano en busca de su dosis de cafeína, normalmente para la nueve y media queda todo muerto, a las doce o una de la tarde vienen gente de facultades o las que salen del trabajo a buscando algo dulce que tener en la boca.
  Ahora era ese raro limbo de las once donde pocas almas venían a buscar algo caliente que consumir, justo cuando estaba por sacar su libro para tener algo qué hacer, un total de cinco chicos entró en el local.

──Ni en pedo. ── Gonzalo se metió a la parte de atrás, dejando todo el trabajo a Franco.

"Más guita" fue el pensamiento que le llegó, sonriendo a los mocosos, ninguno le devolvió la sonrisa y fueron inmediatamente a sentarse.

Fue a llevarles el menú, tres de los pendejos (ni tan pendejos, uno o dos años más chicos que él únicamente) lo miraron feo por llegar en medio de una conversación, la sonrisa se le tensó pero trataba de mantenerla.

──Acá tienen el menú, cualquier duda o algo me avisan. ── Esperó a un rato a recibir aunque sea un "gracias", por supuesto que no pasó, así que se retiró, guardandose cada pensamiento acerca de esos... clientes poco agradables.

No les volvió a dirigir ni la palabra ni si quiera les dio una ojeada, simplemente agarró su celular y se puso a boludear, cuando lo necesiten lo van a llamar. Estuvo un rato en Twitter, mirando los bardos más recientes entre famosos que nadie conoce, estrellas internacionales que nunca estarían en Argentina (excepto su Miley diosa) y fútbol, obviamente, mucho fútbol.

──Disculpa. ── Casi dio un salto en su lugar, la espalda le sonó por esta encorvado y probablemente tiró una o dos cosas que su cerebro no registró.

──Este... ¿sí, qué se te ofrece? ── Lo reconoció como uno de los boludos de la mesa veintitrés, pero este no fue de los que lo miraron mal, así que por el momento no le iba a escupir la taza.

──Ya estamos listos para ordenar. ── Era algo, más que él al menos, un rostro joven pero maduro, labios finos y pálidos, ojos oscuros, cejas gruesas y un lunar en el cachete. En definitivas no era un pendejo, pero tampoco llegaba a ser un viejo choto.

──Sí, decime. ── Volvió a tensar la sonrisa, porque se percato de que lo miró más de la cuenta.

──Bueno, este... ── Se veía incómodo bajo su mirada, la voz le salía de a hilitos, tal vez no se acordaba de las órdenes de la cinco personas de la mesa.

──Sin apuro.

── Pará empezar... ── Murmuraba primero los nombres de sus amigos para luego decir sus pedidos en voz alta, siempre con alguna especificación que era de pendejo quisquilloso, cuando llegó su turno de pedir algo, quedó en blanco.

──¿Vos no vas a querer nada?

──Es... es que me mandaron a acá y no tuve tiempo de elegir.

Gonzalo siempre remarca algo de él y es que siente mucha empatia por los demás, tanto su si un ladrón viene, le roba y dice "es por mi familia", Franco muy probablemente le dé las claves de sus cuentas de banco porque se sintió mal por el chorro.

Así que, sintiéndose mal por el varón más alto, suavizó su sonrisa para darle un granito de confianza. ──Te recomiendo que te pidas un capuchino chico y una torta de chocolate, es lo más rico que hay acá y lo más barato, pero no te enteraste por mi, se supone que no debemos recomendar cosas baratas.

Le devolvió la sonrisa, pasandose la mano por el pelo algo largo. ──Entonces quiero un capuchino chico y... uhm, deme una porción de torta de chocolate.

──Enseguida se lo llevo. ── Fue un ratito a la parte de atrás para agarrar a Martínez y que lo ayude con esas cinco órdenes. Este con un total descontento lo hizo.

El del muchacho amable y alto lo hizo personalmente él, porque sabía que su amigo indiscriminadamente iba a soltar un moco en cada taza. Puso todo en una bandeja y lo llevó para la mesa ocupada, al primero que le sirvió fue al simpático, después dejó que el resto se saque por su cuenta.

──Parece que te fue bien. ── Pity se apoyó en el mármol justo bajo la ventanilla, ahí es donde Borja se sienta a fumar y donde Mora vómito una vez por tomar leche vencida que el señor Pablo Aimar le dio a modo de broma.

──Ponele que sí, igual, no por haberme ayudado te voy a dar de mis propinas. ── Sentenció.

──¡Daleeee, soy tu amigo del alma, realmente el amigo! ── Se le colgó por los hombros, saltando desde donde estaba.

──Comportate que hay gente. ── Franco realmente no podía creer que lleva tantos años siendo amigo de Pity y que jamás en la vida le haya dado una buena patada en los huevos.

Al cabo de una media hora o una completa, no sabe bien porque se puso a boludear con el celu de nuevo, pidieron la cuenta. Franco se retiró pensando que harían sobremesa, pero cuando se iba a instalar en su lugar habitual de trabajo (frente a la caja) los muchachos se fueron, dejando el dinero sobre la mesa, tuvo que volver, contar que todo estuviera y... le dejaron un billete de cien en una de la tazas, estando el papel húmedo porque se le habían dejado un culito de frapuchino.
  Cuando iba a dar una gran caminada de insultos a la madre del responsable, notó algo raro en el reverso de la cuenta, la dio vuelta y con lapicera negra, una letra cursiva excepcional se podía ver.

"Tú sonrisa es la más bella que haya visto nunca" - E.

Alzó una ceja, mirando el contenido del papel.

──Iiiih, ¡Franco tiene novio! ── Santiago, que en algún momento habrá llegado, le quitó el papel de la mano y fue a leerselo a Gonzalo.

Mensajes en la cuenta | Martínez x Armani. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora